domingo, 8 de julio de 2018

España-Rusia y el puente del Alamillo


Hace ya 6 días que España regresó de la Copa del Mundo con un record mundial: dio más de 1150 pases en un partido de fútbol, la mayoría de ellos absolutamente insustanciales. En los medios españoles se habla, desde 2008 de jugar al fútbol tocando la pelota, como si esa fuera la única forma de jugar al fútbol. Solo un día después, Bélgica metió un gol que es ya historia del fútbol, a toda velocidad, en el último segundo del último minuto, en apenas 4 o 5 pases. La belleza del gol belga frente al tedio del juego español.

Casi todos los días voy a mi oficina caminando. Y regreso a casa, al final de la jornada, también caminando. Me gusta ir pensando en las cosas que veo y en la relación que hay entre esas cosas que pasan y mi profesión. Renovarse o morir. Consecuencia del éxito de las Eurocopas del 2008 y del 2012 y de la Copa del Mundo del 2010, la selección española es victima de su propio éxito. Un éxito reciente que cada vez parece más lejano e irrepetible.

España se ha convertido en una caricatura de lo que fue, hasta el punto de obligarnos a revisar unos éxitos pasados que quizá fueron espejismos. Revisando las selecciones existosas, siempre vemos, en un momento clave, una decisión arbitral, un error del delantero o del portero contrario, una tanda de penaltis. Una delgada línea separa siempre el éxito del fracaso.

Recordé la primera vez que vi el puente del Alamillo, allá por 1992, aquel hermoso puente de Santiago Calatrava, uno de sus primeros. Y siempre que veo una nueva obra del arquitecto/ingeniero valenciano, pienso en el drama de intentar repetir la misma fórmula o la misma receta. Lo que funciona en los restaurantes -la repetición escrupulosa y permanente del plato increible- no funciona en la arquitectura, básicamente porque la repetición tiende a la parodia cuando se pierde la reflexión. El pirindolo de la plaza de Castilla en Madrid es recuerdo histriónico de la deriva en la carrera de un hombre con talento.

Nadie duda tampoco del talento de los jugadores de la selección española. Tocan mucho y bien, ... pero en la dirección equivocada. España tocó y tocó hasta el aburrimiento, pero en horizontal y hacia atrás. Ningún peligro para la porteria Rusia. Conclusión: billete de vuelta para casa. Una decepción.

Encontrar una fórmula está bien, pero seguir innovando es mucho mejor. Si nos copiamos, terminamos aburriendo hasta a nuestros más benévolos y persistentes admiradores.

Renovarse o morir: ahí está el secreto de los más grandes.

Luis Cercós

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