El pasado 29 de abril murió en París, el pintor, grabador e historiador del arte, Avigdor Arikha (n. el 28 de abril de 1929) y le menciono hoy porque su vida y su obra me sirve para continuar con la tesis que hace unos días enunciábamos sobre la importancia de alcanzar nuestros objetivos (personales y profesionales) a través de intervenciones cada vez más sencillas (http://lc-architects.blogspot.com/2010/06/less-is-more.html). O quizás deberíamos decir mejor decir, cada vez más sintéticas (etimológicamente, perteneciente o relativo a la síntesis).
Nacido en el seno de una familia judía germanohablante en lo que hoy es Rumanía fue deportado junto a su familia en 1941 a un campo de concentración de la Ucrania occidental donde falleció su padre. Él pudo sobrevivir gracias a los dibujos que hacía de su experiencia del destierro, los cuales fueron mostrados a los delegados de la Cruz Roja. Debido a esto, su hermana y él mismo fueron liberados y trasladados a Palestina en 1944. Entre 1944 y 1948, vivió en el kibutz Ma'aleh Hahamishah y fue herido de gravedad en la Guerra árabe-israelí de 1948.
De 1946 a 1949, asistió a la Bezalel School of Arts and Crafts de Jerusalén, donde aprendió los métodos de la Bauhaus (tenemos pendiente un artículo sobre su influencia en la arquitectura israelí). En 1949, obtuvo una beca para estudiar en la École des Beaux-Arts de París, ciudad donde fijó su residencia definitiva.
Pero las vicisitudes de Arikha con ser importantes en su desarrollo como hombre y como artista no son el motivo por el que lo cito hoy sino, fundamentalmente, por su permanente enfrentamiento intelectual contra sí mismo, lo que le hizo replantear completamente su profesión y abandonar sus postulados abstractos iniciales.
En efecto, en 1965, dicen que espoleado por la contemplación en el Louvre de La resurrección de Lázaro, de Caravaggio, entró en crisis y dejo de pintar cuadros, durante 7 años hizo solo dibujos, casi todos en blanco y negro y solo volvió a los cuadros cuando fue capaz de enunciar su manera particular de buscar la esencia:
- No usar más de cuatro o cinco colores
- Empezar y terminar la obra en el mismo día
- Retratar solo lo que tenía delante y podía, además de ver, tocar y oler.
Articulados que debidamente matizados servirían para otras especialidades artísticas y, en lo que a nosotros concierne, la arquitectura:
- No transformar las obras en un catalogo de materiales,
- Sumergirnos en un proyecto de manera exclusiva sin distraernos con otros hasta no haber encontrado un camino sobre el que transitar
- No proyectar sin conocer al cliente, visitar el entorno y, en el caso de intervenciones sobre edificios antiguos, vivir un cierto tiempo dentro de ellos.
O cómo dijo ayer mismo dijo Glenn Murcutt en Pamplona, España (Congreso “más por menos”, organizado por la Fundación Arquitectura y Sociedad):
Yo estoy solo. Y vengo a decirles a los jóvenes que se puede ser arquitecto de otra manera. Hace 40 años me vaticinaron que no sobreviviría sin crecer. Hoy puedo decirles que hay futuro (vida) más allá de los grandes proyectos.
Claro que sí.
Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com/
luiscercos@hotmail.es
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