lunes, 26 de julio de 2010

cine de verdad, personajes de animación




Ya hemos comentado en pasadas ocasiones que tener hijos pequeños, entre otras muchas satisfacciones, te permite tener una excusa comprensible para ir a ver uno de los géneros que hoy día está aportando un mayor número de obras maestras: el cine de animación, que es como ahora se llama al viejo, y a veces denostado, cine de dibujos animados de nuestra infancia.

El pasado viernes saboreé la crítica de Carlos Boyero (EL PAÍS, Revista de Verano, página 47, "el juguete elevado a obra de arte") y desde ese momento tuve la imprescindible e inaplazable necesidad de ver Toy Story 3, la última creación de los genios de Pixar para Walt Disney.

“Después de excesivo tiempo fatigoso, aséptico, irritante o desolado para ese acto que siempre debería ser anhelante y feliz y que consiste en ir al cine, llega una película que colma las expectativas, de la que sales sonriente y conmovido, que justifica el precio de la entrada.
...
El frenético arranque de Toy Story 3 es deudor de la última cruzada de Indiana Jones. Pero también hay comedia loca. Y terror (ese oso paternal que huele a fresa, ese bebé monstruoso), aventura, piedad, humor, tensión. También puede humedecerte los ojos. Ninguna vergüenza en ello. No falta ni sobra nada en esta obra maestra”.

Y efectivamente, volví a llorar, como no lo hacía desde aquellos tiempos lejanos en que veía por televisión aquel cine al que me aficioné como un loco, generalmente en blanco y negro y sábado por la tarde, cuando todavía no tenía edad para dormir la siesta. Películas que me han acompañado a lo largo de mi vida, una y otra vez, cada vez que necesitaba un amarre en el que apoyarme o una excusa para recordar la historia de aquellos capitanes intrépidos que vivían y morían en el mar (Captains Courageous, Victor Fleming, 1937) o las hazañas de los yanquis de Nueva York (The Pride of the Yankees. Sam Wood, 1942).

Cine con mayúsculas. Cine de verdad. Id a ver la última película de Pixar. Pero no le digáis a mi mujer que se me escapó una lágrima porque si no se va a vengar de mí cada vez que la vuelva a decir con cariñosa complicidad:

- ¿Te pasa algo en los ojos?. :-)
Por cierto Raphäel, gracias por acompañarme al cine.

No hay comentarios:

Publicar un comentario