viernes, 3 de diciembre de 2021

Joan Manuel Serrat


Sin lugar a dudas, Joan Manuel Serrat es el cantautor, el poeta, el juglar, el músico más importante de mi vida. Muy probablemente, lo es también para muchos otros hispanohablantes. Se retirará en Barcelona en la víspera de NocheBuena del año 2022. Empezó a cantar y a contar cosas en 1965, el año en el que yo nací y de él era el primer disco que yo pude comprarme con mi propio dinero, allá por 1981. Todavía lo conservo, en una caja de madera, un recopilatorio de sus primeros años de carrera, que hoy está en mi casa en Francia. Sonó Serrat en la víspera del nacimiento de Giuliana, la menor de mis hijas, en un concierto memorable en la sala Gran Rex de Buenos Aires, junto a Mariela, junto a mi suegra -que marchó hace un par de años- y junto a nuestra querida tía Chiquita. En aquella ocasión, el maestro recitó un poema de Cavafis, ítaca, muy importante en mi vida también. Sonó Serrat también en la mañana del día siguiente al que conocí a Mariela, en la habitación de su hotel madrileño, mientras ella desayunaba, y aquella canción, Hoy puede ser un gran día, la animó a llamarme y a verme de nuevo. Y aquí seguimos, ella y yo, haciendo camino al andar. 

La carrera de Serrat no puede resumirse en un puñado de canciones, pero Mediterráneo es el lugar de dónde vengo y el lugar que me define; Paraules d'amor, la lengua de mi padre, a quien quizá nunca llegué a conocer completamente; La Saeta, recuerdos de la España de mi infancia, entre curas y supersticiones, de lo que hoy estoy alejado en la medida de lo posible, pero que también me forjó; La mujer que yo quiero, cuyo nombre me sabe a yerba, es el estado en el que ahora vivo y en el estado en el que quiero morir; Para la libertad, los sueños de esa España de los 70, que viví siendo aún un niño, y que comprendí durante mi juventud; Fiesta, el recuerdo de mis veranos en Alginet, el pueblo de Valencia en el que están mis raíces paternas; Las nanas de la Cebolla, que siempre me llevan a un minúsculo pueblo de Guadalajara, en la Castilla pobre, de donde salieron a servir, siendo todavía muy jovénes, mi abuela y sus cuatro hermanas, porque apenas había para comer; el Sur también existe, el disco que me entronca con Uruguay y con Benedetti, la tierra de mis suegros, al otro lado del Mar; Juan y José, la canción que siempre me evoca a mi querido amigo Jesús, compañero de estudios y de profesión; Cada loco con su tema, así soy casi siempre, ecléptico y desordenado, un poco caótico; De vez en cuando la vida, ... lo sé por experiencia propia; Tío Alberto, metáfora del país en el que hoy vivo y trabajo; ... y tantas y tantas otras cosas, otras canciones, tantos recuerdos. 

Bonne continuation mon cher Joan Manuel. 

jueves, 2 de diciembre de 2021

A propósito de mimetizarse


 Fotografía: Antonio Banderas y Ana Leza el día de su boda, en 1987. Autora y copyright : Sylvia Polakov. 

El pasado jueves 25 de noviembre ha fallecido la fotógrafa Sylvia Polakov, autora de una gran cantidad de fotografías de aquello que se conoció como La Movida Madrileña. No voy a hablar ahora de aquellos tiempos, sino de una frase que Boriz Izaguirre le atribuye en su columna de EL PAIS del citado 25 de noviembre. Cuenta Izaguirre que cuando él llegó a Madrid, le presentaron a la fotógrafa y ella le dio un consejo: "En Madrid, no dejes nunca de ser un extranjero. No cambies tu acento, no hables como los de aquí, mantén tu diferencia. Sé distinto, el del otro lugar, siempre". 

Me viene también a la memoria una frase del poeta uruguayo Mario Benedetti a la que recurro con cierta frecuencia: "los emigrantes son personas que, frecuentemente, han perdido todo menos su tonada". Tonada, para los que no estén acostumbrados al español de América es palabra remplazante de "acento". Los emigrantes nunca pierden el acento. 

Yo, soy emigrante desde 2010, primero en América del Sur, luego en Francia. Nunca he pretendido mimetizarme, pero siempre he pretendido integrarme. En Uruguay, Argentina o Chile, mi forma de hablar o de expresarme siempre ha sido bien acogida. En Brasil, o en Francia, países a los que llegué sin hablar sus lenguas, la adaptación fue un poco más difícil, pero tanto los brasileiros como los franceses, me han siempre ayudado cuando lo he necesitado. Y el acento, o la tonada, nunca ha sido un problema. Siempre al contrario.