“Metáfora”, palabra que suena bien es, además, una de mis favoritas, por lo que tiene de didáctica la sugerente comparación entre objetos, ideas o conceptos. En cierto modo, eso es lo que me interesa del deporte: no tanto el ranking, el resultado o la competición, sino lo que se esconde tras de todo ello: diversión, esfuerzo, espíritu de superación, trabajo en equipo.
El ejército chileno está estos días representado por 23 voluntariosos muchachos al mando de un general argentino y bajo la mirada de la ex presidenta del Estado. En otras circunstancias, este enunciado sería completamente tenebroso, pero hoy simplemente responde al hecho de que Michelle Bachelet está compartiendo hotel con la selección de su país, al mando de los cuales está el loco Bielsa, un hombre que dice no ser un apasionado del fútbol sino simplemente un apasionado y cuya forma de ser y de dirigir me resulta enriquecedora:
“Los entrenadores (sustitúyase por “profesores, directivos, jefes, padres”) podemos cometer dos pecados: hacer caminar a jugadores (“alumnos, subordinados, hijos”) que vuelan, o hacer volar a jugadores que caminan. La capacidad de pensar es la única que no puede perder un entrenador”.
Cambiando el verde pasto de una cancha de fútbol por el césped de Wimbledon (Londres), donde estos días se celebra el más famoso de los torneos de tenis, nos encontramos con dos colosos hasta ahora desconocidos, el estadounidense John Isner y el francés Nicolas Mahut, quienes han jugado el partido más largo de la historia: 6-4, 3-6, 6-7(7), 7-6(3) y 70-68; a lo largo de tres días distintos, 11 horas y 5 minutos de juego efectivo.
“Hemos jugado el mejor partido en el mejor torneo”
Algo así como haber sabido estar a la altura de las circunstancias en sus aparentemente secundarias y hasta ahora quizá mediocres carreras como tenistas profesionales. En fin, como la de cada uno de nosotros, entrenándonos y aprendiendo hasta el día en que podamos considerarnos padres absolutos y orgullosos del trabajo que resumirá nuestras vidas.
Arbitrando ese partido había un hombre inteligente, Mohammed Alami, el juez de silla, ejemplo para todos aquellos que reclaman billetes de clase A por su condición de imprescindibles directivos de sus empresas:
“Vuelo siempre en clase turista. Siete horas sentado en una silla no son nada. Lo hacen miles de personas todos los días”.
Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com/
luiscercos@hotmail.es
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