martes, 28 de agosto de 2018

A propósito del cadáver del dictador


Las reacciones que en España están surgiendo a raíz de la decisión del gobierno de exhumar el cadáver de Franco y enterrar sus restos en una tumba privada demuestran la necesidad inaplazable de tal acto simbólico. España, desgraciadamente, está todavía muy llena de franquistas. Para comprobarlo no hace falta más que leer los comentarios de muchos lectores en las versiones on-line de los diarios españoles. Sorprendentemente, 43 años después, muchos de ellos aprovechan además para dejar correr sus frustaciones y sus iras. Es triste.

Unos se posicionan claramente en contra de la exhumación, pero me alarma especialmente la gran cantidad de españoles que son asombrosamente tibios en este asunto. A estos últimos yo les recuerdo que "no posicionarse" es claramente también una posición política. Aceptar que Franco debería seguir en una tumba de Estado es reconocer implícitamente que el dictador merece todavía ser honrado por el Estado Español. Suena fortísimo, pero es evidentísimo. La democracia española no puede permitir que los restos de un dictador golpista sigan mereciendo honores del Estado. Franco fue causante directo e indirecto de la muerte de miles de españoles y de una fractura en dos que todavía nos divide dolorosamente. Esta última frase es irrebatible. Si Franco no hubiese nacido, la historia de España durante el siglo XX habría sido otra y seguramente infinitamente mejor.

Los régimenes absolutos y los mayores crimenes contra la humanidad siempre se han cimentado en las inmensas mayorías de voces silenciosas que acostumbran a mirar a otro lado sin salpicarse, sin involucrarse. No debemos olvidar eso. No hay opción. En asuntos como estos, la posición en contra del dictador debería ser tan evidente como sorprendente y minoritaria deberían ser las voces de los trasnochados. España, mi querida España, cada vez se me hace más difícil quererte, cada vez se me hace más difícil entenderte. Cada vez estoy más lejos de ti.

Y aún quedan muchas otras cuentas pendientes. Quizá algún día se pueda cerrar la transición. Es claramente una asignatura pendiente que España no ha sido todavía capaz de aprobar. El tiempo dirá cuántos años todavía serán necesarios para retirar de la vida pública española las últimas cadenas del franquismo. Yo, con mis 53 años, empiezo a pensar que no lo veré.