Todavía no hace un año que falleció Javier Marías, un escritor al que seguía más por sus artículos que por sus libros. Fue precisamente a partir de su fallecimiento que comencé a leer sus novelas y sus cuentos. En estos días estoy leyendo el ejemplar que se conserva en la Bibliothèque publique d'information del Centro Pompidou de París del libro Cuando fui mortal (Alfaguara, 1996).
Entre sus 12 cuentos, casi todos me han gustado, hay uno que quiero anotar aquí pues este blog me sirve de cajón de sastre en el que guardar recuerdos que quizá algún día utilice para otra otra. O quizá no. El cuento número 5 se llama Figuras inacabadas y fue escrito, por encargo, en 1992:
Me interesa porque habla de una de mis obsesiones profesionales: la falsificación. El segundo párrafo empieza así: Custardoy es copista y falsificador de cuadros. Cada vez recibe menos encargos para su segunda actividad, la mejor retribuida, porque las nuevas técnicas de detección hacen casi imposible el fraude, al menos en los museos.
Y aunque no venga del todo al caso, en otro cuento leo una frase que me ha encantado:
El hombre se llama Manolo Reyna y tiene suficiente dinero para no mancharse las manos nunca.
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