Ayer España ganó su primer mundial y me alegro. Quizá hoy debería hablar de ese triunfo, pero ya sabéis que últimamente me parece más didáctico crecer perdiendo que regodearse en el éxito, por muy importante que sea. Si algo hemos aprendido a estas altura de la vida, es lo fácil que resulta comenzar a tener mala suerte. Así que permitirme que comente un suceso del partido de cuartos entre Uruguay y Ghana que explica gran parte de la telegenia del deporte más seguido por la población mundial.
El técnico serbio Milovan Rajevac ha sido durante el mundial de Sudáfrica 2010 el seleccionador de Ghana, pero no sabe nada de fútbol. El pasado sábado leí en varios periódicos sus declaraciones a propósito de la mano del delantero uruguayo Luis Suárez en el último minuto de la prórroga del partido de cuartos de final del Mundial:
"Algunos dicen que Suárez es un héroe y ahora él está orgulloso. Piensen un poco. No es un héroe, es un vulgar tramposo. ¿Qué mano de Dios? Fue la mano del diablo".
No contento con demostrar al mundo su ignorancia Rajevac señaló que la FIFA "debería cambiar las reglas después de este fraude".
El fútbol tiene unas reglas muy simples. Falta o mano del equipo defensor en su propio área es penalti y eso, le guste o no, a Mr. Rajevac es parte del fútbol. Luis Suárez utilizó esa regla en el último minuto porque no tenía otra opción, el árbitro lo vio, le expulsó del partido y pitó penalti. Además, Uruguay no pudo contar con la participación de Suárez en el partido de semifinales y eso benefició posterior y claramente a Holanda.
El problema para Ghana fue que el jugador encargado de tirarlo, lo falló. Cosas del fútbol.
Casos completamente distintos son otros hechos aparentemente iguales y que algunos articulistas malintencionados o desinformados han pretendido igualar: la “mano de Dios” de Maradona en el partido contra Inglaterra durante el mundial de México 1986 (http://es.wikipedia.org/wiki/La_mano_de_Dios) o la mucho más reciente mano de Thierry Henry que clasificó a Francia para Sudáfrica 2010 en perjuicio de Irlanda (http://www.marca.com/2009/11/18/futbol/mundial_2010/1258583944.html), pues en ambos casos, tanto el argentino como el francés, sólo reconocieron la infracción con posterioridad al partido y su picardía no fue penalizada en el campo. También es parte del fútbol dar patadas, tocar con la mano, protestar e intentar engañar a los árbitros pero no es lo mismo una conducta antideportiva que utilizar el reglamento con todas sus consecuencias.
Viene a cuento todo esto del litigio que estamos siguiendo contra el Ayuntamiento de Madrid en lo referente a la defensa de las pinturas que hemos realizado en la fachada de un edificio decimonónico madrileño (C/ Orellana, 5), pues una cosa es hacer algo ilegal y otra muy distinta aprovechar las lagunas normativas para abrir nuevos debates y caminos profesionales.
Salvando las distancias, lo mismo que ocurrió a principios de siglo XX en las intervenciones urbanas de lo que entonces se llamó la “manzana de la discordia” del Plan Cerdá (situada en el Paseo de Gràcia, entre las calles Aragó y Consell de Cent) y que hoy reúnen al más famoso conjunto de edificios modernistas de Barcelona: en el nº 35, la casa Lleò Morera, de Domènech i Montaner; un poco más adelante, la casa Amatller diseñada por Puig i Cadafalch; y, finalmente, la casa Baltlló, obra de Antonio Gaudí.
Por cierto, Diego Forlán, segundo capitán de la selección uruguaya, ha sido elegido Bota de Oro del Mundial. Me dice mi mujer que lo reseñe y yo, obediente, aquí lo hago.
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