"- ¿Que si regalan cosas los americanos?
- De todos los deseos, uno. De todas las cosas que se quieren, o que se necesitan, una sola. Sí, es muy difícil. Francamente difícil."
Villar del Río tenía Plaza Consistorial. Guadalix, hoy, no.
Una plaza, para serlo, antes de nada debe ser plaza. O sea, debe ser capaz de acoger con comodidad ferias, mercados y fiestas en épocas concretas y favorecer estancias de intercomunicación entre vecinos y visitantes, en todo tiempo y circunstancia. Esto, conviene no olvidarlo al proyectar o intervenir.
La belleza a veces podrá consistir en añadir elementos de pulcra intención, tanto conceptual como estética y funcional y otras, es claro, en suprimir los que no caminen por tal senda.
Nosotros, en Villar del Río, empezaríamos por ordenar el plano. Sencillamente. No será esta una solución ultraartística, pero eliminaría el desorden actual. No hay más que desembarcar en Guadalix hoy para comprender que esto es casi lo único que hay que hacer en el pueblo.
De momento proponemos derruir la manzana situada enfrente de la Casa Consistorial, entre la travesía de la Carnicería y la Calle Egido y no proponemos tirar la contigua -en dirección a la plaza Egido- porque recién la construyeron. Qué le vamos a hacer. Aunque ya no tocáramos nada más, Guadalix ya tendría Plaza Mayor, de nuevo, pues la plaza Consistorial de hoy es un lugar más de tránsito que de asueto con unos cuantos bancos de piedra y sillas de terraza de bar, que sirven, sobre todo, para disimular.
En segundo lugar, eliminaríamos el tráfico de vehículos por la calle del Pozo, para que el tránsito por las plazas Egido, Consistorial y de la Libertad fuese únicamente peatonal, olvidándonos para siempre de los automoviles, excepción hecha, es natural, de los de emergencia o atención al ciudadano y los de reparto, estos últimos en exclusivo horario matinal.
Por supuesto, eliminaríamos los árboles de las tres plazas. No estamos en Nueva York o en Madrid, sino en un enclave serrano a 832 m. de altitud. Colocar árboles en un lugar así es ornamentar sin criterio. No es casualidad que los árboles que hoy en día pueden verse dentro del pueblo tengan una presencia tan depauperada. Añoran, sin duda, a sus parientes libres de las afueras, tan solo a unos cientos de metros más allá.
Finalizadas las operaciones de sustracción, un plan de color y texturas bastaría para armonizar las fachadas del nuevo entorno.
Guadalix de la Sierra, en la película Bienvenido Mr. Marshall, mutó su nombre por el de Villar del Río. Tomando este dato como sugerencia sentimental, escribiríamos con letras de bronce sobre el pavimento de las plazas Egido, Consistorial y de la Libertad frases, pensamientos o propuestas que remitiesen a esta filiación emocional.
"¿Se imaginan Vds. lo oportuna que es esta lluvia? Con este agua van a crecer muchas cosas. La esperanza, por ejemplo".
Luis Cercós