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sábado, 30 de agosto de 2014
A propósito de Billy Wilder
Hace unos días me dejó pensando una frase del cineasta Billy Wilder que publiqué inmediatamente en este blog. Y hace 4 años una noticia sobre Horacio Zeballos me llevó a pensar en lo difícil que es llegar a ser el jugador número 50 del mundo. ¿Te imaginas lo que significaría estar entre los 50 mejores estudios de arquitectura del mundo?
http://lc-architects.blogspot.com.ar/2010/05/los-50-mejores-estudios-de-arquitectura.html
Tengo ya 49 años (50 incoados, como diría un buen amigo) y he conocido tiempos mejores y peores. Sin los buenos no estaría aquí. Y sin los malos momentos tampoco estaría ahora aquí. Así que tanto le debo a los unos como a los otros. Éxito o fracaso, reverso y anverso de la misma moneda, ambos impostores al fin y al cabo.
Hoy una noticia sobre tenis en una pequeña página de un diario me ha llamado la atención: un jugador dominicano completamente desconocido para mí -y soy seguidor habitual de tenis- ha conseguido algo que ningún otro compatriota suyo había logrado jamás (ganar un partido en la fase final de un torneo de Grand Slam), pero además ha conseguido también algo que ningún otro ser humano de su edad, 34 años, había logrado antes: debutar en el US Open con dos triunfos, que podrían ser más si sigue avanzando en el torneo.
En República Dominicana no hay torneos grandes y Víctor no tenía plata suficiente para viajar por el circuito. Así que se dedicó a vivir como profesor de tenis, jugando internacionalmente solo los partidos de Copa Davis de su país y torneos Challenger (la segunda categoría en el tenis profesional). En 2013 su suerte cambió al ganar su primer partido en el circuito ATP -estamos hablando de un jugador de 33 años, hoy 34 años- y consiguió introducirse entre los 100 mejores tenistas del mundo. Por fin pudo empezar a viajar con regularidad. Hoy está clasificado en el puesto 80 del mundo, solo un puesto por detrás de su mejor clasificación histórica en el ranking (puesto 79, alcanzado el día 11 de agosto de 2014). Su sueño, después de toda una vida de pasión por el tenis está ahora a su alcance gracias a esa casualidad que se define como "el sitio justo, en el momento justo". En su caso un Open USA en el que ha ganado ya dos partidos. La tercera ronda de un torneo de Grand Slam otorga 90 puntos y dado que el año pasado no pudo participar, a partir del lunes 8 de septiembre será probablemente el jugador número 69 del mundo, o el 56 si gana su próximo partido, o el número 42 si gana también el siguiente.
Un profesor de tenis dominicano que puede alcanzar en plena madurez, cuando a muchos jugadores les llega ya la hora de la retirada, estar entre los mejores 50 jugadores del mundo. Quizá entre los 40 mejores. Quizá entre los 30 mejores (dependerá mucho de lo que ocurra en la parte final de la temporada y en el primer torneo grande del año 2015 -el Open de Australia-, torneo en el que este año no pudo clasificar).
Víctor Estrella Burgos muy probablemente le podrá decir a sus alumnos en el futuro, o a sus hijos, o a cualquiera que quiera escucharle, ... incluso se lo podrá decir a sí mismo: "recuerda que eres tan bueno, como lo mejor que un día llegaste a ser". Muy bueno. Conviene no olvidar el consejo de Billy Wilder.
"Todo esto me está pasando ahora porque tenía que pasarme ahora. No quiero plantearme qué habría sucedido si hubiese podido venir aquí con 20 ó 22 años. Me está pasando con 34, y estoy feliz. Tuve que detener mi carrera hace unos años porque no podía viajar. Ahora es distinto, viajo 25 semanas al año. Mi objetivo es estar entre los 50 primeros. No pienso en otra cosa.
No creo que esto me cambie la vida. Sigo siendo un jugador de tenis. De otro nivel, claro, pero sigo siendo el mismo Víctor de siempre, que trabaja duro cada día, que es feliz en el vestuario. He recorrido un largo camino para llegar hasta aquí. Estoy muy feliz por la gente de mi país, que está celebrando mi éxito aquí"
jueves, 28 de agosto de 2014
George Bernard Shaw (1856-1950)
"La vida no consiste en buscarse a sí mismo, sino en crearse a sí mismo". George Bernard Shaw, premio Nobel de Literatura 1925, premio Oscar 1938 (mejor guión adaptado, Pygmalion, 1937).
martes, 26 de agosto de 2014
Cortázar, 100 años
Julio Cortázar habría cumplido hoy 100 años si no hubiera abandonado este mundo en 1984. Google y toda la prensa internacional lo recuerda: Julio Cortázar, nacido el 16 de agosto de 1914. En un blog básicamente de arquitectura, no se me ocurre otra cosa que recordarlo a través de un texto sublime, Instrucciones para subir una escalera.
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquier otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.
lunes, 25 de agosto de 2014
Javier Mariscal (Valencia, España, 1950)
Comparto muchas de las respuestas de la entrevista de hoy a Javier Mariscal (fuente: El País, 25 de agosto de 2014):
Cuando veo una nueva creación, un buen trabajo, una buena lectura, película, música, etcétera, siento una envidia terrible. Me hubiera gustado muchísimo haber sido Mozart, Woody Allen, Matisse, Amy Winehouse, y miles más no tan conocidos, o incluso anónimos.
Me encantaría vivir en una Europa federal, con un presidente elegido directamente, con un solo ejército, pequeño, y con muchos informáticos espías. Con un solo Ministerio de Exteriores, con una embajada europea en cada país, dando muchas ayudas a la investigación y apoyando a las empresas transeuropeas, tipo la del Airbus, a las energías renovables y de satélites. Con universidades superconectadas y una buenísima y gran distribución de todos los canales de la cultura, cine, literatura, visuales, etcétera. Becas Erasmus por un tubo, niños hablando cuatro idiomas europeos. Escuchar una canción francesa, ver una peli danesa, leer a un filósofo alemán, ver una performance italiana.
Bueno, uno no se hace valenciano, uno nace valenciano. Y luego comienza su curiosidad por otros lugares, otras culturas, otra gente, otras músicas, otros lenguajes..., y al final uno ya no es valenciano, es del mundo y puede ir y venir a su aire.
Cuando veo una nueva creación, un buen trabajo, una buena lectura, película, música, etcétera, siento una envidia terrible. Me hubiera gustado muchísimo haber sido Mozart, Woody Allen, Matisse, Amy Winehouse, y miles más no tan conocidos, o incluso anónimos.
Me encantaría vivir en una Europa federal, con un presidente elegido directamente, con un solo ejército, pequeño, y con muchos informáticos espías. Con un solo Ministerio de Exteriores, con una embajada europea en cada país, dando muchas ayudas a la investigación y apoyando a las empresas transeuropeas, tipo la del Airbus, a las energías renovables y de satélites. Con universidades superconectadas y una buenísima y gran distribución de todos los canales de la cultura, cine, literatura, visuales, etcétera. Becas Erasmus por un tubo, niños hablando cuatro idiomas europeos. Escuchar una canción francesa, ver una peli danesa, leer a un filósofo alemán, ver una performance italiana.
Bueno, uno no se hace valenciano, uno nace valenciano. Y luego comienza su curiosidad por otros lugares, otras culturas, otra gente, otras músicas, otros lenguajes..., y al final uno ya no es valenciano, es del mundo y puede ir y venir a su aire.
A propósito de un panel prefabricado de hormigón
Estas memorias o
recuerdos son intermitentes y a ratos olvidadizos porque así precisamente es la
vida.
Ahora que me presento ante ustedes, muchos de mis recuerdos se han desdibujado al evocarlos, han devenido en
polvo como un cristal irremediablemente herido.
Soy un viejo y envejecido panel prefabricado
de hormigón armado cuya única vocación fue siempre la de servir de apoyo para
los antebrazos de cualquiera que un día decidiese asomarse a mi ventana. Tal
vez no viví en mí mismo; tal vez viví la vida de los otros.
Mis memorias no son las memorias de un panel de fachada. Aquél vivió tal vez menos, pero fotografió
mucho más. Mi piel muestra una
galería de fantasmas sacudidos por el fuego y la sombra de su época.
Vine al mundo en una fecha indeterminada de 1972 y fui uno
de tantos. Nada aparentemente me diferencia de los míos y solo la casualidad me
separó desde un primer momento del resto de mis hermanos. El presidente
apadrinó mi nacimiento, en su visita de inauguración a la fábrica de Quilpué.
Con su pulso y con su letra, tatuó su nombre sobre mi piel aún fresca, cuando
todavía no había terminado de fraguar el cemento que constituye mi esencia más
pesada y terrenal. Nadie podía prever en aquel momento lo que sucedería después
y el trágico final que esperaba a aquel hombre.
Soy esbelto, pero peso mucho y me cuesta moverme. Por eso
estamos condenados los míos a permanecer inmóviles y plantados en el mismo
lugar durante toda nuestra vida. Yo mismo fui colocado desde un principio a la
entrada de la factoría y desde allí estuve siempre sometido al capricho
permanente de la intemperie. Desde ese lugar vi marchar hasta su destino final
a cientos, quizá miles, de mis compañeros.
Comenzaré por decir,
sobre los días y años de mi infancia, que mi único personaje inolvidable fue la
lluvia. Esta lluvia fría del sur de América no tiene las rachas impulsivas de
la lluvia caliente que cae como un látigo y pasa dejando el cielo azul. Por el
contrario, la lluvia austral tiene paciencia y continúa, sin término, cayendo
desde el cielo gris.
Me dicen los médicos que me han tratado que esa lluvia es la causa principal de mi estado.
Una lluvia que atravesó mi piel y me caló hasta las huesos, que en mi caso son
de acero y se han corroído. Una lluvia que ha dilatado mis venas y ya no caben
dentro de mí, fisurando primero y fracturando después, la carne pesada y gris
que las recubre.
Soy oriundo de otras tierras. Mis padres y mis abuelos
fueron soviéticos. Nada extraño por otra parte, en una América Latina que no
puede ser entendida sin la emigración. Ellos, mis ascendientes, no llegaron
aquí por casualidad, pues Chile no está de paso hacia ninguna parte. Una línea
estrechísima al otro lado de los Andes, en una de las dos esquinas del mundo.
Fueron las circunstancias políticas y sociales de aquel momento, las que a
todos nosotros nos trajeron aquí.
Los comunistas hacen
una buena familia. Pasó el jazz, llegó el soul, naufragamos en los postulados
de la pintura abstracta, nos estremeció y nos mató la guerra … En este lado
todo quedaba igual … O no quedaba igual? … Después de tantos discursos sobre el
espíritu y de tantos palos en la cabeza, algo andaba mal … Muy mal … Los
cálculos habían fallado … Los pueblos se organizaban … Seguían las guerrillas y
las huelgas … Cuba y Chile se independizaban … Muchos hombres y mujeres
cantaban la Internacional … Qué raro … Qué desconsolador … Ahora la cantan en
chino, en búlgaro, en español de América … Hay que tomar urgentes medidas … Hay
que proscribirlo … Hay que hablar más del espíritu … Exaltar más el mundo libre
… Hay que dar más palos … Hay que dar más dólares … Esto no puede continuar …
Y no continuó. Todo cambió el 11 de septiembre de 1973. Unos
se fueron y otros llegaron. Niño como yo era todavía preguntaron por mi laico
pasado y me acristianaron, maquillándome para la ocasión hasta ocultar la
grafía de mi tatuaje. La ventana se transformó en hornacina y la luz en mariana
advocación. Y la gente comenzó a persignarse cuando pasaba junto a mí. Algunos
incluso se acercaban a tocar la imagen que durante mucho tiempo habitó en el
espacio vacío de mi interior.
La microscopía médica ha corroborado que entre mi cuerpo y
mi ropaje alguien colocó una suerte de lencería, un óleo quizá, con idea de que
mi nuevo vestido, rudo y agreste como era, no borrase irreversiblemente el
rasguño de quien fue mi padrino. ¡Qué intuición la de aquel albañil que también
ha envejecido en una vida paralela a la mía!
La fábrica terminó desmantelada, la democracia volvió y yo,
literalmente, caí en el olvido. Pasé años abandonado y tumbado. La humedad
acumulada en mi espalda se extendió por todo mi cuerpo. Un día alguien me pisó
y mi carne trémula empezó a desmoronarse. De ahí proceden la mayoría de mis
cicatrices. Hilos de óxido rojizo comenzaron a manchar irreversiblemente mi
piel.
Las sales y el spray marino propio de un país en el que la
costa está para bien y para mal cerca de todos sus rincones; el sol ardiente;
la lluvia; el orín y los excrementos de animales que vuelan o reposaron junto o
sobre mí; el viento y las polinizaciones; los sulfatos; mis años de pobreza en
los que apenas tuve preocupación por mi salud y mi mantenimiento; ataques
ácidos o bacteriológicos; pinturas inadecuadas que modificaron mi capacidad de
respuesta a cambios térmicos o de humedad; todo eso terminó por envejecerme y
casi puso punto final a mis peripecias.
De nuevo el destino se interpuso en mi vida. Como ocurre con
todos y cada uno de nosotros, por otra parte. Un grupo sindicalista me
reconoció cuando ya no me reconocía ni la madre que me parió. La prensa habló
de mí y de mi vida y la Universidad fijó los ojos en mí.
Y aquí me tienen, embajador de mi país en tierras lejanas.
Cuando llegué me di cuenta de que tenía que
pagar un pesado tributo a mi vanidad. Había aceptado este puesto sin pensarlo
mucho, dejándome ir una vez más por el vaivén de la vida. Eso de ser embajador era algo nuevo e incómodo para mí.
Pero entrañaba un desafío.
La
ruina y los despojos que el paso del tiempo dejan sobre la obra del hombre y en
especial sobre la arquitectura, provocan en la mayoría de los humanos una
atracción magnética. Restos degradados pero sanos. Restos degradados y
envejecidos, sugerentes, dignificados, hermosos. A pesar de haber nacido en un
pasado no muy lejano y de seguir siendo un objeto arquitectónico vivo aún
podría yo servir para aquello que fui engendrado: limite parcial del hogar que
compartiera con mi familia.
No verán eso mis
ojos ni los de ustedes, pues las circunstancias me han investido de un valor
adicional -intangible, atmosférico, subjetivo-. ¡Qué le vamos a hacer! Este es
mi destino.
Desde hace años
colecciono conocimientos que no me sirven de mucho porque navego sobre la
tierra. Pronto regresaré a Chile, a mi país oceánico, y mi barco se acerca a
las costas de África. Ahora vengo de otra parte. He dejado atrás el último
santuario azul del Mediterráneo.
No sé exactamente dónde viviré los últimos años de mi vida,
pero seguramente será en mi Quilpué querido.
Miro largamente las aguas. Sobre ellas navego hacia otras aguas: las olas
atormentadas de mi patria.
Siempre me consideré hijo del ingenio y de la evolución. Me
siento parte de una arquitectura anónima que abarca muchos de los ingenios
ideados por el hombre para satisfacer sus necesidades más primitivas: cobijo,
vestido, lugar para reunirse, para alimentarse, para comunicarse, para
reproducirse, lugar para rezar. O tal vez, ninguna de ellas. O quizá, solamente
soy una herramienta hasta alcanzarlas.
Vida y muerte de la arquitectura: arquitectura y ruinas de
arquitectura. Como la propia vida, un intermedio entre lo que fuimos antes
de nacer y lo que seremos tras dejar este mundo.
Luis Cercós
Santiago, Chile
P.D. las frases en cursiva que sirven de hilo conductor de
este texto proceden de las memorias de Pablo Neruda, premio Nobel de Literatura
1971. Amigo personal y colaborador político de Salvador Allende, ambos murieron
en el breve lapso de 12 días, entre el 11 y el 23 de septiembre de 1973.
Comienza así el penúltimo párrafo de las memorias del poeta: “escribo estas rápidas líneas para mis
memorias a sólo tres días de los hechos incalificables que llevaron a la muerte
a mi gran compañero el presidente Allende”.
domingo, 24 de agosto de 2014
A propósito de Ruinas
Estoy de acuerdo. Motivo para no restaurar. Y lo dice un "restaurador de arquitectura". O motivo, al menos, para restaurar poco. Cuando el arquitecto es bueno, las ruinas son hermosas.
Billy Wilder (1906-2002)
"Recuerda que eres tan bueno como lo mejor hayas hecho en tu vida". Billy Wilder, 20 nominaciones al Óscar, 5 veces ganador, 2 Globos de Oro, uno de los grandes.
Joseph L. Mankiewicz (1909-1993)
A propósito de un buen proyecto previo:
"Para escribir el guión de una buena película hacen falta dos años, para rodarla dos meses, para efectuar el montaje dos semanas, para dar los últimos retoques dos días, para verla dos horas, y para olvidarla dos minutos". Joseph Leo Mankiewicz, director de cine y guionista, 4 veces ganador del Óscar, 2 veces ganador de los Globos de Oro, considerado uno de los pioneros.
sábado, 23 de agosto de 2014
Museo David D'Angers.
El Arquitecto Pierre Prunet conocido por restaurar la ruinas de la Iglesia Toussaint D’Angers integró una cubierta contemporánea destinada a mantener al edificio protegido del agua, creando un espacio para las Colecciones del Museo David D’Angers. Less is More.
Transiciones Tranquilas
Una restauración que me sugiere "armonía", "tranquilidad", "sinceridad". Me gusta. Ubicación: Jaffa, Tel-Aviv. Proyecto: Pitsou Kedem Architects. http://www.pitsou.com/
Tendencias: Vanos
Cada vez son más los ejemplos de intervenciones que apuestan por enfrentar de forma radical lo recibido con lo proyectado. Y los vanos son siempre, la transición entre ambos. Comparto absolutamente esta visión del problema y la fuerza compositiva de la sencilla solución.
jueves, 21 de agosto de 2014
miércoles, 20 de agosto de 2014
Raixa, Mallorca
La finca de Raixa (Bunyola) tiene una superficie aproximada de 520.000 m2, de los que 4.500 m2 corresponden a las edificaciones y el resto está compuesto por diversos jardines, zonas de cultivo y área forestal.
La primera referencia explícita de Raixa aparece a mediados del siglo XIII, después de la Conquista de Jaime I, aunque, con toda probabilidad, se trata de una finca de origen islámico. A finales del siglo XV, la propiedad pertenecía a una familia de la nobleza mallorquina, hoy extinguida, los Safortesa-Tagamanent. Durante el siglo XVI, la familia propietaria se vio involucrada en las luchas de las Germanías (1521-1523) y el predio y sus casas fueron asaltados e incendiados. Raixa fue reconstruida pero, en la centuria siguiente, la familia Safortesa-Tagamanent entró en una fuerte decadencia que les obligó a vender su patrimonio en 1660 al primer conde de Montenegro, Ramon Despuig i Rocabertí (1633-1681). Los sucesivos condes realizaron diversas reformas y ampliaciones pero fue un hijo del tercer conde de Montenegro quien impulsaría la gran transformación de Raixa en una villa de estilo italiano, aunque sin perder su esencia de “possessió” mallorquina.
Antoni Despuig i Dameto (1745-1813) fue cardenal desde 1803. Su estancia en Roma formó su gusto por las antigüedades y el coleccionismo y entró en contacto con artistas de la capital italiana. En la década de 1790 Antoni Despuig ya escribía a su hermano Joan, propietario de Raixa, sobre el tema de una reforma de la finca a modo de villa italiana que, en aquella época, solían contar con jardines y con un museo privado para orgullo y disfrute del propietario.
El punto neurálgico del predio de Raixa es un conjunto de casas, estructurado como las típicas “cases de possessió”. Se articulan en torno a la “clastra”, un patio que da acceso a la casa del propietario (“casa dels senyors”), a las viviendas del colono (“casa dels amos”) y al conjunto de dependencias auxiliares relacionadas con la explotación agropecuaria: establos, almazara, bodega, etc.
La entrada de la casa comunicaba con diversos espacios domésticos, como la cocina, las alacenas de las vajillas y varias despensas. También hacía de paso para entrar en el ámbito privado de la familia.
A pesar de que la distribución cambió en las distintas épocas, se puede decir que en la etapa de esplendor de Raixa, en el siglo XVIII, la casa contaba con varias salas y alcobas, un comedor principal, un comedor de servicio y dos cocinas: una en la planta baja para los colonos y trabajadores de la finca (“cuina dels amos”) y otra en la planta principal para la familia del propietario (“cuina dels senyors”).
Fuente: http://www.raixa.net/
Restauración de Raixa. Proyecto Arq. Luis Alemany. Directores de Ejecución: Joseba Gallastegui, Luis Cercós. 2004-2008. Fundación Parques Nacionales (España). Hoy: Fundación Biodiversidad. Constructora: UTE REHABILITACIÓN RAIXA. Presupuesto de la Ejecución Material: 11.168.772 dólares USA (8.421.000 euros).
Calladas
Fotografía: Familia arribando a Buenos Aires. ¿Finales del siglo XIX, principios del XX?
Me encanta hojear las páginas de viejos diarios que guardé por algún motivo y detenerme de pronto en textos que no advertí en la primera visión. Hoy, por ejemplo, en la contratapa de El País del 11 de junio de 2014 (no hace mucho tiempo) hay una columna maravillosa de Leila Guerrero, en homenaje a sus abuelas. No puedo evitar transcribir algunas de sus palabras:
Mi abuela materna era una mujer pequeña y cándida. cuando el presentador del noticiero decía "Buenas noches", ello lo saludaba: "Buenas noches, hijo". Viajó sola, a los doce años, para encontrase en América con un padre al que quiso con un amor devocional, el mismo que sentía por sus nietos. Nos acariciaba la cabeza, nos decía "mi vida, mi alma".
Mi abuela paterna era alta y delgada. Tenía un hermoso rostro de mujer. Usaba zapatones de varón, faldas oscuras. Para saludarme, me daba un beso en la coronilla y me decía: ¿Qué tal, mi vieja?. En las noches de invierno me leía historietas, libros, el Struwwelpeter que traducía del alemán. ... Jamás me dijo que me quería. Hacia el final de su vida estuvo enferma algunos años, que yo pase´esperando el llamado que me anunciaría su muerte. Antes de que eso sucediera, la visité en la clínica. Dormía; le toqué un brazo. Era como papel de arroz aquella piel que, hasta entonces, yo sólo había mirado, sin tocarla. Cuando vaciamos su casa encontré unas libretas escritas en alemán. Hay una sola nota en castellano, y habla de mí. La austeridad, su magnética hermosura.
martes, 19 de agosto de 2014
¿Qué será de Agim Shala?
AGIM SHALA EN UNA FOTO QUE
RECORRIÓ EL MUNDO, MIENTRAS ERA PASADO A TRAVÉS DE UNA CERCA DE ALAMBRE DE PÚAS
HACIA SUS ABUELOS EN UN CAMPAMENTO PARA REFUGIADOS DURANTE LA GUERRA DE KOSOVO.Tenía en aquel momento, 2 años. guerra de kosovo (1996-1999).
lunes, 18 de agosto de 2014
¿Por qué?
No puedo afirmar que la foto sea actual, o que sea efectivamente en Gaza. Pero la página de donde la he sacado dice que sí. En cualquier caso, la niña es real y sus heridas también. Durante las 4 primeras semanas del nuevo episodio de guerra en Gaza murieron 1867 palestinos (427 niños) y 67 israelíes (64 militares y 3 civiles). Por los números, no me parece una guerra equilibrada. Tampoco creo que sea una guerra justa ni proporcionada. ¿Quién tiene la culpa? Bajo mi punto de vista: un fanatismo que puede estar acompañado de muchos adjetivos. Ponga usted el que quiera a continuación. Entre todos ellos, uno de ellos será mencionado mucho, muchísimo más, que cualquier otro. Fanatismo religioso. De uno y de otro bando.
Mientras tanto, por cada niño inocente (los niños son inocentes, eso está fuera de cualquier absurda discusión adulta) que resulta herido o muerto, la guerra y el odio entre dos pueblos se enquista cada vez más. No hay solución lamentablemente. No hay solución.
La guerra tecnológica actual permite seleccionar objetivos. Escribo la frase anterior y se me ponen los pelos de punta. Pero es cierta. En ese caso: ¿cómo es posible que sigan estallando en escuelas y hospitales? Niños destrozados y madres llorando sin consuelo posible. Esas explosiones son un acto criminal. Y tienen por autor un Gobierno.
Sí, lo sé. Los terroristas también colocan bombas de forma indiscriminada. Pero ellos, lo dice su nombre, son terroristas. Quiero decir: no es lo mismo.
Los autores materiales e intelectuales de estas muertes infinitas (pues son para siempre), indiscriminadas (no seleccionan) y absurdas (a estas alturas del tercer milenio -sirva aquí la cronología cristiana para recordar lo lejos que deberían estar cruzadas y guerras medievales) no deberían vivir en paz con su conciencia. Yo, al menos, los maldigo. Una maldición, en cualquier caso, indiferente pues no conseguirá devolver la vida ni la inocencia a nadie.
Cada niño que muere, agrava el conflicto y lo eterniza, pues genera un odio tal que no tendrá cura en muchos años. Un cataclismo interminable en una cadena permanente de actos terroristas y enfrentamientos armados.
La única solución es la negociación. Y en ella, con generosidad, todas las partes deberán perder. La violencia genera violencia. La violencia genera violencia. La violencia genera violencia. La violencia genera violencia, ... y así indefinidamente.
¿Qué opina el pueblo israelí?, ¿está a favor de la política militar de su Gobierno?, ¿cómo es posible que no entiendan que Israel, aunque gane todas las guerras, será cada vez más débil y vulnerable?
Me gustaría visitar algún día Jerusalén. Fundamentalmente por motivos profesionales y culturales. Oí hablar de ese lugar desde que tengo uso de razón. Pero si algún día cruzo sus murallas, juro ante ese Dios que dice haber elegido allí levantar su Templo más memorable, juro ante Él digo, que dejaré fuera mis creencia religiosas, o antireligiosas, o areligiosas. Y le escribiré en un papelito que introduciré en las juntas entre los sillares del muro una pregunta que quiero que me responda: ¿Por qué?
El conflicto palestino, en cualquier caso, debilita la visión que de Israel tiene el mundo. Lo que en otro tiempo se pensó, ya no se piensa. Yo, al menos, ya no pienso que Israel sea un lugar democrático.
Quizá algún día las instituciones internacionales se animen a intervenir. Lo que está pasando allí, tiene que comenzar a detenerse.
Alejandro Aravena (Santiago, Chile, 1967)
En Chile hay magníficos arquitectos. Entre ellos, el que más me gusta, es Alejandro Aravena. Su proyecto en Quinta Monroy, en el que entregó viviendas que los propietarios fueron terminando ellos mismos, es paradigmático: entregar un módulo mínimo que permita el acceso a la vivienda sin renunciar a la autoconstrucción y la mejora posterior. El proyecto, por lo que veo en las fotografías, funciona.
Entre mis viejos papeles -esos que guardo, echo un vistazo y tiro de vez en cuando- he encontrado una vieja entrevista a Alejandro Aravena. Transcribo las opiniones que comparto con él:
Dije no en un momento de mi vida a la arquitectura, entre 1995 y 1997. Renuncié a la arquitectura y me dediqué a otra cosa. Para hacer estupideces, decidí mejor no hacer nada. Trabajé en un bar. Es mejor hacer algo bien, cualquier cosa, que mediocremente lo que se supone que es bueno.
Soy idealista, pero también muy pragmático. En un momento determinado hay que bajar las necesidades al máximo y vivir con lo que tienes. No se necesita demasiado para vivir. Lo que necesitas para estar contento es más bien poco, pero tienes que estar satisfecho con lo que haces. En Chile (posiblemente extensible al resto de América Latina) para ganarse la vida como clase media teniendo una formación universitaria, uno llega a fin de mes con casi cualquier cosa.
Yo no aspiraba a mucho desde el punto de vista económico, pero sí desde el punto de vista profesional. Y con un conjunto de clientes muy malos, uno tras otro, tenía más sentido dedicarse a otra cosa y esperar.
En el tercer año de carrera teníamos un taller clave: hacer una vivienda unifamiliar. Los alumnos debíamos elegir el lugar, el cliente. ... Casi todos los compañeros elegían un cliente excéntrico. Un artista, por ejemplo. Se tendía a pensar que la calidad del cliente, aseguraba la calidad del proyecto. Yo elegí un taxista. El taxista existía. Se llamaba Morales y ayudaba a mi padre a preparar curanto (una comida chilena que se prepara bajo tierra, con mariscos y carne). Pensando en él, yo me preguntaba: ¿qué es calidad de vida para una persona que debe tomar el transporte público todos los días, que pasa horas en un bus o en el metro. ¿Qué puede aportarle la arquitectura a alguien como él?.
En Chile, dentro de todo, opera la meritocracia. En las obras de cierta importancia no hay encargos. Hay una institución que tiene que escoger y concursas por méritos. Sin esa meritocracia, yo no existiría.
Un proyecto es una inversión. Tú mismo te construyes el próximo cliente.
Para atender ciertos encargos, no se puede no crecer. No tengo resuelto el tamaño del estudio.
Me produce placer viajar llevando muy poco. Es una satisfacción personal necesitar muy poco.
Un Mundo Sin Fronteras
En un mundo en que grandes cantidades de dinero circulan libres y sin impunidad, cada vez que paso por una frontera (y eso que yo las cruzo de forma convencional: aeropuerto, carreteras, puertos) y veo las filas de personas, los tiempos de espera, las medidas de falsa seguridad, ... siempre me pregunto lo mismo: ¿a quién benefician las fronteras? Me gustaría un mundo con libre circulación de personas. Creo en eso. A propósito de fronteras siempre recuerdo las palabras de un astronauta español, durante una entrevista vía satélite:
- ¿Cómo se ve el mundo desde ahí arriba?
- Lo que más me impresiona desde aquí, es que no están dibujadas las líneas entre los países.
A lo que yo añado: seguro que desde ahí arriba, tampoco están pintados los países de diferente color.
Lo dicho: ¿a quién benefician las fronteras?, ¿a quién los nacionalismos?, ¿por qué se llaman ilegales a los que en realidad solo son alegales?, ¿por qué está perseguida la búsqueda de un mundo mejor?, ... Por encima de la situación administrativa en un país, creo que debe estar la Declaración Universal de Derechos Humanos. Y también la Declaración de Derechos del Niño. ¿o no?
La foto de hoy aparece publicada en el diario El País (foto de Pep Companys, paredes de la casa Albergue la72 en Tesosique, Tabasco, http://www.la72.org/)
sábado, 16 de agosto de 2014
Palacio Pereira, Santiago, Chile
Transcripción parcial del documento reproducido: ACREDITACIÓN PARTICIPACIÓN DE PROFESIONAL. El profesional arquitecto-restaurador Luis Cercós, se encuentra participando como parte integrante del equipo de la consultora, asumiendo las tareas relativas a registro fotográfico y asesoría técnica de restauración. Dichas tareas se enmarcan dentro del desarrollo de las etapas del proyecto "Restauración del Palacio Pereira y reposición de edificio para el Consejo de Monumentos Nacionales y la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos. 9 octubre 2013.". Fotografías 1, 2, 5 y 6: visita de obra del Intendente de la Zona Metropolitana de Santiago al Palacio Pereira, D. Claudio Orrego Larraín. Fotografías 4 y 5: archivo de Luis Cercós, primera visita al edificio.
Profesionales y no-Profesionales
Hoy, en una obra de arte de artículo de Manuel Vicent en El País a propósito de la actriz española Emma Suárez, el maestro Manuel Vicent nos recuerda y amplía unas palabras de Bogart: "la gente se divide en dos, profesionales y no profesionales. Si contratas a un asesino, busca que sea un buen profesional. Este principio rige también con los poetas y los artistas, los políticos y los atracadores". Y por supuesto, también rige para arquitectos y otros muchos animales.
viernes, 15 de agosto de 2014
martes, 12 de agosto de 2014
Chest of drawers
Best British Product
Design 2011(The British Design Awars)
Designer: Rupert Blanchard
Chest of drawers
This bespoke
piece, created by upcycling designer Rupert Blanchard, is constructed from old
drawers found abandoned or in skips. No two drawers are the same, and the
varying woods, shapes and handles mean it has oodles of character. Price
approx £1,400.
Chest of drawers
Bowl, 1951
Butaca Bowl, diseñada en 1951 por la arquitecta italo-brasileira Lina Bo Bardi (Roma, 1914-Sâo Paulo, 1992). Reedición, serie limitada a 500 unidades: Arper.