Hay muchas personas en el mundo a las que yo admiro. De hecho, cada día hay más. Gente que ha comprendido el verdadero sentido de esto tan complicado de vivir. Uno de ellos, deduzco que es Manuel Vicent. Un escritor que escribe luminosamente. Nacido en el Mediterráneo, hace ya algunos años, supongo que la sabiduría la ha ido adquiriendo con el tiempo. Yo, cuando sea grande, quisiera ser como él. O al menos, saber escribir como él.
En Buenos Aires, ya lo he dicho muchas veces, también se lee El País, único diario que extraño de entre todos los que se editan hoy en España. No siempre estoy de acuerdo con lo que está escrito en sus páginas, pero casi siempre concuerdo con la mayor parte de sus columnistas.
Hoy, ordenando un viejo cajón, he encontrado un recorte de esa obra maestra que se repite en la contratapa de los domingos, la columna de Manuel Vicent. No sé de qué fecha es esto, pero no se puede decir mejor lo que en ella dice mi querido Manuel Vicent:
"Si uno deja de fumar no es para vivir más años, sino para vivir mejor ahora mismo y no tener que resollar como una foca al subir veinte peldaños. Si uno como en pequeña cantidad comida sana y no ingiere grasa animal, hamburguesas con carne de perro y gallinejas fritas con aceite de motor, no es para adelgazar o bajar la tripa, sino para respetar el propio cuerpo y no someterlo a la humillación de tener que digerir semejante basura. Si en lugar de apoltronarse ante el televisor para recibir indefenso su descarga diaria de estiércol, uno se mueve, camina una hora al día o se machaca en el gimnasio, no es para exhibir en la cama un pecho de lagarto o presumir de bolas ante las amigas en el bar, sino para sentirse flexible y no verse obligado a gemir una blasfemia al salir de taxi o al levantarse del sofá.
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No fumar, comer sano y hacer ejercicio, sirve para ofrecerse al placer de ahora mismo, puesto que la eternidad cabe entera en el día de hoy, sin esperar a mañana. Mientras uno vive de forma saludable, sigue siendo inmortal".
Hermoso.