Juan José Millás juega de tal manera con las palabras que mi admiración por su prosa aumenta de viernes en viernes, siempre en la contra de EL PAÍS. La de ayer era una obra maestra de la ironía:
Entre parado y preparado no hay más que un prefijo, distancia que, sin nunca fue excesiva, con la crisis se ha reducido hasta extremos insoportables. De hecho, ahora todos los trabajadores somos, en potencia, preparados. La recomendación tradicional de los padres (“hijo, debes formarte (estudiar) para estar preparado”) ha devenido en una ironía sangrienta, igual que la expresión “jamás hemos tenido una juventud tan preparada”. En efecto, nunca hemos tenido una juventud tan cerca de quedarse en el paro; la mitad de los que acaben sus estudios este año se encuentran ya en situación de preparados. Estar preparado, que en otro tiempo quiso decir haber estudiado dos carreras universitarias y cuatro idiomas, significa hoy encontrarse en la situación previa al desempleo, en el umbral del paro, en la frontera. Ahora que habíamos logrado vivir como si no fuésemos a morir nunca, vamos a la oficina con la certidumbre de que nuestro empleo es la antesala del desempleo.
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