Buenos Aires
jueves, 26 de junio de 2014
Sobre el Mordisco de Suárez
En mis años mozos y más vulnerables mi padre me dio un consejo que desde aquella época no ha dejado de darme vueltas en la cabeza.
“Cuando sientas deseos de criticar a alguien” -fueron sus palabras- “recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades que tú tuviste.”
El Gran Gatsby, capítulo I, primeras dos frases de la novela
Empecemos escribiendo que, con matices y por reincidencia, me parece razonablemente bien la sanción que la FIFA ha impuesto a Suárez. Al fin y al cabo, no me parece que cuatro meses sea mucho tiempo. En contra de la opinión general, yo creo que es más larga la parte primera de la sanción (los 9 partidos oficiales con su selección), que la segunda (los referidos 4 meses alejado del fútbol). Digamos también que me parece mal que el luso-brasileiro Pepe, también reincidente, haya jugado hoy el partido contra Ghana. El segundo juega en el equipo que aprendí a amar en mi infancia, el Real Madrid, que es lo mismo que decir que Pepe juega "en el equipo que lo será por el resto de mi vida", aunque desde que la estética Mourinho se instaló por allí sentí un desapego que ni la décima copa de Europa me ha hecho aparcar. Por lo menos esa copa no la levantó Mourinho. Ética y estética: el fútbol como deporte y después, solo después, competición. No, no creo que el fin justifique los medios.
Hace cuatro años escribí en este mismo blog sobre la actuación de Luis Suárez en Sudáfrica 2010. Detuvo con la mano un balón que se introducía en su propia portería. El arbitro pitó el penal correspondiente, expulsó a Suárez y su compañero atajó. Uruguay pasó. Dije en su momento que aquello también era fútbol, porque así lo aprendí en el patio de mi colegio: picardía, canchas de tierra, ilusiones de niños, pasión de potreros. La pelota se puede tocar con la mano, aunque no esté permitido tocar la pelota con la mano. Por eso, si el arbitro te ve, pita falta y te muestra cartulina, amarilla o roja, según los casos. Otra cosa es practicar un juego violento, lesionar al contrario o agredir.
Luis Suárez juega como jugaba Maradona. Con pasión infantil. No me transmite lo mismo Messi pero no puedo dejar de admirar la forma en que se éste último se ha echado en esta Copa al equipo sobre sus hombros en los 3 partidos de clasificación. Argentina jugó poco. Messi jugo mucho. Eso también es fútbol: un deporte en el que suele ganar el que tiene mejor equipo, o el que tiene al mejor jugador, o el que pone más agallas sobre la cancha. En esto último Uruguay no tiene rival, por cierto. No conozco selección nacional que juegue con mayor compromiso.
Mucho se ha escrito en estos dos últimos días sobre Luis Suárez y sobre su trayectoria deportiva y anti-deportiva. Por lo último no me gustaría verlo jugar en el Real Madrid -no me gusta su estética-. Hace mucho tiempo que quiero que Pepe deje de jugar allí. No me olvido de aquella salvaje patada al aire que menos mal no alcanzó la cabeza de su adversario. Pero eso no me impide admirar, en el caso del uruguayo, el coraje para superar su dura infancia y la forma en la que se conjuró para reencontrarse con su esposa, la adolescente que conoció cuando él tenía 15 años y de la que se despidió temporalmente cuando la familia de ella tuvo emigró a Barcelona.
No creo que Suárez sea un mal tipo y a estas alturas de mi vida solo sé que nadie es absolutamente bueno ni absolutamente malo. Y eso, a pesar de que tengo muchas más dudas, también afecta al jugador portugués, supongo.
Luis Cercós
Buenos Aires
Buenos Aires