Hace ya 8 días que ando dándole vueltas al artículo que Antonio Muñoz Molina publicó en el suplemento BABELIA (EL PAÍS, 23 de enero de 2010) del pasado sábado. Ayer lo intenté, pero en lugar de lo previsto terminé hablando de un par de limones. Siempre me ocurre lo mismo, debe de estar en mi carácter, tendente excesivamente a la dispersión.
El caso es que ya no puedo dedicar a la lectura de los diarios el tiempo que antes dedicaba. Así que como cualquiera de mis hijos, voy viendo las fotos y pasando las páginas hasta que una imagen sugerente me detiene. La fotografía que encabeza esta entrada de hoy provocó la afortunada lectura de su posterior artículo. El texto me resultó placentero pero ¿por qué llamó mi atención aquella imagen? El hecho de que Muñoz Molina sea escritor en lugar de arquitecto añadió a la crónica sobre la actual exposición de la Bauhaus en el MOMA de Nueva York un giro inesperado:
“Pero en tanta perfección se va filtrando poco a poco un principio de antipatía, un sentimiento de amenaza benévola. La proscripción de lo innecesario, de lo casual, de lo decorativo. … En la Bauhaus, sospecha uno, está ya el autoritarismo de una modernidad tan segura de sí que se considera autorizada a ignorar todo lo que no sean sus propios principios inmutables, lo mismo el paisaje natural que los testimonios del pasado”.
No me había dado cuenta hasta hoy pero hace escasos segundos he encontrado la clave. Parece increíble pero en la foto, y no creo que sea casual, hay 13 personajes: 6 apóstoles a diestra y otros 6 a siniestra de un gran mesías central.
“Miro de nuevo la foto de Moholy-Nagy y ahora me alarma su arrogancia, que es la del experto que lo sabe todo y no tolera disidencia porque tiene de su parte la razón”.
Porque si la Bauhaus se convierte en religión de verdades absolutas entonces, aquí mismo, presento mi solicitud de apostasía y proclamo el derecho a ejercer mi actividad en el más absoluto laicismo.
O sea, que opino sobre esto, lo mismo que sobre lo que estáis todos pensando: qué ya va siendo hora de que nos dejen a todos equivocarnos en paz.
Luis Cercós (LC-Architects)