Me encuentro en la madrugada del sábado al domingo, con algo de sueño pero con ganas de escribir sobre una semana interesante. Más quizá la que tenga que venir que la que ahora se marcha. No por nada, sino porque el pasado ya no existe, el presente tiene la vida muy corta y del futuro dependerá la forma en la que sigamos siendo, o no, lo que queramos ser o lo que no nos atrevamos a conseguir.
Mis dos hijas mayores están durmiendo en la habitación de al lado y, a estas horas, probablemente, al otro lado del mundo, 5 horas menos, en inversa estación climatológica (aqui verano, allá invierno) también hagan lo mismo los dos pequeños, a quien hace ya mucho tiempo que no puedo besar.
Entre unos y otros, mi mujer también emprende viaje en estos momentos hasta un lugar en el que podamos vernos y hablar de todo lo que nos rodea y nos espera.
Decía, o al menos quería decir, que la semana pasada empezó con una gran noticia. Una persona muy querida por mí alcanzaba el techo de su profesión cuando otros ya llevan al menos un año jubilados. Hoy por la mañana he leído la noticia que otro, no querido pero sí no menos admirado, encontraba su lugar bajo el sol en los comentarios radiofónicos de la nueva temporada, solo tres meses después de haber sido despedido injusta e impresentablemente.
En consecuencia la suerte, buena o mala de ayer, se transforma en lo contrario al cabo de pocos meses. Quizá solo de unos cuantos días. Incluso el cese o la triste despedida puede significar, increíblemente, el inicio del viaje hacia la mayor meta de nuestra vida.
Ahora, a mi edad, parece que ya he aprendido a ser paciente, aunque no hace mucho que he comenzado a intentar resolver las cosas de una en una. Como debe ser. O al menos, como se supone que es posible hacer las cosas cuando todo lo que te rodea parece confundirte en la duda y en el caos.
Estoy seguro de que todo esto es pura temporalidad, pero no tengo tan claro que mi futuro sea claro u oscuro. Nadie lo sabe, pero estoy tranquilo. Las cosas no las estoy haciendo tan estratégicamente mal como antes, ni se me ha olvidado ejercer mi profesión. Más bien al contrario. Cada vez tengo más conciencia de que empiezo a alcanzar la ansiada madurez.
Luis Cercós (LC-Architects)
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