domingo, 20 de junio de 2010

posición, profesión e ideología (2)

Estaba yo mirando la pernera derecha del jean que hoy llevo puesto, completamente roto a la altura de la rodilla, y me puse a pensar en el hecho de que también la palabra “arquitectura” sirva igual para un roto que para un descosido.

«Arquitectura» proviene del griego «αρχ» (arch), cuyo significado es «jefe\a, quien tiene el mando», y de «τεκτων»(tekton), es decir «constructor o carpintero». Quizá por eso e intuitivamente los medios de comunicación utilizan el sustantivo “arquitecto” para denominar bien al responsable de la reforma laboral, bien al cerebro del plan de ajuste económico o bien al ingeniero del último avance tecnológico que se lanza al mercado y así, por ejemplo, cuando usamos el término “arquitectura de computadoras” nos referimos al diseño conceptual y a la estructura operacional lógica y física de los componentes de un cerebro electrónico.

En su sentido más amplio, a finales del siglo XIX William Morris dio la siguiente definición de “arquitectura”:

“La arquitectura abarca la consideración de todo el ambiente físico que rodea la vida humana: no podemos sustraernos a ella mientras formemos parte de la civilización, porque la arquitectura es el conjunto de modificaciones y alteraciones introducidas en la superficie terrestre con objeto de satisfacer las necesidades humanas, exceptuando sólo el puro desierto”. (The Prospects of architecture in Civilization, conferencia pronunciada en la London Institution el 10 de marzo de 1881 y recopilada en el libro On Art and Socialism, Londres, 1947.)

Y si para unos la arquitectura es todo, no debe extrañar que para otros no sea nada. En palabras de Louis Kahn (de una conferencia en el Politécnico de Milán, 1967):

"Ante todo debo decir que la arquitectura no existe. Existe una obra de arquitectura. Y una obra de arquitectura es una oferta a la arquitectura en la esperanza de que ésta obra pueda convertirse en parte del tesoro de la arquitectura. No todos los edificios son arquitectura (...) El programa que se recibe y la traducción arquitectónica que se le da deben venir del espíritu del hombre y no de las instrucciones materiales".

O sea, que al igual que el resto de las religiones, la arquitectura no es más ni menos que una explicación humana entre conceptos intangibles, algo así como un paréntesis finito entre el cero previo a nuestro nacimiento y el infinito que presupone la prometida eternidad.

O como diría Saramago, “un intermedio entre la nada y la nada”:

“El problema está ahí: nos morimos, y entonces nos preguntamos ¿y qué? Me muero y ¿qué pasa después? Algunos de nosotros sabemos que no pasa nada y punto. Aquí acabó. Digo que la esencia humana es un intermedio entre la nada y la nada. La nada, porque antes de nacer, lo que había antes es la nada, después, también es la nada. Para nosotros desde el punto de vista del ser, es la nada. Pero otros no piensan así, piensan que tiene que haber algo, algo que llaman Dios. Fuera de la cabeza humana no hay ni bien, ni mal, ni ideal, ni Dios. No hay nada. Todo lo que llevamos está dentro de nuestra cabeza” (Veintitrés, Buenos Aires, Argentina, 7 de febrero de 2002, entrevista de Eduardo Mazo).

O como dijo Morris: la arquitectura es el conjunto de alteraciones introducidas por el hombre para satisfacer las necesidades humanas: cobijo, vestido, religión.

Luis Cercós (LC-Architects)http://www.lc-architects/
luiscercos@hotmail.es

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