sábado, 31 de octubre de 2009
PASADO Y FUTURO DE LA ARQUITECTURA
“Arquitecto” es un término de origen griego que significa, literalmente, “el que manda sobre los obreros”. A lo largo de la historia, al arquitecto se le ha llamado “alarife”, “maestro de obras” y “Maestro Mayor”, pero su aparición se produjo a partir del surgimiento de las primeras civilizaciones organizadas en Mesopotamia y Egipto.
El arquitecto egipcio poseía un papel estelar debido a la importancia de los templos y recintos funerarios y su formación estaba unida a la de la clase sacerdotal, era elitista y se rodeaba de privilegios especiales; el arquitecto egipcio de los inicios se limitaba a la gran obra de albañilería, de ladrillo y de madera, pero fue haciéndose cargo poco a poco de las grandes obras de piedra, que perpetuaban las fórmulas que se iban heredando (el arquitecto, al igual que los faraones, también poseía su propia dinastía); los conocimientos resultaban limitados (geometría y aritmética esenciales, y el dibujo ordenador con los ejes y cuadrículas globales); la profesión se mantenía en torno a un cierto secretismo (que hoy llamaríamos gremial, quizá incluso "masónico").
No muchas cosas han cambiado todavía, pero estamos en el camino. Algunos “arquitectos” son todavia tratados por la sociedad actual como estrellas de la cultura o del deporte y algunos miembros de esta profesión, impermeables a los cambios, siguen empecinados en mantener antiguos privilegios.
Lejos de todo eso está surgiendo una nueva generación de arquitectos que cambiarán las formas del ejercicio profesional tradicional: despachos de arquitectura integrados por miembros cualificados de otras disciplinas: colectivos multidisciplinares no siempre interesados en el trabajo puramente comercial. Gabinetes y talleres de arquitectura dirigidos por hombres y mujeres en el entorno de los cuarenta años: jóvenes aún en términos exclusivamente arquitectónicos pero con edad suficiente para haber hecho ya algo en mayor o menor medida relevante.
Luis Cercós.
El arquitecto egipcio poseía un papel estelar debido a la importancia de los templos y recintos funerarios y su formación estaba unida a la de la clase sacerdotal, era elitista y se rodeaba de privilegios especiales; el arquitecto egipcio de los inicios se limitaba a la gran obra de albañilería, de ladrillo y de madera, pero fue haciéndose cargo poco a poco de las grandes obras de piedra, que perpetuaban las fórmulas que se iban heredando (el arquitecto, al igual que los faraones, también poseía su propia dinastía); los conocimientos resultaban limitados (geometría y aritmética esenciales, y el dibujo ordenador con los ejes y cuadrículas globales); la profesión se mantenía en torno a un cierto secretismo (que hoy llamaríamos gremial, quizá incluso "masónico").
No muchas cosas han cambiado todavía, pero estamos en el camino. Algunos “arquitectos” son todavia tratados por la sociedad actual como estrellas de la cultura o del deporte y algunos miembros de esta profesión, impermeables a los cambios, siguen empecinados en mantener antiguos privilegios.
Lejos de todo eso está surgiendo una nueva generación de arquitectos que cambiarán las formas del ejercicio profesional tradicional: despachos de arquitectura integrados por miembros cualificados de otras disciplinas: colectivos multidisciplinares no siempre interesados en el trabajo puramente comercial. Gabinetes y talleres de arquitectura dirigidos por hombres y mujeres en el entorno de los cuarenta años: jóvenes aún en términos exclusivamente arquitectónicos pero con edad suficiente para haber hecho ya algo en mayor o menor medida relevante.
Luis Cercós.
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