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viernes, 25 de enero de 2013
Philip Glass, Baltimore, USA, 1937
¿Qué es la sabiduría? Ser capaz de analizar el mundo tal como es. Dar en el clavo.
Yo admiro a esos personajes que se mueven con toda naturalidad entre la cultura popular y la alta cultura. En Estados Unidos abundan. Leonard Bernstein, por ejemplo, al tiempo que te componía un musical de éxito para Broadway como West side story, te dirigía el ciclo Mahler. La ópera debe entrar en ese espacio en el que el arte y el espectáculo van de la mano.
Mis padres no eran ricos, y para pagarme los estudios tuve que trabajar. Hasta los 41 años hice de todo. Traslados de muebles, fontanería, construcción, taxista, trabajos que no ocupaban mi mente, pero sí mi cuerpo; la mente la quería libre por entero para la música, me sentía libre para componer. No quería dar clase de música y estar todo el tiempo volcado en eso porque, si no, al volver a casa, ¿qué iba a hacer? Me considero un independiente muy radical en todo lo que hago y, para sobrevivir, sentí que aquellos trabajos preservaban mi independencia.
Un músico se quejaba una vez de que necesitaba trabajar para casarse, criar niños, etcétera. Yo nunca he gozado de un empleo estable y he tenido 4 hijos. Lo que tengo es mi trabajo, pero mi trabajo no es un empleo, es una vocación. Fui llamado a esto como los bailarines. En ese aspecto, la llamada todavía es más fuerte, porque a los 40 años se quedan sin nada. Pero hasta entonces lo dan todo, tienen una relación con su arte que roza la entrega total, que les despierta una conciencia mortal, de ser mortales. Su trabajo tiene que ver con lo transitorio. Saben que acabará todo, pero tratan de no darle importancia.
Nunca gocé del lujo de un talento excesivo, pero sí de una notable voluntad, que es igual de importante.
Fuente: EL PAÍS SEMANAL, nº 1894, 13 enero 2013, págs. 26 a 40