Coincidiendo con el 14 cumpleaños de mis dos hijas mayores he pasado poco más de una semana en Madrid. En los últimos dos años apenas he podido ir un par de veces y en ambas ocasiones por muy poco tiempo. Pero en esta ocasión, desde el mismo momento en que pisé el aeropuerto de Madrid, tuve la sensación de que España estaba un poco mejor que hace un año.
Madrid sigue teniendo una red de transporte público magnífica. La combinación de Metro, ferrocarril de cercanías, Metro Ligero y red de autobuses ofrece la posibilidad de moverse por una ciudad de tamaño considerable a un precio razonable. Los coches, los trenes y los buses son modernos y las aplicaciones telefónicas y los sistemas de información permiten al pasajero saber en cada momento dónde bajarse, dónde subirse y cuánto tiempo tardará el coche en llegar. En ese sentido, estamos en el primer mundo. Algo que ya me anunció, nada más llegar, el control de fronteras: pasaporte electrónico y acceso -por el momento para nacionales y ciudadanos de la Unión Europea- sin policía física de por medio.
La ciudad está razonablemente limpia y razonablemente "terminada" (cuando yo vivía allí había muchas más obras. Supongo que la crisis las ha reducido al mínimo mantenimiento posible). Sí, ya lo sé, todo son sensaciones tomadas en 7 días. Pero estoy hablando de la ciudad en la que nací y aquella en la que soy capaz de conocer sus rincones como nunca seré capaz de hacerlo en ningún otro lugar del mundo. La ciudad en la que soy capaz de pedir -al primer intento y sin decepciones- el sabor que mi cerebro me solicite al pasar por la puerta o cerca de ella de muchos bares, tascas, cafeterías, restaurantes, pastelerías, bodegas, panaderías o heladerías. La ciudad en la que mi memoria destapa, al transitar por ella, otras noches y otros días, amores y desamores, triunfos y decepciones, esperanzas y desencantos.
La semana pasada, al pasar por allí, tuve la subjetiva sensación de que la gente sonreía un poco más que el año pasado, vestía un poco más colorido que el año pasado y tenía ganas de votar en las próximas elecciones un poco más que el año pasado.
Tuve la sensación de que España vuelve y volverá, una y otra vez, a resurgir. En eso están la mayoría de sus gentes.
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