martes, 29 de abril de 2014

Lina Bo Bardi (Roma, 1912 - Sao Paulo, 1992)













Los arquitectos hispano-chilenos Ipiña+Nieto, ganadores del concurso de ampliación de la embajada de Brasil en Chile me hablaron por primera vez de esta arquitecta italobrasileña parcialmente desconocida. Quizá por ser mujer en un mundo minoritariamente femenino -cuando ella ejerció, me refiero-, quizá por ser extranjera, quizá por un pasado tangencialmente fascista (fue amante del arquitecto favorito de Mussolini, Marcelo Piacentini, 34 años mayor que ella, pero también crítica con el imperialismo). Recientemente la editorial Yale University Press una biografía sobre ella escrita por el profesor Zeuler R.M. de A. Lima (Londres, 240 páginas, 50 euros).

Lo que me entusiasmó de su obra fue la escasez de medios y la sencillez y rotundidad de sus planteamientos, el uso de la casualidad -una casualidad en la que milito-. En palabras de Anatxu Zabalbeascoa, la crítica de arquitectura del diario El País, "su arquitectura absorbe las imperfecciones, la cultura local, el paso del tiempo y la huella de los seres humanos".

Durante las obras de construcción de su primera gran obra, el Museo de Arte de Sao Paulo (MASP), instaló allí su oficina y fue cambiando el proyecto en la medida en que iban surgiendo problemas y/o imponderables durante la obra. El color rojo, por ejemplo, es una solución ingeniosa a las fisuras de retracción surgidas en un hormigón que debería haber sido visto.

Estamos hablando de lo mismo. O al menos, de una misma forma de entender la profesión. Sin fundamentalismos, con ingenio y una pizca de espíritu aventurero. Ese que nos ha hecho, también a nosotros, cruzar el Atlántico.

Aunque ella, por supuesto, lo hizo mucho antes (con 32 años llegó a Brasil).

Luis Cercós
Buenos Aires

Fuente: El País, Babelia, 26 de abril de 2014, página 15. Fotografías obtenidas navegando por la red. copyleft, supongo.