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domingo, 31 de marzo de 2013
Horacio Zeballos (Mar del Plata, ARG, 1985)
Horacio Zeballos es jugador de tenis. Su mejor posición en el ranking la alcanzó el 4 de marzo de 2013 (número 39 del mundo), tres semanas después de ganar y jugar el partido de tenis por el que formará parte de la historia del tenis. Allí ganó (10 de febrero de 2013) al mejor tenista de la historia sobre tierra batida, Rafael Nadal, en la final del ATP 250 de Viña del Mar (Chile). Nunca antes había ganado un torneo de la ATP, pese a ser profesional desde 2004 (10 temporadas).
Horacio Zeballos, el 10 de febrero de 2013, fue el mejor frente al mejor de la historia. Algo que siempre podrá contar a los suyos.
Escribí sobre Horacio Zeballos, en este mismo blog, el día 29 de mayo de 2010. En aquel momento, el argentino era el jugador número 50 del mundo. Todo lo que dije aquel día (hace tres años ya), lo mantengo hoy. Por eso vuelvo a reproducir aquella entrada:
Los 50 mejores estudios de arquitectura del mundo (29 de mayo de 2010)
¿Qué me impulsa a escribir este blog cuando debería, quizá, dedicar todas mis energías a hacer viable mi estudio de arquitectura? Pues sencillamente: me divierte y me ayuda a reflexionar sobre el rumbo de cada día.
Por esa modesta razón me gusta fijarme en personajes que quizá no sean conscientes de sus verdaderos logros: Horacio Zeballos, por ejemplo. ¿Y quién es ese?, dirán ustedes. (http://es.wikipedia.org/wiki/Horacio_Zeballos). Pues un modesto jugador de tenis argentino que en este momento se encuentra en el número 44 del ranking mundial. Es decir, en 2010, sólo 43 jugadores son mejores que él.
¿Se imaginan ustedes que fueran el 44 mejor del mundo en su especialidad? El 44 mejor cocinero, el 44 mejor carnicero, el 44 mejor contable, el 44 mejor médico del mundo, el 44 mejor filósofo, el 44 mejor arquitecto del mundo. Sería todo un éxito, ¿verdad?
Ocurre que en esto del deporte, ser el 44 mejor del mundo es aparentemente nada. Pero sólo es aparentemente, porque según la página oficial de la ATP, Horazio Ceballos ha ganado en su carrera deportiva 700.243 dólares a lo largo de su carrera (301.000 en 2010). No está mal, pues el chico sólo tiene 25 años. A esa edad, la mayoría de los chicos que yo conozco, todavía no se han incorporado al mundo laboral.
Pero no he traído aquí a Horacio Zeballos para hablar de su dinero sino de una característica de la inteligencia: el sentido del humor. Ayer jugó y perdió con Rafael Nadal en segunda ronda del torneo de Roland Garros 2010. He leído la noticia en dos periódicos distintos y en ambos se refieren a la posterior rueda de prensa citándole en dos respuestas también distintas. En ambos casos, sus contestaciones fueron inteligentemente divertidas:
A la pregunta publicada en EL PAÍS de hoy, ¿Quién puede ganar a Rafael Nadal en Roland Garros?, el jugador argentino respondió,
“Dos o tres tenistas, …., pero jugando juntos”.
A la pregunta del diario PÚBLICO, también de hoy, ¿cómo hay que ganar a Rafael Nadal?, dijo:
“Si quieres ganarle un punto a Nadal, tienes que matarlo primero”.
En 2007 Horacio Zeballos ganó el torneo de dobles de los juegos panamericanos de Río de Janeiro y en 2010 formó parte del equipo argentino de Copa Davis. No está mal para ser sólo el 44 mejor tenista del mundo.
Ojalá consiguiera nuestro estudio de arquitectura, bajo mi dirección o bajo la de cualquier otro, llegar a estar entre los 50 mejores del mundo.
Por cierto, Zeballos creció idolatrando a los zurdos Goran Ivanisevic y Thomas Muster, a quien conoció en Graz, Austria, en 2008, es fanático del club Boca Juniors y disfruta tomando mate en la costa argentina. Su meta más inmediata es llegar a estar entre los 30 mejores.
Luis Cercós (LC-Architects)
Santiago, Chile
Antón Chéjov (1860-1904)
La medicina es mi esposa legal, la literatura sólo mi amante (Antón Chéjov, en una carta escrita el día 11 de septiembre de 1888 a Alexéi Suvorin).
Una amiga periodista me ha enviado este delicioso artículo de Juan Forn, publicado el pasado viernes en la contratapa del diario argentino Página 12.
Ver nota en www.pagina12.com.ar
Contratapa | Viernes,
29 de marzo de 2013
El arte de la evasión en puntas de pie.
Cuando Chejov llegaba a
su casa de campo en Melikhovo, ochenta kilómetros al sur de Moscú, hacía izar
una bandera para que los campesinos de la zona supieran que estaba. Había
comprado esa casa, donde tenía viviendo a toda su familia, con el dinero que
ganó como escritor, pero había empezado a escribir sólo para pagarse la carrera
de médico (de hecho, firmaba con seudónimo esas “bagatelas”, para no arruinarse
el nombre). Cuando triunfó, casi sin proponérselo, y sin creerse nunca del todo
su calidad como escritor, a los únicos pacientes que atendía los atendía
gratis, a la hora en que le golpearan la puerta. Una noche, tarde, estaba en
Melikhovo sentado frente al fuego con amigos cuando lo mandaron llamar de
afuera. Se demoró en volver y cuando le preguntaron el motivo de la tardanza
dijo secamente: “Era una consulta”. ¿Tan tarde? ¿Alguien conocido? Chejov
contestó, mirando al fuego: “Era una campesina. No la había visto en mi vida.
Necesitaba láudano”. No se lo habría dado sin más, dijeron sus amigos. Luego de
un largo silencio, Chejov contestó: “Vi en sus ojos que había tomado una
decisión. Hay un puente de piedra sobre el río, acá cerca. Si se tira, va a
padecer horriblemente antes de morir. Con el láudano le será más fácil”. Y, para
cambiar de tema, se puso a hablar de literatura (cuando hablaba de literatura
también lo hacía con el filo de un bisturí: a cada aspirante a escritor que le
mandaba sus manuscritos le daba el mismo consejo: “Corten, corten, corten donde
mienten. A todo cuento que escriban córtenle el principio y el final, porque
ésos son los lugares donde más mienten todos los escritores”).
Cuando hablamos de
Chejov siempre parece que habláramos de un hombre mayor. En todas sus fotos
parece haber nacido médico, sensato, sabio, salvo en una que le sacó su hermano
en Melikhovo, el mismo año en que ocurrió el incidente del láudano. Chejov
tenía treinta y cuatro años; aunque aún parecía un estudiante revoltoso, le
quedaban menos de diez años de vida, ya escupía sangre cuando tosía y tenía dos
hermanos muertos de tuberculosis, además de doce hermosas mujeres esperando en
vano su propuesta de matrimonio. ¿Sabía para entonces que tenía fecha pronta de
salida? ¿Vivió así, y escribió así, porque sabía? Miren la foto y recuerden que
la pregunta que Chejov se hizo siempre fue la misma que trataba de transmitir a
cada paciente que examinaba: “¿Cómo debería vivir, siendo el que soy, sabiendo
lo que sé?”.
Lo que sabemos es que
fue siempre enfermizamente privado, el rey de la elipsis, el maestro de la
evasión en puntas de pie, tanto en la vida como en lo que escribió. Cuando
ensayaban La Gaviota, y un actor le pidió que le explicara cómo era el
personaje que debía representar, contestó espantado: “Pero si usa pantalones a
cuadros”. Las mujeres casaderas de Moscú decían que era “elusivo como un
meteoro” (él, por su parte, se limitaba a repetir: “Denme una esposa que, como
la luna, no aparezca todas las noches en mi cielo”). En Melikhovo quería la
casa siempre llena de gente, pero se construyó una cabaña apartada para poder
escabullirse a su antojo de familia, amigos y pacientes. Cuando le vino la
fama, en lugar de disfrutarla en Moscú o Petersburgo (“Uno sólo puede
acostumbrarse a la fama como un hombre a la verruga que tiene en la frente”) se
fue a la isla de Sajalín, en Siberia: estuvo tres meses censando las miserias
de la población carcelaria, haciendo una ficha de cada uno de los presos, a
razón de 160 por día, en jornadas de catorce horas de trabajo; nadie le había
pedido tal cosa, lo hizo sólo para que Rusia tuviera delante de sus ojos
aquello que no quería ver. Volvió por mar, cruzando a Japón y de ahí a Ceilán,
donde tuvo la experiencia sexual más gloriosa de su vida, y escribió desde
allá: “Al fin puedo decirlo. He vivido. He estado en el infierno y en el
paraíso, hijos de perra”. Aunque en otro tramo de su correspondencia dice,
famosamente: “No me gusta hablar por carta de cosas que me importen mucho”.
Dicen que era bueno y
generoso sin amar, cariñoso y atento sin apego, accesible pero insondable.
Desde muy chico le inculcaron la modestia, a la manera rusa (“Recuerdo bien el
momento en que mi padre empezó a educarme, o debería decir azotarme, yo tenía
cuatro años”). De grande descubrió que no podía deshacerse de ella, y tampoco
de la aversión invencible que le producía la grandilocuencia rusa (“Siempre me
parece que engaño a la gente, o les parezco demasiado alegre o indiferente”).
En 1901, cuando le quedaban menos de tres años de vida, se casó en secreto con
la actriz Olga Knipper. Su madre, sus hermanos y sus amigos se enteraron por
los diarios, días después. Olga se ganó el corazón de Chejov porque era
desenfadada en la cama y sensata fuera de ella: ordenada, trabajadora,
autosuficiente económicamente y, además, la mayoría del tiempo estaba a mil
kilómetros de distancia (para entonces, la tuberculosis había obligado a Chejov
a mudarse a Yalta, mientras Olga triunfaba en Moscú, en el teatro donde
Stanislavski montaba las obras de su marido). Chejov decía que la había elegido
porque tenía una caligrafía hermosa y buen ojo para los detalles cuando
escribía cartas, pero también es cierto que le servía para controlar a la
distancia las puestas que hacía Stanislavski de sus obras, así como
Stanislavski y su socio Nemirovich-Danchenko (que era amante de Olga)
necesitaban de ella para que el ya muy enfermo Chejov les entregara la gran
obra que les había prometido: El jardín de los cerezos.
Después de la luna de
miel, Olga y Chejov estuvieron casi seis meses sin verse. Cuando por fin ella
fue a Yalta, se quedó cinco días y luego se lo llevó a un pueblo montañas
adentro, donde lo convenció de someterse a una cura de kumis: una leche
fermentada de yegua cuyos bacilos se decía que combatían con éxito al de la
tuberculosis (había que beber cuatro litros por día de esa sustancia espesa y
agria). Antes de volverse a los escenarios de Moscú, Olga le pidió que le
informara puntualmente de los progresos. Quince días después, Chejov le
escribía: “Aumenté otros tres kilos esta semana. Ahora me siento más fuerte
cuando toso sangre”.
Cuando estalló la Guerra
Ruso-Japonesa en 1904, quiso ir como voluntario al frente, pero un médico
enfermo más que médico es un paciente, y Olga lo convenció, en cambio, de ir al
spa de Badenweiler, en Alemania. Ir a morir adonde otros iban a reponerse, más
chejoviano imposible. Raymond Carver contó la muerte de Chejov en el cuento
“Rosas amarillas”. Máximo Gorki contó el entierro en Moscú: una multitud
esperaba en la estación de tren, pero siguió por error el féretro del general
Keller, que venía de Manchuria. Cuando llegaron al cementerio y la banda se
puso a tocar marchas militares comprendieron que estaban en el funeral
equivocado: el ataúd de Chejov iba en otro vagón, que llevaba ostras. En una
escena de Tío Vania, un personaje se desmaya y otro pide: “Rápido, un vaso de
agua”, pero cuando se lo alcanzan no se lo da a la víctima, sino que se lo bebe
él, con total naturalidad. Ahí está Chejov, como cuando dijo: “La literatura
tiene de bueno que uno se puede pasar con la pluma en la mano días enteros, sin
advertir cómo pasan las horas y al mismo tiempo sintiendo algo que se parece a
la vida”.
martes, 26 de marzo de 2013
Antes/Después
Centro Histórico, zona típica "Plaza de Armas" - Moguerza & Luis Cercós. Restauradora: Andrea Castro.
Castro, Chiloé, Plan de Recuperación
166 de los 200 palafitos de Castro (Chiloé) necesitan trabajos de reparación, según diagnóstico del Ministerio de Vivienda y Urbanismo del Gobierno de Chile (MINVU). Tras el informe se lanzó un plan de recuperación financiado con 455 millones de pesos chilenos (aproximadamente 722.000 euros). El trabajo, con asesoramiento de técnicos del Serviu, será realizado por los propios vecinos y les permitirá la compra de materiales aislantes, pintura para fachadas, reparaciones en las estructuras de madera y restauración de techos.
En palabras del Ministro de Vivienda, D. Rodrigo Pérez: "Los palafitos son parte de la identidad chilena, tienen un valor incalculable reconocido a nivel internacional. Por eso queremos preservar estas casas y mejorar la calidad de vida de sus propietarios".
Según el alcalde de Castro, D. Nelson Águila, la recuperación debería abordar también una ley que regularice su derecho de propiedad, pues hoy, las construcciones sobre el mar no son reconocidas: "Sus propietarios, al vivir sobre el mar, no son dueños de un terreno. No pueden recibir muchos beneficios y negocios operan allí sin patentes (sin papeles, sin acceso al edificio). Hoy, lo construido allí es ilegal".
Fuente: El Mercurio, Chile, 26 de marzo de 2013, página C9.
viernes, 22 de marzo de 2013
Estética
Estética es un término con diferentes acepciones. En el lenguaje coloquial denota en general lo bello, y en la filosofía tiene diversas definiciones: por un lado es la rama que tiene por objeto el estudio de la esencia y la percepción de la belleza, por otro lado puede referirse al campo de la teoría del arte, y finalmente puede significar el estudio de la percepción en general, sea sensorial o entendida de manera más amplia. Estos campos de investigación pueden coincidir, pero no es necesario. La palabra deriva de las voces griegasαἰσθητική (aisthetikê) «sensación, percepción», de αἴσθησις (aisthesis) «sensación, sensibilidad», e -ικά (ica) «relativo a».
Fuente: Wikipedia
Fuente: Wikipedia
FilosoFía
La filosofía (del latín philosophĭa, y éste del griego antiguo φιλοσοφία, 'amor por la sabiduría') es el estudio de una variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje. Al abordar estos problemas, la filosofía se distingue del misticismo, la mitología y lareligión por su énfasis en los argumentos racionales, y de la ciencia porque generalmente lleva adelante sus investigaciones de una manera no empírica, sea mediante el análisis conceptual, los experimentos mentales, la especulación u otros métodos a priori, aunque sin desconocer la importancia de los datos empíricos.
Fuente: Wikipedia
Fuente: Wikipedia
jueves, 21 de marzo de 2013
A PROPÓSITO DEL CADÁVER DE CHÁVEZ
http://www.lemondediplomatique.cl/A-proposito-del-cadaver-no.html
A los pocos días del fallecimiento del Comandante Chávez (5 de marzo de 2013) el hasta entonces vicepresidente Nicolás Maduro anunció la intención de embalsamar al Presidente. Desde el mismo momento en que leí la noticia, restaurador de arquitectura como soy, pensé en la imposibilidad de tal mandato, no por razones técnicas[ii], sino ideológicas o intelectuales.
A propósito del
cadáver no embalsamado de Hugo Chávez: una reflexión sobre la restauración
monumental
Autor: Luis Cercós, restaurador de arquitectura, responsable
metodológico del departamento de restauración de Moguerza Constructora SpA
Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver[i]
A los pocos días del fallecimiento del Comandante Chávez (5 de marzo de 2013) el hasta entonces vicepresidente Nicolás Maduro anunció la intención de embalsamar al Presidente. Desde el mismo momento en que leí la noticia, restaurador de arquitectura como soy, pensé en la imposibilidad de tal mandato, no por razones técnicas[ii], sino ideológicas o intelectuales.
Se ha decidido
preparar el cuerpo del comandante Presidente, embalsamarlo, para que quede
abierto permanentemente en el Museo de la Revolución. Quedará el cuerpo de
nuestro comandante en jefe embalsamado de manera especial para que pueda estar
en una urna de cristal, para que el pueblo pueda tenerlo allí por siempre. ¡Por
siempre![iii]
De la misma forma en que ante la ruina de un edificio, los
arquitectos deben preguntarse qué imagen del monumento devolver a la sociedad
(el monumento recién construido, allá en su lejana génesis; el monumento tal y
como fue en su momento de máximo esplendor, quizá varios siglos después de su
construcción; o el monumento en los años previos a su colapso), la pregunta que
debían hacerse los especialistas médicos era previa y evidente: ¿qué imagen del
presidente venezolano debemos congelar, toda vez que los estragos de su
enfermedad (y de su posterior agonía y muerte) eran ya evidentes desde la
difusión de las últimas imágenes conocidas del líder bolivariano, incluso desde
varios meses antes del inicio del fin?
De haberse consumado el embalsamamiento la operación habría
derivado, casi inevitablemente y con el paso de los años, en una operación de
desprestigio hacia la imagen icónica que hoy se quería conseguir. El presidente
Chávez, desgraciadamente para él y para los que le apreciábamos, había dejado
de ser físicamente atractivo (que no intelectualmente atractivo), desde muchos
meses antes de morir.
O lo qué es lo mismo: ¿sería tan grande el mito de Ernesto Guevara si no hubiera
existido la famosísima y en gran parte
casual fotografía de Alberto Korda
(curiosamente tomada también un 5 de marzo, el de 1960, durante el cortejo
fúnebre de los muertos en el atentado terrorista al barco La Coubre); ¿sería
tan grande el mito del Ché si no se
conocieran las fotografías de su injusta y sumaria ejecución y el
extraordinario parecido con el Cristo yacente
de Andrea Mantegna (1480-1490)?
A pesar
de su juventud, apenas dos siglos de historia, la restauración de monumentos no
ha sido siempre entendida ni practicada de la misma manera. Y en cualquier
caso, salvo escasas excepciones, nos ha sido enseñada –incluso dictada- desde
los cánones academicistas y culturales del siempre omnipresente hemisferio
norte. Este hecho, aunque pudiera parecer lícito pues allí nació la disciplina,
no parece ya absolutamente adecuado cuando hablamos de restaurar el patrimonio
arquitectónico latinoamericano: Mirar lo
propio, con ojos propios[iv].
La
centenaria, decana y muy prestigiosa Revista de Arquitectura de la Sociedad
Central de Arquitectos de la República Argentina dedicó su número de agosto de
2012 al Patrimonio. El título elegido por su curadora, la arquitecta Rita
Comando, era una absoluta e irreverente declaración de intenciones: “Patrimonio. Prohibido No Tocar”[v]. El
argumento elegido entraba en colisión, sin pretenderlo, con el artículo del
periodista francés Philippe Bovet, publicado también a este lado del Atlántico
y en idéntico mes, agosto de 2012, dentro de la edición chilena de Le Monde Diplomatique: “¿Rehabilitar o Demoler? Arquitectos, no
rompan nada”: Si la rehabilitación de
edificios no se acostumbra aún, es seguramente porque, desde su formación, los
arquitectos aprenden a valorar lo nuevo y piensan que no pueden expresarse de
otra manera. Trabajar sobre lo existente no significaría más que conservar la
obra de otro”.
Por un
lado, una revista de arquitectura altamente especializada. Un clásico ya,
fundada en 1904. Por otro un periódico político y muy comprometido, pero
alejado del mundo de la arquitectura, con presencia, a través de diferentes
ediciones, en las dos orillas del océano Atlántico y a ambos lados del Ecuador.
El Patrimonio es ya, no solo aparentemente, un derecho de la sociedad, no un
tema exclusivo de especialistas. Quede claro, en cualquier caso, que no estoy
de acuerdo con el pesimista diagnóstico de Mr. Bovet sobre el estado de la
cuestión pues muchos son los ejemplos de excelentes actuaciones sobre un
patrimonio construido prexistente. Pero comprendo la sensación que el
periodista y muchos activistas bienintencionados pudieran tener en relación con
la vulnerabilidad del patrimonio arquitectónico. No hay nada que temer. Nunca
ha estado el patrimonio arquitectónico tan protegido como hoy. En palabras de
Rem Koolhaas, premio Pritzker 2000, la
parte del mundo declarada inalterable por regímenes de preservación está
creciendo exponencialmente. Una enorme sección de nuestro mundo (alrededor del
12%) ya no puede ser tocado[vi].
Siendo
como soy, ya lo he dicho, restaurador de arquitectura, no puedo evitar, por
amante también de la arquitectura, mostrarme completamente de acuerdo con los
que piensan hoy que el avance de la preservación necesita inevitablemente del
desarrollo de una teoría de su opuesto. El fundamentalismo restaurador, lo he
visto durante mis 22 años de profesión, no lleva a otra cosa que la
falsificación. En el mejor de los casos, a la congelación de la ciudad. El
debate hoy es no tanto qué piezas salvar, sino cuáles ser capaces de descartar[vii]. De la misma forma, el fundamentalismo
revolucionario puede llevar (el mundo ya ha vivido ejemplos similares), a una
demagógica y supersticiosa religión muy alejada del objetivo principal del
Presidente fallecido.
Ninguna persona remotamente honesta, ni
siquiera su más fiero opositor, puede negar el nivel de camaradería, de
confianza e incluso de cariño que Chávez sentía por los pobres de Venezuela y
por la causa de la integración latinoamericana. De las muchas personas
influyentes y líderes políticos que he conocido en mi vida, pocos han creído
tanto en la unidad de nuestro continente y sus pueblos disímiles –indígenas,
descendientes de europeos y africanos, inmigrantes recientes- como él lo hizo.[viii]
¿Qué
sería entonces hoy, especialmente en América Latina (pues en otro sitio pudiera
ser otra cosa), restaurar? ¿Cómo intervenir sobre el patrimonio (tangible y/o
intangible existente? ¿Qué salvar y qué demoler? ¿Qué cadáveres enterrar y cuáles embalsamar? Para responder a estas
cuestiones necesito relacionar la restauración de arquitectura (y especialmente
de monumentos) con otra disciplina claramente vinculada pero de mucha mayor
tradición: la Historia. Ambas, Historia y Restauración, persiguen el mismo
objetivo: interpretar correctamente el
tiempo pasado[ix].
O al menos, eso se les supone.
Embalsamar
el cadáver de Chávez supondría falsificar irremediablemente su esencia, su
vitalidad, su conexión con las masas, su dominio de los medios de comunicación,
su dialéctica, su fuerza, su carisma. Cualquiera que viva o haya vivido,
durante estos últimos 15 años, temporal o permanentemente en América Latina, lo
sabe. Chávez no necesita una urna de cristal para ser recordado. Quizá pudiera
ser necesario en el caso de un mito prefabricado, artificial, vacío, sin ideas,
en cuyo caso su legado y su espíritu pudieran también morir con él. No es ese,
al menos hoy, el caso de Chávez. No es momento de nuevas religiones. O parafraseándole
a él, no es momento de pequeñas patrias,
no es momento de pequeñas batallas.
La
Historia no es solo un relato de los hechos, sino la búsqueda del conocimiento
y de la verdad, la comprensión del por qué se actuó o por qué se dejó de actuar
de una manera determinada. Durante muchos años se estudiará en las
universidades del mundo el caso y el legado de Chávez y en consecuencia,
mientras una mayoría de gobiernos latinoamericanos siga el camino de una
alianza más o menos real, su vida, a pesar de haber físicamente acabado,
seguirá alentada por sus homónimos. En consecuencia, de la misma forma en que
el cadáver de Cristo no habría permitido un inicio ideológico del cristianismo,
pues todo está basado en la evidencia improbable e improbada de su resurrección,
el robo o destrucción del cadáver embalsamado y permanente de Chávez, podría
suponer, a medio plazo, el fin del chavismo. Ya ocurrió con el de Evita,
cadáver incómodo que había que secuestrar y que vivió (nunca peor dicho) una
suerte increíble de vicisitudes.
¿Acaso
no trata precisamente de esto, también, la restauración de arquitectura? La restauración de monumentos es disciplina
cambiante pues implica
un planteamiento intelectual frente al concepto que en cada momento presente se
tiene del tiempo pasado. Ejemplo máximo de ello supone el uso de la
restauración de monumentos como herramienta política, no solo de regímenes
totalitarios, sino también de gobiernos democráticos.
De la misma forma,
un cadáver embalsamado también es, fundamental y básicamente, una herramienta
política. Así ocurrió con los faraones egipcios, así en la cultura inca, así
con Lenin, Kim Il-Sung o Mao Tse Tung.
La consecuencia
directa de todo ello es que los monumentos, o los mitos, sobre todo aquellos
más cargados de ideología, se cubren de matices a la manera de las cebollas,
susceptibles una tras otra de ser retiradas en sentido inverso a su
crecimiento. Nada que objetar, salvo el hipócrita hecho de obviar que el
monumento también tiene un enorme valor como documento (en ocasiones mayor que
como pieza arquitectónica). Todo lo que ha ocurrido sobre él, a lo largo de su
historia, debe ser considerado relevante y digno de permanencia. Su ruina (su
muerte), en un momento dado y por supuesto, también. No la podemos, ni debemos
revertir. El restaurador contemporáneo no puede borrar completamente momentos
históricos vividos por/en el monumento. Tampoco renunciar a los compromisos y
lenguajes de nuestro propio tiempo. Esa es la idea: no puede ser falso lo que
no intenta parecerse al pasado. Al no recrear, al no reconstruir, no habrá
nunca riesgo de falsificación. Esta es la razón por la que los nuevos
arquitectos restauradores, los más dotados o los más comprometidos, cada vez
estén menos afectados del mal del reconstructivismo. La consigna debería ser,
por encima de cualquier otra, no falsificar, no reinterpretar, no mentir, no
inventar.
Hugo Chávez, no fue
un hermoso cadáver. Presentarlo de otra forma ante la sociedad venezolana sería
un atentado contra su propia credibilidad como político, sobre todo entre
aquellos que no compartieron su ideología o sus formas. La misión de los
embalsamadores era desde el inicio, imposible de cumplir.
Tras su muerte, Evita fue embalsamada por el médico Pedro Ara Sarriá (Zaragoza,
España, 1891 - Buenos Aires, Argentina, 1973), quien durante años perfeccionó
la técnica de parafinización. Veintitrés años antes había realizado con ese
mismo procedimiento la que hasta hoy es la preparación cumbre del Museo
Anatómico Pedro Ara de Buenos Aires: su “Cabeza de Viejo”. El método
original fue ideado por Leo Frederiq en 1876. También con esta técnica el
Dr. Ara embalsamó el cuerpo
del músico Manuel de Falla, fallecido en la ciudad de Alta
Gracia (Argentina) y posteriormente repatriado a España.
El 23 de mayo de 1991, Antoni González Moreno-Navarro, por aquel entonces Arquitecto
Jefe del Servicio del Patrimonio Arquitectónico de la Diputación de Barcelona (España)
impartió en el Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja de
Madrid una conferencia magistral, como la mayoría de las suyas por otra parte.
Casualmente yo, recién licenciado, estaba allí. La ponencia, oportunamente
transcrita, se tituló posteriormente “La Restauración de Monumentos a las
Puertas del Siglo XXI” y su texto íntegro, hoy fácilmente accesible por
internet, se publicó en la revista “Informes de la Construcción” de
ese mismo año[x]. Aquel
lejano día, en los primeros minutos de su intervención, el profesor González
–la persona que más ha influido en mi trayectoria profesional-, realizó una
comparación entre su método de trabajo y el del médico que reconstruyó el
cadáver de Salvador Dalí:
“…Un día oí en el televisor que alguien hablaba de restauración. No se trataba de una restauración monumental lo que allí se comentaba. No era arquitecto ni historiador el entrevistado, sino un cirujano, pero fue una auténtica restauración lo que explicó. Se trataba de la restauración -el propio doctor la bautizó así- del cadáver del pintor Salvador Dalí, fallecido pocos días antes en su Empordà natal. Por fortuna, el cirujano no entró en detalles sobre la técnica empleada en su labor restauratoria, pero expresó con claridad los criterios de su intervención.
“…Un día oí en el televisor que alguien hablaba de restauración. No se trataba de una restauración monumental lo que allí se comentaba. No era arquitecto ni historiador el entrevistado, sino un cirujano, pero fue una auténtica restauración lo que explicó. Se trataba de la restauración -el propio doctor la bautizó así- del cadáver del pintor Salvador Dalí, fallecido pocos días antes en su Empordà natal. Por fortuna, el cirujano no entró en detalles sobre la técnica empleada en su labor restauratoria, pero expresó con claridad los criterios de su intervención.
"Por causa de la enfermedad", dijo, "Dalí
llegó a tener un aspecto lamentable, convirtiéndose en una ruina. Como teníamos que
exponerlo en la capilla ardiente, ante el público, ante la televisión, pensé
que había que devolverle una imagen adecuada. Evidentemente no podía retornarle
a su juventud, con sus bigotes erguidos y su sonrisa de sorna; no por motivos técnicos" (recuerdo que
dijo el médico que sí hubiera podido hacerlo) sino por motivos de credibilidad".
"Nadie hubiera aceptado aquella imagen del genio, así que" - dijo el médico- "le devolví la imagen que tenía antes de su enfermedad, la que la gente podía recordar con ternura", ... La imagen de un Dalí mayor pero no viejo, o viejo pero no destruido.
La reconstrucción fue posible y legítima. El límite era solo cuestión de técnica, de rigor científico y, sobre todo, de intencionalidad (solo la voluntad de mostrar al difunto justificaba una manipulación que en otro caso hubiera sido gratuita).
"Nadie hubiera aceptado aquella imagen del genio, así que" - dijo el médico- "le devolví la imagen que tenía antes de su enfermedad, la que la gente podía recordar con ternura", ... La imagen de un Dalí mayor pero no viejo, o viejo pero no destruido.
La reconstrucción fue posible y legítima. El límite era solo cuestión de técnica, de rigor científico y, sobre todo, de intencionalidad (solo la voluntad de mostrar al difunto justificaba una manipulación que en otro caso hubiera sido gratuita).
¿No ocurre acaso lo mismo en la restauración monumental?...”
Restaurar un
edificio implica salvarlo de su muerte. Por eso sigue siendo, en contra de la
opinión popular, un objeto “presente” o “del tiempo presente”. De la misma
forma, embalsando un icono se pretende inmortalizar al personaje. Pero si el
cadáver no resulta exquisito, pudiera ocurrir, con el paso del tiempo, todo lo
contrario. Ya lo dijo en su momento John Ruskin, “restauración (léase
congelación, como sinónimo de embalsamamiento), es la más completa
destrucción que puede sufrir un
edificio, acompañada de una falsa descripción del objeto destruido”[xi].
El cadáver embalsamado de un Hugo Chávez devastado habría supuesto perpetuar
una derrota, mientras que consolidar ideológicamente su revolución -desde el
recuerdo de lo que dijo y no de la muerte (por enfermedad) que le derrotó-,
significaría apuntalar los avances de la Venezuela bolivariana, pues restaurar
no es sinónimo de disecar. Cuando comprendí esto, en lucha constante con la
falsificación -el mayor pecado en el que puede caer un restaurador, pues afecta
a la veracidad del edificio que entrega a la sociedad tras su intervención-, mi
taller de restauración de arquitectura intentó dejar de ejercer la taxidermia.
¿Qué es, por tanto, restaurar? En aquella
conferencia, el arquitecto Antoni González lanzó preguntas que todavía hoy, más
de 20 años después, aún resuenan en mí: ¿es acaso la restauración una forma
de observar –conforme a unas reglas prestablecidas- una arquitectura que, por
merecer protección, ha detenido su evolución?, ¿es una manera determinada
–también con sus reglas- de entender cómo actuar sobre una arquitectura de
irremediable evolución permanente?, ¿o quizás tan sólo se trata del conjunto
heterogéneo de actitudes y acciones –sin regla alguna- que tienen como
protagonista la arquitectura pre-existente?
En mis años de
docencia solía cerrar mis reflexiones sobre la restauración arquitectónica con
dos imágenes que mostraban, simultáneamente, el antes y después de una mujer
anciana que pasaba por la camilla de un conocido cirujano plástico. Imaginemos
que un edificio antiguo es, en cierto modo, como nuestra abuela más querida. Un
día, nuestra abuela se fractura, pongamos por caso, una cadera. Y aprovechando
el postoperatorio, el médico decide comenzar a tentarla con operaciones de
falso rejuvenecimiento. Digo falso porque la abuela, al fin y al cabo, tiene
los años que tiene.
Algo similar ocurre cuando nos encargan, por ejemplo, la reparación de un antiguo tejado y, aprovechando el andamio, nos ponemos a eliminar desaforadamente las pátinas de sus fachadas, consolidar sillares, reconstruir formas y volúmenes o reinterpretar espacios interiores. Total, ya que estamos allí…
Un día, el médico de nuestra abuela nos llama para comunicarnos el alta médica y que ya podemos pasar por el hospital para recogerla. Cuando llegamos a la recepción, no reconocemos a nuestra abuela porque la mujer que allí nos espera, se parece extraordinariamente a nuestra madre, o lo que es peor, a su nieta.
En la soledad de su mesa de operaciones, el Dr. Aza, frente al cadáver de Evita pensaría, inevitablemente, qué rostro del mito entregar a la sociedad: ¿la enferma prematuramente envejecida y devastada por el cáncer, el dolor y la agonía de sus últimos días?; ¿la joven actriz que enamoró al general?, o ¿la mujer que marcó un hito en la historia del pueblo argentino?
Algo similar ocurre cuando nos encargan, por ejemplo, la reparación de un antiguo tejado y, aprovechando el andamio, nos ponemos a eliminar desaforadamente las pátinas de sus fachadas, consolidar sillares, reconstruir formas y volúmenes o reinterpretar espacios interiores. Total, ya que estamos allí…
Un día, el médico de nuestra abuela nos llama para comunicarnos el alta médica y que ya podemos pasar por el hospital para recogerla. Cuando llegamos a la recepción, no reconocemos a nuestra abuela porque la mujer que allí nos espera, se parece extraordinariamente a nuestra madre, o lo que es peor, a su nieta.
En la soledad de su mesa de operaciones, el Dr. Aza, frente al cadáver de Evita pensaría, inevitablemente, qué rostro del mito entregar a la sociedad: ¿la enferma prematuramente envejecida y devastada por el cáncer, el dolor y la agonía de sus últimos días?; ¿la joven actriz que enamoró al general?, o ¿la mujer que marcó un hito en la historia del pueblo argentino?
Ese debate,
trasladado a la mesa arquitectónica de proyectar, es el mismo al que debieron
de enfrentarse los expertos rusos que han desestimado el embalsamiento de
Chávez, alegando problemas técnicos que hoy yo, sinceramente no me creo[xii].
En la noche del 15 de marzo el gobierno venezolano en funciones desechó
oficialmente el embalsamamiento “porque para ello el cuerpo debería
permanecer en Rusia entre 7 u 8 meses”.
Pero dicho esto,
comparto la decisión de simplemente enterrarlo. Una victoria sobre sus
enemigos, pues el cadáver de Chávez, y por tanto su memoria, estará así a salvo
de una probable, con el paso de los años, profanación.
[i] Nicholas
Ray, guion de la película Knoch on any door, 1949. Frase atribuida erróneamente
a James Dean, quien en realidad simplemente dijo “hay que vivir deprisa, la muerte llega pronto”. En su caso, tuvo
razón, pero no siempre es así.
[ii] Al día
siguiente de conocerse la noticia, algunos expertos internacionales ya
comentaban a los medios de comunicación que la decisión se debía de haber
tomado antes del fallecimiento, al objeto de tener preparados, con anterioridad
al desenlace, el personal y los recursos técnicos necesarios.
[iii] Nicolás
Maduro, vicepresidente de Venezuela, 7 de marzo de 2013.
[iv] Marina
Waisman (1920-1997), fue una arquitecta, teórica y crítica de las nuevas
corrientes de reflexión arquitectónica sudamericana. Emprendió su actividad en
torno a los SAL (Seminarios de Arquitectura Latinoamericana) gracias a los que
fue galardonada con el Premio América de Historia y Preservación del Patrimonio
de la Universidad Católica de Córdoba (Argentina).
[v] Patrimonio, Prohibido No tocar.
Revista de la Sociendad Central de Arquitectos, nº 246, agosto 2012.
[vi] Cronocaos.
Muestra desarrollada por OMA y AMO enfocada en la preservación y el rol de los
arquitectos. Rem Koolhass y su equipo. Bienal de Venecia 2010, posteriormente
exhibida en Nueva York.
[vii] Arquitecta
Giulia Foscari, desde 2009 forma parte del equipo de OMA (Office for
Metropolitan Architecture). Revista de Arquitectura, nº 246, Patrimonio,
Prohibido No Tocar, págs.. 162 y 163.
[viii] Luiz
Inácio Lula da Silva, The New York Times, 7 de marzo de 2013.
[ix] Y en
esta parte, el presente artículo es deudor de uno anterior, año 2005, escrito
en colaboración con mi amigo el Dr. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, con
motivo del Congreso Internacional de Hispanistas que se celebró en Cracovia,
Polonia, entre el 14 y 16 de octubre de aquel año. Se llamó nuestro trabajo:
“Contra la mal llamada Novela Histórica”.
[x] Informes
de la Construcción, Vol. 43, número 413, mayo/junio 1991, págs. 5 a 20, Antoni González
Moreno-Navarro.
[xi] Ruskin, John (1819-1900), Seven lamps of architecture, 1849.
[xii] “Queda descartada la opción de embalsamar el cuerpo del comandante
Chávez luego del informe de una comisión médica rusa”. Ernesto Villegas,
Ministro de Comunicaciones e Información del Gobierno de Venezuela, noche del
15 de marzo de 2013.
lunes, 18 de marzo de 2013
Argentina - Venezuela
La presidenta argentina escribió en su Twitter, apenas se confirmó la muerte del comandante, lo siguiente:
Chávez fue el mejor amigo que tuvo Argentina cuando todos le soltaron la mano.
Y en ese Twitter, con pocas palabras, se explica mucho de la relación entre Venezuela y Argentina, durante los últimos años. Más allá de lo que piensen los enemigos (mucho más que adversarios) de ambos, en los últimos tiempos, algo importante, muy importante, ocurrió en América del Sur.
Héctor Soto, crítico de cine
Para mi, toda la carrera de John Wayne, mi admirado y querido John Wayne, se resume en la última escena de Centauros del Desierto (The Searchers, conocida en Hispanoamérica como Más corazón que odio. La película está considera uno de los grandes westerns de la historia del cine. Para Steven Spielberg, "la mejor película de la historia").
Quizá por eso me he detenido en las declaraciones del crítico chileno, Héctor Soto. Me ha gustado lo que he leído:
Es parte del arte moderno y del cine moderno, una mayor autoconciencia. En cierta medida hay quienes dicen que el cine moderno es una reflexión sobre el cine. Para mí básicamente el cine ha sido una forma de descubrir el mundo y una manera de iniciación a la vida. Yo soy hijo de una noción del cine en un país que era un pueblo chico, clausurado, sin comunicación con el exterior y donde este arte era uno de los pocos canales de comunicación con el exterior. Pero también es iniciación, porque así como en los años cuarenta probablemente los jóvenes se iniciaban en un burdel yo me inicié en el cine. La inocencia la gané y la perdí en el cine. Hoy en día el cine es otra cosa.
Sí, porque el cine es probablemente el gran arte de nuestros tiempos, muy democrático, muy popular, y muy contaminado por la biografía de cada cual. Nuestra historia de vida está hecha también de películas, entonces ahí hay un terreno que diría es sagrado, de cada espectador. En la percepción de las películas a los 15, a los 20, a los 25 años están muy cargadas de la experiencia de cada época, y esa es una zona inviolable, maravillosa.
El tiempo es drástico, muy severo con el cine. No son muchas las películas que envejecen bien. Pero también hay que distinguir, porque el cine es un arte que está muy asociado a las modas, a las ondas, a fenómenos más o menos pasajeros. Hay que tratar de separar cuando uno ve películas antiguas eso que hay de tributo espurio a la época y quedarse con lo sustantivo. En general, hay autores que envejecen bastante bien: John Ford, Hitchock, si le sacas tres o cuatro películas de la última época. Tengo dudas con Truffaut.
Fuente: El Mercurio, Chile, 17 de marzo de 2013
Renovarse o Morir
Santiago, Chile, barrio Yungai, bazar "La Madrileña", por no existir ya, no existe ni en internet. No hay fotos que encontrar en la red. Elijo una, en blanco y negro, de otro lugar, de otro país, de otra ciudad.
Da igual. La historia es la misma. En San Pablo con Herrera languidece un viejo bazar. 97 años de negocio. Apenas 10 personas al día cruzan sus puertas. Y no todas para comprar. El vendedor actual, lleva 62 años tras el mismo mostrador.
Dentro de la tienda, en un mundo marcado por las modas, aún cuelgan viejos trajes confeccionados décadas atrás. Es el local más antiguo del barrio de Yungay.
Cuando el último de sus dueños muera, su negocio morirá con él.
Luis Cercós
Santiago, Chile
Morris L. West (Australia, 1916-1999)
Morris L. West, el autor más leído de Australia (60 millones de ejemplares vendidos, 30 títulos escritos) sirvió en inteligencia durante la II Guerra Mundial. Y debió de ser un magnífico analista, pues predijo en dos ocasiones, el futuro de la Iglesia Católica.
En "Las sandalias del pescador", anticipó con 15 años de adelanto, la elección de un papa eslavo. En "Eminencia" (1999), hace 14 años, la elección de un papa argentino y jesuita. Increíble, ¿no?
Eminencia narra lo que sucede tras la enfermedad terminal del Papa reinante, cuando la curia vaticana se debate qué hacer para elegir a su sucesor. En Argentina, las Madres de Plaza de Mayo quieren llevar a tribunales a un Cardenal vinculado a la desaparición y muerte de ciudadanos durante la Dictadura militar argentina. El cardenal trasandino Lucas Rossini trabaja en el caso y se involucra tanto, que debe dejar el país y se instala en El Vaticano, donde poco a poco se convierte en uno de los más cercanos al enfermo Papa y en su sucesor tras su muerte.
Luis Cercós
Santiago, Chile
Chile - Argentina
Leo en la sección de Cartas al Director del diario El Mercurio (Chile, 17 de marzo de 2013), lo siguiente:
Los chilenos siempre buscamos las mejores razones para dejar de admirar a los argentinos, pero siempre aparece alguna nueva razón que nos obliga a hacerlo. Gabriel Guiloff. Chile.
Graham Hill, 38 m2
Graham Hill, millonario antes de cumplir los 30, cuenta como su mansión y sus bienes le impedían ser feliz. Hoy vive en 38 m2 bien organizados. Lo explica así:
Yo vivo en un estudio de 38 m2. Duermo en una cama que se despliega desde el muro. Tengo 6 camisas. Tengo 10 bowls poco profundos que utilizo para las ensaladas y platos principales. Cuando tengo invitados a comer, extiendo la mesa plegable del comedor. No tengo ni un solo CD o DVD y me queda el 10% de los libros que tuve alguna vez.
Para mí, se requirieron 15 años, un gran amor y muchos viajes para deshacerme de todas las cosas no esenciales que había coleccionado y ahora vivo una vida más rica, mejor, más satisfactoria con menos.
Hoy vivo con lo mínimo y viajo con pocas cosas. Tengo mucho más tiempo y también más dinero. No cambiaría ni un segundo que pasé recorriendo con ella las calles de Bankog por nada que haya tenido.
En mi departamento, con solo 38 m2, puedo alojar a cuatro personas cómodamente y a menudo organizo comidas o cenas para 12. Mi casa está bien construida, es asequible y tan funcional como espacios habitacionales con el doble de metros cuadrados.
Tengo menos y disfruto más.
Mi espacio es pequeño. Mi vida es grande.
Grahan Hill es el fundador de LifeEdited.com y TreeHugger.com
Fuente: El Mercurio, Chile; The New York Times.
Luis Cercós
Santiago, Chile
viernes, 15 de marzo de 2013
Reintegraciones Cromáticas (VI)
A propósito de la recuperación de los revocos históricos en una fachada del centro histórico de Santiago de Chile.
Armonía Cromática
La armonía cromática, o "armonía de los colores", es concebida como el conjunto de técnicas que se aplican en la creación de una gama cromática para lograr equilibrio en la interacción de los colores que la componen. También se denomina así al efecto estético de calma que ese equilibrio produce en el espectador. Suelen emplearse también las designaciones armonía del color y armonía del colorido.
La tradición de la armonía cromática ha implicado, a lo largo de la Historia del Arte, una incorporación sucesiva de conceptos, entre los que destacan: el ajuste cromático, la complementariedad, la extensión cromática, el acorde cromático y la coloración.
El concepto de ajuste cromático constituye un principio de la armonía del color. Se basa en la obtención de una proporción y correspondencia óptimas entre los colores.
La idea de complementariedad armónica se relaciona con el contraste que percibimos en las diferentes tonalidades de un mismo color.
El concepto de extensión cromática alude a las dimensiones de los coloridos, tanto en términos geométricos como sinestéticos. La sinestética es la percepción conjunta o interferencia de varios tipos de sensaciones de diferentes sentidos en un mismo acto perceptivo. Un sinestésico puede, por ejemplo, oír colores, ver sonidos o percibir sensaciones gustativas al tocar un objeto con una textura determinada. No es que lo asocie o tenga la sensación de sentirlo: lo siente realmente.
El acorde cromático consiste en un colorido que posee una proporción conveniente entre los colores que lo componen.
Por último, se da el nombre de coloración a la forma en que cada color se encuentra combinado de forma ajustada con otros en un colorido.
La idea de complementariedad armónica se relaciona con el contraste que percibimos en las diferentes tonalidades de un mismo color.
El concepto de extensión cromática alude a las dimensiones de los coloridos, tanto en términos geométricos como sinestéticos. La sinestética es la percepción conjunta o interferencia de varios tipos de sensaciones de diferentes sentidos en un mismo acto perceptivo. Un sinestésico puede, por ejemplo, oír colores, ver sonidos o percibir sensaciones gustativas al tocar un objeto con una textura determinada. No es que lo asocie o tenga la sensación de sentirlo: lo siente realmente.
El acorde cromático consiste en un colorido que posee una proporción conveniente entre los colores que lo componen.
Por último, se da el nombre de coloración a la forma en que cada color se encuentra combinado de forma ajustada con otros en un colorido.
En la concepción general y en la terminología de la armonía de los colores se encuentra fácilmente una poderosa connotación de la musicalidad sinestética consustancial al color y al colorido, un fenómeno presente, de manera muy especial, en la cultura occidental. Esto explica que la armonía de los coloridos se asuma, incluso en nuestros días, bajo la influencia del clasicismo (como el arte de formar y enlazar los acordes de colores).
La gran influencia de los conocimientos aportados por la Ciencia del color a todos los campos artísticos y técnicos en los que tiene aplicación directa (fundamentalmente en las Artes visuales y en el Diseño), determina que la armonía de los colores se encuentre hoy más cerca de la cromatología iconolingüistica (estudio del lenguaje visual desde varias perspectivas científicas cognitivistas, fundamentalmente a partir de los criterios y conceptos contemporáneos), que de las teorías tradicionales del color.
Fuente: wikipedia.
Luis Cercós, para Moguerza Constructora SpA
Santiago, Chile
Luis Cercós, para Moguerza Constructora SpA
Santiago, Chile