De vez en cuando una película entra en contacto contigo de tal manera que se introduce en los sueños que tienes durante la noche siguiente a su visionado. Me pasó pocas veces pero sí alguna: Citizen Kane, Orson Welles (1941); This land is mine de Jean Renoir (1943), Laura de Otto Preminger (1944), The quiet men de John Ford (1952); Paths of Glory y Spartacus, estas dos últimas de Stanley Kubrik (1957 y 1960, respectivamente) o Pulp Fiction de Quentin Tarantino (1994). De manera que no puedes evitar la tentación de volver a verlas una y otra vez. La última película que se introdujo en mi descanso nocturno fue Ratatouille (Disney-Pixar, 2007). Me ocurrió en Buenos Aires (Argentina) cuando vi con mi mujer por primera vez la historia de ese admirable ratón empeñado en luchar contra su asqueroso destino y el de su propia especie. Sí, esa maravillosa historia de la que Ferrán Adriá dijo que representa el ritmo de una cocina de un restaurante de prestigio como ninguna otra vez había visto en el cine.
“Up”, la última película de dibujos animados de esos genios de Pixar me volvió a gustar. No tanto como otros de sus nueve anteriores trabajos, pero también me gustó. Sobre todo la maravillosa historia de amor entre un hombre y una mujer que se conocieron de niños con la que empieza la historia. Toda una vida contada en cinco maravillosos minutos que son todo un alegato al cine como arte. Sólo acompañamiento musical en unos minutos mudos que nos recuerdan que para hacer cine no siempre se necesitaron efectos especiales, altísimos presupuestos y miles de dólares. Es evidente que “Up”, como todas las películas del tándem Disney-Pixar no son películas baratas, pero dentro de ellas hay tantas cosas que es una suerte tener hijos y por tanto una excusa para llevarles al cine.
Pero es evidente que no se puede traer a “Up” a un blog de arquitectura solamente por eso. Tampoco porque el viejo protagonista se parezca a mi querido Spencer Tracy o porque el malo esté inspirado en uno de mis más míticos actores: Kirk Douglas.
Traigo a “Up” a este blog porque la historia que cuenta es una historia real, la de Edith, una anciana de 86 años a la que le ofrecieron 1 millón de dólares por su propiedad. ¿Para qué quería esa mujer, a sabiendas de que moriría poco después, todo ese dinero? Finalmente, ante las reiteradas negativas de la propietaria, los constructores decidieron realizar el complejo de todos modos rodeando su casa (en la foto decorada con globos para reconocer los antecedentes y anunciar el lanzamiento de la película).
Y también porque la película tiene mucho de los que son mis proyectos: la rehabilitación de viejas viviendas (como en It's a wonderful life de Frank Capra, 1946), viviendas transportables, viviendas reciclables, viviendas trashumantes. Viviendas que transformadas en hogares, resumen la vida de quienes allí la pasaron. Ojalá, algún día pueda yo mirar atrás y sonriendo escupir a la cara de los especuladores todos sus asquerosos y apestosos millones de euros.
Porque yo, como dijo una vez Jorge Valdano, a veces también quiero ser un dibujo animado.
Y en eso estamos mi mujer y yo, buscando una casa con la que comenzar la aventura que nos resta por vivir.
Luis Cercós (LC-Architects)
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