Por Álvaro García (AGVCarquitectos)
El transporte constituye el verdadero núcleo duro de la crisis ecológica. El sector del transporte es principal responsable del efecto invernadero, de los más graves problemas de contaminación atmosférica y contaminación marina, de la urbanización de suelo, del ruido, de la degradación del paisaje natural y urbano, etc.
Lo que llamamos transporte, esto es, el movimiento horizontal masivo de personas y mercancías, es en su esencia una anomalía en el orden natural, que la Naturaleza no resiste. Aceptar esta realidad es imprescindible para entender las conflictivas relaciones que aparecen en todas partes entre medio ambiente y transporte. En realidad, a partir de cierto punto, lo que se presenta es una elección; o medio ambiente o transporte. La conciliación no es posible.
Ha pasado ya casi medio siglo desde que el ingeniero escocés Colin Buchanan lanzara la primera advertencia sobre los riesgos de la expansión incontrolada del automóvil señalando que “estamos alimentando, a costes inmensos, un monstruo de gran potencial destructivo, al que sin embargo amamos tiernamente”. Ese monstruo, en efecto, ha crecido y se ha venido cobrando inmensos tributos: le hemos sacrificado la habitabilidad de nuestras ciudades, la integridad de nuestro territorio y la calidad de nuestro aire, y le entregamos cada año cientos de miles vidas humanas y millones de heridos por la violencia vial. Pero su última imposición es todavía más cruel. Ahora nos exige, mostrándonos en la televisión una imagen más seductora que nunca, que le entreguemos también nuestra comida. Y probablemente estamos dispuestos a hacerlo.
Un dato curioso que pone en cuestión la relativa velocidad que se consigue con un vehículo; “El varón norteamericano típico consagra más de 1500 horas por año a su automóvil. Es decir le dedica 4 horas diarias en las que se sirve de él (para viajar) o trabaja para él (pagar todos los gastos que genera). Estas 1500 horas le sirven para recorrer aproximadamente 10.000 km anuales, es decir 6 km/h. ! La misma velocidad que alcanzan los seres humano en los países sin industria del transporte! El americano medio destina a la circulación el 25% del tiempo social disponible, sin embargo en las sociedades no motorizadas se destina entre el 3%-8%.
En mi opinión, la creación de proximidad en todos los planos personales, sociales y económicos es la única estrategia de fondo capaz de instaurar un proceso de aproximación continua hacia la plena compatibilización ecológica del transporte. Se trata de disminuir la distancia, el tamaño, lo pequeño es hermoso, la economía de la cercanía.