lunes, 31 de octubre de 2011

peQUEñas LECCIOnes de ARQUItectura: la escalera (Tusquets, Cortázar, Weston)

Fotografía: http://nomadas.abc.es/usuario/juanjesuspalacios/


El mes pasado compré en una de esas cafeterías con tienda de una conocida cadena de comida semirápida un libro revelador, 100 ideas que cambiaron la arquitectura (Richard Weston, Editorial Brume, 2011). Digo revelador porque se acerca a esta disciplina de una manera sencilla considerando como ideas revolucionarias pequeños conceptos asumidos como normales y que sin embargo no lo son en absoluto: la chimenea, el pavimento, el muro, la columna y la viga, la puerta, la ventana, el ladrillo, el arco, la bóveda, la cúpula, el patio y muchos más. Uno de esos avances tecnológicos es, en el libro el “invento” número 8, la escalera. Hablemos un poco de la escalera.


Dice el autor citado que es muy probable que la primera escalera se inspirara en las escaleras de mano de madera y estuviera compuesta por tramos rectos. La llamada escalera de “ida y vuelta”, que actualmente puede verse en prácticamente todos los edificios de varias plantas, era ya usual en la arquitectura romana, aunque dejó de usarse en la Europa medieval, en la que curiosamente era más común la escalera de caracol (o helicoidal). Vitribuo advirtió del peligro de la escalera y Alberti las consideraba más una molestia a la que uno debía adaptarse que una oportunidad de expresividad arquitectónica. Vasari y Scamozzi, en cambio, compararon las escaleras con las venas y las arterías del cuerpo humano.

Oscar Tusquets Blanca (http://www.tusquets.com/) es, entre otras muchas cosas, arquitecto, diseñador, pintor y escritor. Pero en lo que a mí respecta es el autor de una frase y de una exposición que no he olvidado. La frase, que más adelante repetiré (más o menos de memoria), se la leí allá por 1998, en el prólogo del libro “Guía Práctica de la Cal y el Estuco” editado por el Centro de los Oficios de León (http://www.centroficios.com/). En aquel momento yo me consideraba un experto en revestimientos continuos, leía todo lo que se publicaba y todavía creo recordar el contenido de la introducción que Oscar Tusquets escribió para su amigo Oriol García i Conesa, mestre artesà estucats (http://www.estucsoriolgarcia.com/), “hace tiempo que tengo la sensación de que solo me parecen verdaderamente cultos los hombres que saben hablar de la forma en que se ganan la vida”, pues en el resto de los casos suele ser impostura. Estoy de acuerdo con él.

Me cayó bien Tusquets desde aquel momento y por eso visité con enormes ganas la exposición que entre octubre de 2001 y enero de 2002 ideó para el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (http://www.cccb.org/). No me decepcionó. La exposición y el libro que se editó para la ocasión eran magníficos:

“La escalera es una pieza arquitectónica fascinante y a la vez dificilísima, quizás el elemento que ha dado lugar a los espacios más memorables de la historia de la arquitectura. Un desafío que ha supuesto el padecimiento y el deleite de arquitectos de todas las épocas y de todos los continentes. Pero muy probablemente ya no será así a partir de ahora, pues la escalera es un espacio en vías de extinción. En vías de extinción porque está dejando de ser un “pezzo di bravura” para convertirse en un espacio de servicio, puramente funcional, marginal, asilado y casi estandarizado. Hemos pasado –por varias razones, pero sobre todo por culpa de las ordenananzas de protección y evacuación contraincendios- de considerarla el corazón del edificio a proyectarla como un cuadro de instalaciones.


Este libro es un réquiem, un recuerdo emocionado a tantas escaleras que han llenado páginas de historia, no sólo de arquitectura, sino también de la literatura, la pintura o el cine”.

Ya os contaré en otra ocasión los recientes avatares con y contra la administración pública y la incompatibilidad municipal entre normativa y protección, pero para no entristeceros hoy más de la cuenta recordemos la manera en la que los humanos subían esos ingenios del pasado que llamaban “escaleras” (Julio Cortázar, Historias de Cronopios y de Famas, Instrucciones para subir una escalera, 1962):

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquier otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.

Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).

Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

Muchas gracias Sr. Cortázar. Reiteramos las gracias al Sr. Tusquets. Y con relación a la escalera, pues que descanse en paz. De Richard Weston hablaremos muchas veces en próximas entradas.

Luis Cercós (LC-Architects)



Oscar Tusquets Blanca y otros, Requiem por la escalera, Barcelona, 2001.


Julio CORTÁZAR, Historias de Cronopios y de Famas, 1962, Instrucciones para subir una escalera.


Richard WESTON, 100 ideas que cambiaron la arquitectura, Blume, 2011.

FOTOGRAFÍA. La fotografía que ilustra esta entrada se ha encontrado en http://nomadas.abc.es/usuario/juanjesuspalacios/

Marcelino Camacho, un año después y todo sigue igual, o mucho peor

Marcelino Camacho Abad
IN MEMÓRIAM (Osma-La Rasa, Soria, 21 de enero de 1918 – Madrid, 29 de octubre de 2010)




Ayer hizo un año del fallecimiento del lider sindical español, luchador contra el franquismo, Marcelino Camacho, fundamentalmente un hombre bueno. Supé hace un año de su fallecimiento en el aeropuerto de Barcelona (¿qué coño hacía yo hace un año en Barcelona?. Eso no lo recuerdo).

Como dije aquel día al escribir la noticia en este blog, supe al comprar un diario tardío y vespertino, del fallecimiento de aquel con el que me crucé varias veces cuando yo era niño: Marcelino Camacho Abad, quizá porque él vivía cerca de nuestra casa, quizá porque lo hacía alguien muy cercano a él, quizá por coincidencias del destino, quizá porque Madrid no es una ciudad demasiado grande, ni demasiado hermética.

Le recuerdo, cosas de niños, con el pelo cano y un jersey de lana grueso, aparentemente tejido por alguien de su familia, quizá su mujer. Seguro que sí, tejido por su mujer. Le recuerdo caminando solo, por la mañana, con la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo, con aire cansado, con esa mirada perdida que tienen los hombres a quienes la vida o las circunstancias les han robado bienes que no se pueden recuperar: un poco de tiempo, muchas ilusiones, algunas esperanzas, parte de la infancia de sus hijos, recuerdos que se confunden con anhelos, días de sol.


Un día le vi con una barra de pan bajo el brazo. Me llamó la atención, cosas de niños, que un hombre que salía en televisión tuviera tiempo para comprar el pan por las mañanas y le imaginaba recibiendo la misma orden que mi madre me daba a mí, de vez en cuando.

- Luis Francisco (que así me llamaban en casa, porque ese es mi nombre compuesto) baja a comprar el pan.
- Sí mamá. Luego bajo.
- No, luego no. Ahora.

Qué curiosas resultan las cosas que quedan alojadas en la memoria de los niños. Instantes aparentemente sin importancia que quedan grabados en lo más profundo de nuestro ser.
Siempre me pareció Marcelino Camacho un hombre bueno y estoy absolutamente seguro de que lo era. El pasado 19 de septiembre lo mencioné con admiración en este mismo blog (http://lc-architects.blogspot.com/2010/09/sindicalismo-y-politica.html), pero no recalé en lo avanzado de su edad ni en lo deteriorado de su salud. Hoy he sabido que vivió los últimos años de su vida en un edificio de Majadahonda (Madrid), junto a su mujer, Josefina Samper, tras tener que abandonar el piso del barrio obrero de Carabanchel donde vivieron casi toda su vida por no tener ascensor.

Me apetece repetir hoy la frase que pronunció en 1973 tras pasar 9 nueve años en la tristemente célebre cárcel de aquel mismo barrio, acusado y juzgado por practicar dos actividades malignas prohibidas durante el franquismo: el sindicalismo y la política.

Ni nos doblaron, ni nos doblegaron, ni nos van a domesticar.

Ni un premio Nobel de literatura, puede enlazar mejor esos tres verbos: doblar, doblegar, domesticar.

La España democrática le debe algunas cosas a este hombre. En lo que a mí respecta, le debo el recuerdo de un jersey de lana gruesa, tejido a mano, regalo de alguien que nos quiere de verdad, símbolo y metáfora de lo que me gustaría llegar a ser alguna vez: un hombre bueno en el sentido más amplio del término, si la vida me da el tiempo, la suerte y la fortaleza necesarios para conseguirlo. Porque solos, lo que se dice solos, no podemos.

El próximo 20 de noviembre (fecha de conmemoraciones indigeribles, otro guiño del destino), el mapa político española va a cambiar. Yo, en la próxima legislatura, no voy a vivir aquí, pero sí las 2 mayores de mis hijas. Aunque solo fuese por eso, estaré en Madrid muchas veces. No me gusta el destino próximo de esta ciudad. No confío en las cabezas que lo van a dirigir. Y no porque sean mujeres, sino porque son neoliberales.

Pero bueno, esas son las cosas de la democracia. Unas veces nos gustarán más y otras veces menos, aquellos que nos gobiernen. A gente como D. Marcelino le debemos el inicio pacifico de nuestra transición y ahora nos toca a otros intentar subir el listón de la calidad democrática.

Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com/

Iglesia de Cervera del Llano (Cuenca)

 

Hace unos meses cayó el campanario de la Iglesia de Cervera del Llano en Cuenca. Esa pieza es ya insustituible. Para dolor de los vecinos y dada la situación económica de la Junta de Castilla-La Mancha y de España en general, soñar ahora con proyectos de reconstrucción (falsos históricos incluidos) es impensable. Pero una cosa es renunciar a la reconstrucción y otra conformarse con la voluntad del obispado de proceder a la demolición completa del edificio (bien de interés cultural, por cierto). La solución debería pasar por evacuar los escombros, cerrar las heridas provocadas por el derrumbe, consolidar lo existente y esperar a mejores tiempos para proceder a la reconstrucción de la pieza (la torre) desaparecida. Y en caso de que el Plan Director fuese posible, yo no renunciaría a estudiar soluciones alternativas y lenguajes arquitectónicos contemporáneos.

sábado, 29 de octubre de 2011

Margin Call (J.C. Chandor, 2011): carnaza para los tiburones

¿De qué hablo hoy? De lo que me apetece por razones obvias –la cumbre iberoamericana en Asunción (Paraguay)- o de lo que me preocupa, también por razones obvias (la alta cifra de desempleo español). Quizá lo mejor sea, como siempre hago cuando dudo, recurrir a la miscelánea.

Ayer fui a una de las universidades en las que estudié para retirar un certificado. Como siempre, o casi siempre, me encontré con viejos amigos. Entre ellos, el librero. También como casi siempre, caí en la tentación y compré un librito, no muy grueso, no muy caro, pero muy insistente pues a medida que lo hojeaba, él me iba lanzando rápidos reclamos, incluso tímidos motivos, para poseerlo.

La ingeniería es humana llevaba por título y la importancia del fallo en el éxito del diseño, por subtítulo. El autor, Henry Petroski. La tesis: no falla el que repite sino el que innova, el que arriesga. En su obra, Petroski intenta demostrar que construir más allá de lo probado y emplear materiales nunca utilizados no tiene por qué conducir necesariamente al fracaso. Proyectar es, en esencia, evitar el fallo. A lo largo del libro se analizan algunos de los fallos más relevantes de la historia de la ingeniería (el derrumbe de las pasarelas del hotel Hyatt de Kansas City, el Puente de Tacoma Narrows, los accidentes del DC 10 o el Comet). Nadie quiere aprender a base de errores, pero de los éxitos no podemos extraer conclusiones que nos permitan ir más allá. Como sostiene Petroski, el éxito es grandioso, pero la decepción nos enseña más.

Las sucesivas cumbres iberoamericas son la historia de sucesivos fracasos. La última, por hoy, apenas ha reunido a 10 (menos de la mitad), de los 21 jefes de Estado invitados. No han estado allí los mandatarios de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Venezuela ni Uruguay. Vaya birria de cumbre. España, eso sí, ha mandado, quizá para despedirse al menos de la mitad de sus colegas, al actual presidente y, por supuesto, a nuestro rey (para quien sea español, claro), quien a petición del secretario general iberoamericano, ha intentado en los últimos días persuadir a varios de sus homólogos para que acudieran. La presidente de Argentina, por poner solo un ejemplo, se ha excusado aduciendo el primer aniversario de la muerte de su marido.

La lectura es evidente, América Latina ya no mira Europa, y hace bien. Otra cosa es lo que debamos opinar los “gallegos” por el único motivo de nuestro nacimiento. Porque si utilizamos otras varas de medir, nosotros, quizá tampoco debamos mirar hacia la parte superior de este viejo continente. El caso es que unas veces por una cosa y otra por otra, los países de habla ibérica (español y portugués) quizá algún día aprendamos a mirarnos en bloque frente a otros alineados. Ojalá ocurra algún día.

Ayer fui al cine. Vi una película magnífica, Margin Call (J.C. Chandor, EE.UU., 2011). Faltan 24 horas para que estalle la crisis financiera mundial de 2008 y Peter Sullivan, ingeniero, un joven analista de riesgos en un banco de inversiones de Nueva York, descubre que su empresa está al borde de la quiebra. A la pregunta de sus superiores sobre su formación, responde que es ingeniero aeronáutico. Todos le miran con perplejidad:

Todo se reduce a sumar o restar, y esto está por el momento, mejor pagado.

Así que nos pongámonos a operar y démonos cuenta de la crueldad de una cifra absoluta: ayer España alcanzó la cifra de 4.978.300 personas desempleadas. La cifra, a quien no sea español, no le dice gran cosa, casi cinco millones en el mejor de los casos. Seguramente otros países más grandes compartan un valor absoluto similar.

Me he tomado la molestia de bucear un ratito en los datos más actuales de población del instituto nacional de estadística. En España viven 40.847.371 personas de las cuales, 6.379.748 tienen menos de 16 años (edad mínima para trabajar) y 6.958.536 más de 65 (edad actual de jubilación). En consecuencia estarían en edad de trabajar, con matices pero estarían, 27.509.087, de los cuales un 13’10%, 3.603.690, nunca llegarán a trabajar (en su mayoría mujeres dedicadas al cuidado de sus hijos o de su hogar, pero también personas sin posibilidad de trabajo, desarraigados, marginados, enfermos congénitos). Quedan 23.905.396, de los cuales siguen estudiando hasta incorporarse al mercado laboral el 84% de los jóvenes de 16 años, el 75% de los de 17, el 64% de los de 18, 55% de los de 19 años, 49% de 20 años, 43% de 21 años, 36% de 22 años, 31% de 23 años, 25% de 24, 21% de 25, 15% de 26 años, 14% de 27 y el 13% de los de 28 y 29 años de edad. A partir de aquí consideramos ya que toda la población española se incorpora a la encuesta de población activa. Haciendo las correspondientes operaciones, resultaría una cifra de estudiantes con dedicación exclusiva de 3.057.562.

Es decir, 4.978.300 personas de las 20.847.834 que deben, quieren o necesitan trabajar, no pueden hacerlo hoy en España. En consecuencia, colocados en fila los españoles en edad y situación de trabajar para reclamar su correspondiente “derecho al trabajo” recogido en nuestra constitución (y teniendo en cuenta que las personas no se pueden “dividir” en fracciones de personas) resultaría que 1 de cada 4 españoles (ciudadanos y/o residentes), hoy en España, no puede hacerlo.

Mirad a vuestros vecinos, a la gente con la que os cruzáis por la calle, a las personas que esperan el autobús o el metro, a las que corren, a las que gritan, a las que el próximo 20 de noviembre vayan a votar y llegad a esta conclusión: una de cada cuatro, no tiene hoy en España, trabajo ni posibilidad física de trabajar.

No es extraño que América Latina ya no mire a la vieja Europa.

Por cierto, la interpretación de Jeremy Irons, el gran jefe del tinglao en Margin Call, es espeluznante por lo verídico del guion y la puesta en escena. El director explica así su película:

Creo que mucha gente se ha preguntado por qué conocía este sector de las finanzas si no había trabajado en él. Mi padre trabajó casi 40 años en Merrill Lynch así que estaba al corriente de ese mundo y, lo que es más importante, sabía muy bien qué cosas y qué personas les preocupaban más a las financieras.

Luis Cercós (LC-Architects)
Madrid – París – Buenos Aires, y cada vez más cerca de Buenos Aires.

soLUCIOnes HABItacioNALES (IV)


Siempre podremos utilizar el espacio sobre el aparato de aire acondicionado. La fotogafía fue tomada en China.

soLUCIOnes HABItaCIOnaLES (III)

Imágen captada casualmente por la herramienta Google Street View. Alemania.

viernes, 28 de octubre de 2011

A propósito de andamios, poetas, arquitectos y otras gentes de mal vivir

Mario Benedetti
(Paso de los Toros, 1920 – Montevideo, 2009)



Después de mucho ir y venir, vivió sus últimos días en una ciudad que amaba profundamente: Montevideo, la pequeña gran capital de un pequeño gran país: la República Oriental del Uruguay.

Benedettí, educado en un colegio alemán, se ganó la vida, más o menos sucesivamente, como taquígrafo, vendedor, cajero, contable, funcionario público y periodista. También fue poeta. Y en muchas otras ocasiones, narrador de historias.

A propósito de los poetas, le preguntó una vez uno a Monseñor Romero, ambos al final de sus respectivas vidas, sobre el infierno que les asustó en la infancia. El teólogo, posteriormente asesinado, le despreocupó: no te preocupes, no creo que si improbablemente existiera ese lugar, dejasen entrar a los bates.

También hay quién dijo, aunque en realidad no sé si alguien lo dijo alguna vez o es que yo me lo he inventado (a mí, en cualquier caso, me sirve para explicar lo que siento, que la diferencia entre Argentina y Uruguay es proporcional a la que hay entre Borges y Benedetti. O entre Cortázar y Onetti, pudieran decir otros. ¡Qué se yo! ¿Tomamos un mate?

El caso es que no he traído a Benedetti hasta aquí para hablar de lo que yo pienso (o lo que yo desvarío), sino de lo que pensaba él entre 1994 y 1996, a medio camino entre Madrid, Montevideo, Buenos Aires y el puerto de Pollensa en Mallorca. En cierto modo, yo estoy en el mismo maravilloso inicio, pero 15 años más acá. Pensaba él, básicamente en ANDAMIOS y por eso está en este blog: un blog triste porque el poeta se marchó de nuevo. Y esta vez para no volver, no hace todavía mucho tiempo de aquello.

El caso es que un andamio (y lo refrendo yo, coordinador de seguridad como en ocasiones ejerzo) no es, aparentemente, otra cosa que un armazón de tablones o plataformas, puestos, eso sí, bien horizontalmente sobre vigas (antes de madera) o bien sobre tubos de acero. Están los andamios sostenidos, unas veces sobre pies derechos (¿por qué no izquierdos?, preguntó D. Mario) y otras sobre puentes, “o de otra manera, que sirve para colocarse encima de ella y trabajar en la construcción o reparación de edificios, pintar paredes o techos, subir o bajar estatuas u otras cosas, etc. U. t. en sentido figurado”. (Me consta que le gustó a Benedetti la definición de la Academia, sobre todo por “eso de las estatuas”).

Y decimos que un andamio es, aparentemente solo eso, porque en realidad es eso y también muchas cosas más: es un tablao y también puede ser un adarve y, antiguamente, "movimiento o acción de andar”. Eso sí: “modo o aire de andar”, manera de caminar, de acá para allá. Y mientras tanto, viviendo. O lo que es lo mismo: envejeciendo.

ANDAMIOS no es una novela (aquí ya no lo digo yo sino su autor: D. Mario Benedetti, que por poeta en el infierno no esté) sino una sucesión de andamios, pues todorégimen en construcción continua precisa de andamios, y más aún si “jamás está terminado”.

Más como este blog es, dicen, de arquitectura, pasemos al arquitecto. ¿A quién? Tomemos prestado el verbo de D. Álvaro Siza, indiscutible maestro portugués, pues como él mismo dice, quizá no siempre sea necesario terminar completamente las cosas:

Un aspecto que me impresiona mucho en la arquitectura y en la ciudad de nuestro tiempo es el empeño en llevarlo todo a su acabamiento, a su final, a su finalización. Esta tensión hacia una solución definitiva impide la complementariedad entre las varias escalas, entre el tejido humano y el monumento, entre el espacio abierto y el construido. Hoy cualquier intervención, aunque sea pequeña y fragmentaria, se obstina en conseguir una imagen final. Así se explica la dificultad de la compenetración entre las distintas partes de la ciudad.



De hecho ¿para qué o por qué coño vamos a terminar las cosas si están muchas veces mejor inconclusas?


Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com/

jueves, 27 de octubre de 2011

Fachada Palacio de la Música - Grietas.







Se procede a la consolidación de las zonas agrietadas, con el fin de unir las diferentes partes de un mismo material, que tras sufrir diversos daños como tensiones internas, han quedado gravemente dañadas, corriendo el riesgo de la fractura total del elemento.

Se realizan diferentes cosidos según la zona a tratar. En este ejemplo se muestra, la fijación del soporte pétreo con resinas epoxídicas.

María Aguilar, restauradora.

miércoles, 26 de octubre de 2011

A propósito de Cuba

La contraportada de hoy del diario EL PAÍS está dedicada a Jorge Perugorría, aquel actor cubano que hace 17 años (¡cómo pasa el tiempo!) descubrimos en Fresa y Chocolate, la magnífica película de (Cuba-España-México, 1994, Tomás Gutiérrez Alea). En este tiempo él ha venido en muchas ocasiones a España y yo, en dos a Cuba. No hemos coincidido ni aquí ni allí, pues no somos amigos ni creo que los tengamos comunes, como no sea a través de facebook.

Yo tengo mi opinión de Cuba (que es difícil de comprender para quien no haya visitado nunca la isla) y comparto las palabras con las que hoy le define la periodista:

No rechaza Perugorría hablar de política cubana y, aunque defiende como absolutamente necesarios cambios profundos en su país (su querido país), que incluyen por supuesto la libertad de prensa y el acceso a Internet no deja de criticar la política de bloqueo de los Estados Unidos: “Cuba va a cambiar por la voluntad de los cubanos, no hay otro camino, no tenemos más remedio, pero nunca lo hará por imposición de otros. La política estadounidense es del siglo pasado y eso también tiene que cambiar, porque no ha contribuido a traer la libertad a la isla. La revolución fue producto de una juventud con ganas de cambio, no se puede negar la historia de 50 años, pero ahora hay que renovarse y reinventarse”.

Estando de acuerdo con el párrafo anterior, también asumo lo que dice al final de la entrevista:

Yo soy un currante (trabajador en jerga española). El arte es trabajo: el resultado de esfuerzos y constancias.

En cualquier cosa, combinación de talento y voluntad.

De nacionalidad española y cubana, Jorge Perugorría (La Habana, 1965) vive en Santa Fe, un hermoso pueblo de pescadores en las afueras de la capital cubana, con su esposa Elsa María Lafuente de la Paz, compañera de estudios y de profesión, y con sus cuatro hijos.

Pudiendo vivir acá, sigue haciéndolo allí. Por eso tiene especial valor, todo lo que aquí reproduzco.

Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com/

martes, 25 de octubre de 2011

Fachada Palacio de la Música - Fisuras.







Tras la limpieza del paramento, se ha podido determinar con más precisión, las zonas más debilitadas, que presentan grietas y fisuras, de diferente índole.

En un primer momento, se procede a la consolidación de las diversas fisuras, para ello se utiliza un mortero de una gran resistencia, pero compatible con el material original.

María Aguilar, restauradora.

Fachada Palacio de la Música - Veladuras





Debido a diferentes causas de carácter tanto intrínsecas, como extrínsecas de deterioro, el paramento de la fachada presenta un aspecto poco uniforme y desfavorecedor, por lo que se determina, llevar a cabo la reintegración cromática de la misma.
Para ello se ha elegido la técnica pictórica de veladura. A pesar de ser un proceso más minucioso y costoso, respeta y potencia la belleza histórica del conjunto, objetivo final de obra de conservación y restauración del Palacio de la Música.
María Aguilar, restauradora.

El caníbal y un antídoto contra el terror

Domingo noche, casi ya lunes. Debería estar trabajando, pero prefiero escribir, más bien comentar mucho de lo que hoy aparece en el periódico, fuente a veces inagotable de inspiraciones y/o reflexiones. Mirad si no lo que dice John Banville, no se sabe si en voz propia o a través de Benjamin Black, su “alter ego”:

Tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es literatura.

No sé vosotros, pero yo cambio la palabra “literatura” por otra, y la frase mantiene la misma vigencia: tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es arquitectura, pues lo otro, simplemente es construcción, promoción o especulación. Pienso.

Confiesa el autor que “los novelistas vivimos en un extraño mundo de ensueño, en una realidad borrosa, envuelta en una capa de polvo, mitad real, mitad inventada; yo mismo empecé a pensar en mí mismo como novelista a los 12 años. En esas condiciones, tantos años después, la frontera entre realidad y ficción se difumina. Gente cercana a mí suele decirme, tirándome las palabras a la cara: “yo no soy un personaje de tu libro; soy una persona real”. ¿Una persona real? Deberíamos decir esas palabras en voz muy baja. El artista es una especia de caníbal: consume realidad, se la come, la usa, moldea material que saca de otros. Como de alguna manera hace también un actor. Todo eso supone un riesgo. Y hay que asumirlo y disfrutar de la aventura”.

Con relación a la situación económica, Mr. Banville también tiene su opinión.

En los viejos años dorados nadie se preguntaba por los sueldos de Wall Street, nadie se quejaba de las subidas de los precios inmobiliarios. La crisis está construyendo un nuevo relato del capitalismo glorioso. El péndulo se mueve siempre entre la codicia y el miedo. Ahora toca miedo, pero la codicia volverá. La alternativa (él es irlandés) es, simple y llanamente, darnos a la bebida o quizá, contra la crisis, novela negra.

Más aun estando básicamente de acuerdo yo pienso que está crisis me ha salvado (y por tanto también a mis hijos) precisamente de la codicia. Y estando como estamos, luchando por salvar lo que todavía nos queda (sensaciones más que tenencias), nos hemos alejado para siempre del miedo a perder o del miedo de perder. Cuando te das cuentas que no añoras nada material, alejas para siempre el sentimiento de propiedad. O lo que es lo mismo ambición por diseñar y habitar un hogar (allá donde lo encuentres o tengas la suerte de arraigarte o desarraigarte) pero no de poseerlo para siempre. Algo así como disfrutar de tu mujer sin llegar nunca a considerarla verdaderamente tuya.

Cuando comprendes eso, comienzas a disfrutar verdaderamente del momento, del amor y de la vida. El futuro, por tanto, no existe hoy. Y si ha de llegar, pues eso: ya llegará.

Luis Cercós (LC-Architects)
Madrid – París – Buenos Aires

coOL HUNter: tienda DesIGUAL en MaDRid








Con una mínima rehabilitación, mucha imaginación y respetando la tipología del inmueble, la firma DesIGUAL abrió en 2011 una tienda con una atmósfera singular. Merece la pena visitar el edificio, aunque no tengas intención de comprar ropa.

cool hunter: Rio Scenarium, Río de Janeiro (Brasil)





Con una rehabilitación medida y contenida, una atmósfera especial y un ambien inigualable. A mi mujer, le encanta. Y a mí, por supuesto, también.

seis acordes sobre los que levantar una carrera

Ayer, el poeta y cantante Leonard Cohen (Montreal, 1934) recibió el premio Príncipe de Asturias de las Letras. En sus improvisadas palabras de agradecimiento reconoció no saber de dónde viene la poesía:

Cuando estaba haciendo el equipaje en Los Ángeles me sentía inquieto porque siempre he tenido cierta ambigüedad sobre la poesía. Viene de un lugar que nadie controla, que nadie conquista. Es decir, si supiera de dónde vienen las canciones las haría con más frecuencia. Es difícil, por tanto, aceptar un premio por una actividad que en realidad no controlo.

Vivido como es, 77 años a su espalda, tiró metafóricamente contra las fronteras y contra el poder financiero. Casi sin levantar la voz, muy sutilmente, dejó una frase que a mí me parece incontestable, irrebatible:

Porque igual que un hombre no es un DNI (en España, documento nacional de identidad), una calificación de deuda tampoco es un país.

Pero lo más hermoso estaba todavía por llegar, su homenaje inesperado a un hombre que le enseñó los 6 acordes sobre los que Leonard Cohen dice haber edificado su obra:

Yo era un guitarrista indiferente. Solo me sabía unos cuantos acordes. Un día, a principios de los años 70, estaba de visita en casa de mi madre. Su casa estaba cerca de un parque con una pista de tenis donde íbamos a ver jugar al baloncesto. Era un lugar que conocía de mi infancia. Me paseé por allí y encontré a un joven tocando una guitarra flamenca. Me encantó, estaba rodeado de algunas chicas y me senté a escucharlo, me cautivaba, yo quería tocar así, aunque sabía que nunca lo lograría.

Me acerqué a él y nos entendimos medio en francés medio en inglés y pactamos unas clases en casa de mi madre. Era un joven español. Al día siguiente se presentó. Me dijo: “Déjame escucharte tocar algo”. Lo hice y declaró que no tenía ni idea. Él cogió la guitarra, la afinó, me la devolvió y dijo: “No suena mal. Ahora tócala de nuevo”. No cambió mucho. La cogió otra vez y me dijo: “Te voy a enseñar unos acordes”. Tocó una secuencia rápida y luego me explicó dónde tenía que poner los dedos. Me dijo otra vez: “Ahora toca”. Pero fue un desastre.


Al día siguiente, empezamos de nuevo con los seis acordes. Muchas canciones flamencas se basan en ellos. Al tercer día la cosa mejoró. Aprendí los seis acordes. Al cuarto día el guitarrista no volvió a casa. Dejó de venir. Como yo tenía el número de la pensión donde se alojaba fui a buscarlo para ver qué había pasado. Allí me contaron que aquel español se había suicidado. Yo no sabía nada de él.
Sentí una enorme tristeza. Nunca antes había contado esto en público. Esos seis acordes, esa pauta de sonido, ha sido la base de todas mis canciones.


Luis Cercós (LC-Architects)
París - Madrid - Buenos Aires

propuestas para una escalera - reflexiones






















Tormenta de ideas, fotografías que tomamos de google y que dan origen a cambios de impresión sobre hacia dónde queremos ir en nuestros proyectos.