Siempre que nos enfrentamos a una nueva rehabilitación procuramos que el edificio que recibimos no pierda ni su atmósfera ni su carácter. Para ello debemos estar atentos a lo que observamos, tanto durante la fase de proyecto como la de obra, y dentro de ésta, fundamentalmente durante la meticulosa demolición o desmontaje de los elementos históricos. Aparecen así pequeños detalles que deben ser protegidos (y en ocasiones resaltados) para mantener la personalidad del edificio intervenido.
La arquitectura se mueve en el mundo de las ideas y éstas no se producen en un momento exclusivo y predeterminado. Por ese motivo no es infrecuente que modifiquemos durante la ejecución de la obra los planos de proyecto. No se trata de improvisación sino de flexibilidad. De un intento de reconfigurar la intervención en función de las cosas que ocurran o que se descubran durante los trabajos.
En las obras de reforma de 8 apartamentos en una casa corredor de Madrid, observamos que los falsos techos existentes y los múltiples revestimientos de paredes ocultaban una hermosa lección de arqueología urbana. Nuestro objetivo, a partir de ese descubrimiento, consistió en hacer compatible el programa funcional con la introducción de los rasgos constructivos originales en el ambiente arquitectónico que queríamos conseguir.
Nuestro método de trabajo se vuelve así enormemente visual y durante las visitas de obra sensiblemente intuitivo, alejado de planos o infografías. Visitamos el espacio e imaginamos el resultado.
Y les puedo asegurar que trabajar así es, verdaderamente, apasionante.
Luis Cercós (LC-Architects)
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