El pasado domingo, la contratapa de EL PAÍS traía una columna magistral, como siempre, de Manuel Vicent:
Tal vez habría que remontarse al final del siglo XIX, cuando España terminó por perder las últimas colonias de Cuba y Puerto Rico, y se estaba quedando sin Marruecos, para hallar una caída moral, una confusión política y un desprecio por la propia patria semejante a la que atenaza a los españoles en este momento. ... La generación del 98 hizo de su pesimismo nacional su estética literaria. Ortega sentenció: lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa. Parece que aquí hoy tampoco sabe nadie la forma de salir de la crisis, salvo la de ensayar una vez más la curación por la saliva, propia de un país de leguleyos, rábulas, políticos burocráticos, y sacamuelas de tertulia, de modo que al final el problema de la economía se disuelve en un flato ensalivado de opiniones arbitrarias, juicios vanos e insultos en una algarabía de corral de gallinas. "España se hunde en la miseria, necesita otro cirujano de hierro", exclama un contertulio. De momento él ya tiene la vida resuelta diciendo gilipolleces por varios canales y emisoras distintas en un solo día. Han vuelto los cesantes y mendigos galdosianos. ... En Sodoma, Yavé estaba dispuesto a detener la lluvia de azufre si había un solo hombre bueno. Buscad a un buen panadero. A partir de un panadero honrado se puede (volver a) levantar de nuevo una gran nación.
Manuel Vicent, 13 de mayo de 2012