Rayuela, Julio Cortázar, 1963. Recién la termino. Lo he hecho por disciplina (porque era una novela, antinovela, contranovela, que tenía que leer, porque a mí me gusta leer y porque me considero un poco argentino, también porque es un clásico de la literatura en lengua española). Es un libro genial (a ratos), insoportable (a ratos), mal envejecido (a ratos), que soporta bien el paso del tiempo (a ratos). Más que literatura es una pieza de arte abstracto, en muchas páginas conceptual y en otras figurativamente. Habla de viajar (no porque se desarrolle la trama entre París y Buenos Aires -que también-, sino porque es un libro que busca permanentemente nuevos caminos (con juegos de palabras, con juegos ortográficos, con juegos gramaticales, con diferentes formas de seguir la trama, o de no seguirla). Es un libro prescindible (pues leerlo implica renunciar a la última novela histórica y entretenida, fácil de leer y de olvidar) e imprescindible a la vez (pues sigue siendo un ladrillo rotundo e inexorable, diferente a casi todo lo que se nos ofrece hoy). En cierto modo es como una de esas películas de arte y ensayo que teníamos la obligación de ver en nuestra juventud y que, afortunadamente por ya vistas, no tenemos ya la obligación de volver a ver. Rayuela es a la literatura, como el Centro Pompidou es a la arquitectura. Y como amo a ese edificio, no puedo evitar amar (desde hoy que la he terminado por fin de leer) a esta antinovela, o contranovela, o simplemente novela. Para todos aquellos que vivimos los tiempos de la nouvelle vague es un libro que merece la pena intentar leer y por supuesto también para los que amamos Francia, Argentina (o quizá más bien París y Buenos Aires) y una lengua original que es con la que nos enseñaron a mamar.Luis Cercos, Grecia, 2023.
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