No había oído hablar de Gay Talese (http://es.wikipedia.org/wiki/Gay_Talese) hasta que ayer vi una foto suya en el suplemento cultural de El País (Babelia, 15 de mayo de 2010). Me llamó la atención su delgadez, el color de su traje y las solapas de su chaleco, pues en cierto modo coincidía estéticamente con el tiempo en el que me podía permitir el lujo de diseñar mi propia ropa y encargarla a quien durante doce años fue sastre y en cierto modo, mi amigo. Hace unos meses supe de su fallecimiento y quedé huérfano de piel, pues ya no sé a quién confiar mi apariencia.
De todo eso sabe mucho Gay Talese pues fue hijo de sastre italiano y madre dependienta del negocio de moda familiar (en la foto de familia con sus padres, Josheph y Catherine, y su hermana Marion, caminando en 1940 al borde del mar, en Atlantic City:
“Las clientas de mi madre le contaban sus problemas y frustraciones, y con ellas aprendí a interesarme por las preocupaciones del ciudadano común”.
Leyendo la entrevista descubrí a un tipo fascinante, apasionado por un trabajo, el suyo, que aprendió de manera autodidacta y al que se dedicó en alma y cuerpo:
“La contra entrevista sólo pudo ser abortada invitándole a hablar precisamente de relaciones, un tema en el que indagó durante casi diez años para escribir el libro La mujer de tu prójimo (Grijalbo), su mayor best-seller. Con él Talese se metía directamente en la cama de los estadounidenses –a los que citaba con nombres propios y reales-, haciendo una crónica de su país en los años setenta y para el que practicó abiertamente relaciones con otras mujeres, vivió en una comuna de amor libre y fue propietario de dos saunas. Su matrimonio sobrevivió al terremoto de aquella experiencia y se dispone a explicar los detalles en el libro escribiendo (aún sin título ni fecha), con la sencilla frase:
- Creo que es una buena historia”.
El caso es que andaba dándole vueltas al tipo este y buscando la manera de relacionarlo con la construcción o con la arquitectura (que aunque parezca lo mismo, no lo es) y lo encontré en uno de sus libros: The Bridge, una crónica de la construcción del puente de Verrazzano, el más largo de los puentes colgantes de Estados Unidos, para lo cual habló con todos sus anónimos protagonistas.
“Escribir sobre Obama es muy fácil porque el personaje es apasionante. Pero ahí no hay desafío”.
O lo que es lo mismo intentar cada día “dar liebre por gato”, la frase que utilizamos en nuestro estudio (heredada de mi profesor Gerardo Ayala, que a su vez la escuchó de Alejandro de la Sota) cada vez que aceptamos un nuevo encargo. Porque historias como la de Gay Talese, el autor de Frank Sinatra está resfriado, está llena de aparentemente pequeños encargos: boxeadores olvidados, escritores de obituarios, o de los anónimos trabajadores de la construcción que construyeron el puente que une Brooklyn con Staten Island. O como dijo Arthur Ashe en 1993, poco antes de morir, tenista afroamericano que ganó tres Grand Slam, comprometido en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, arrestado en varias ocasiones por sus protestas en contra del racismo o, como consecuencia de su enfemedad, activista en la recaudación de fondos para luchar contra el SIDA:
"No quiero ser recordado por mis logros tenísticos, eso no es ninguna contribución para la sociedad".
Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com/