Las ratas viven en nuestras ciudades con nosotros. Las ratas son urbanas, como nosotros. Las ratas también tienen casas, como nosotros.
Las alcantarillas y los vertederos son las casas de las ratas. A los humanos nos repugnan las ratas porque viven entre nuestra mierda, rodeados de las cosas que tiramos a la basura. Normalmente nunca salen de casa. Sólo cuando tienen comida más fácil en otro sitio o cuando los humanos rompen sus casas con maquinaria pesada o cuando abren las tapas de las alcantarillas. Los grandes proyectos inmobiliarios destruyen el hábitat de las ratas y las ratas emigran a otros sitios. A veces, por delante de nuestros ojos. Qué asco, ¿verdad?
Los humanos no suelen abandonar su hogar. Salvo para encontrar alimento en otro sitio o cuando la maquinaria pesada de guerra destruye sus casas.
Las ratas son promiscuas, como los hombres. Las ratas comen mucho, como los hombres. Cagan mucho, como los hombres. Y viajan poco, también como la mayoría de los hombres.
Las ratas son feas, como los hombres. Como los hombres vistos a través de los ojos de una rata. A las ratas no les gustan los hombres. A los hombres no les gustan las ratas.
Pero ambos, hombres y ratas, se reparten el poder de la ciudad.
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