sábado, 31 de octubre de 2009
REFORMAS, RODAPIÉS Y ARMARIOS EMPOTRADOS
La mayoria de las casas se podrían reformar de arriba abajo cambiando simplemente los suelos, las ventanas y los baños. Como la vida misma: cambiando completamente el lugar en el que cagamos, el lugar que pisamos o la procedencia del aire que respiramos, cambiariamos completamente nuestra forma de vivir. Cambiar dos o tres cosas es suficiente para cambiar todo por completo. Eliminando el desorden y volviendo a pintar, es en muchos casos suficiente. ¿Te has fijado lo que ha cambiado la calle Orellana con sólo pintar uno de sus edificios? También ayuda mucho el que la calle tenga un lugar en el que vendan chocolate.
A veces cambiar la decoración y abrir las ventanas no es sólo pintar, mover los muebles y seguir viviendo como si todo siguiese igual. A veces cambiando la decoración intentamos que las cosas empiecen a cambiar. Odiamos los lugares comunes. Algunos de ellos están tan aceptados por la sociedad que nadie los cuestiona. Los rodapiés y los armarios empotrados son de estos últimos. Como dice Miguel Angel Cabas, mi socio, ¿si el rodapie forma parte de la pared, por qué se empeñan los promotores en ponerlo del mismo material que el suelo?. En nuestras charlas, con el resto de los compañeros vamos más allá: ¿tiene realmente sentido poner rodapiés?. Un elemento que rompe la limpia intersección entre el plano horizontal del suelo y el plano vertical de la pared. ¿Cual es el verdadero sentido del rodapié?: bajo mi punto de vista, permitir al mocho de la fregona acercarse a la pared cuando fregamos los suelos. Es decir, que un elemento de limpieza que usamos, siendo generosos, 1 hora cada 2 o tres días, nos condiciona la visión del espacio durante las otras 48 o 72. Yo, en mi caso, prefiero tardar un poco más en fregar el suelo.
Con los armarios empotrados ocurre lo mismo. Nadie cuestiona lo antiestéticos que son, en la mayor de los casos. Son prácticos. Sí. ¿Pero no son igual de prácticos los armarios que se pueden cambiar de sitio?. Un armario empotrado condiciona el uso de una habitación. Su no existencia no cuestiona nada. Si necesitamos un armario, lo compramos. Hay armarios bellisimos en las tiendas de mobiliario, pero casi nadie los compra porque todos tienen armarios empotrados en sus casas.
A veces cambiar la decoración y abrir las ventanas no es sólo pintar, mover los muebles y seguir viviendo como si todo siguiese igual. A veces cambiando la decoración intentamos que las cosas empiecen a cambiar. Odiamos los lugares comunes. Algunos de ellos están tan aceptados por la sociedad que nadie los cuestiona. Los rodapiés y los armarios empotrados son de estos últimos. Como dice Miguel Angel Cabas, mi socio, ¿si el rodapie forma parte de la pared, por qué se empeñan los promotores en ponerlo del mismo material que el suelo?. En nuestras charlas, con el resto de los compañeros vamos más allá: ¿tiene realmente sentido poner rodapiés?. Un elemento que rompe la limpia intersección entre el plano horizontal del suelo y el plano vertical de la pared. ¿Cual es el verdadero sentido del rodapié?: bajo mi punto de vista, permitir al mocho de la fregona acercarse a la pared cuando fregamos los suelos. Es decir, que un elemento de limpieza que usamos, siendo generosos, 1 hora cada 2 o tres días, nos condiciona la visión del espacio durante las otras 48 o 72. Yo, en mi caso, prefiero tardar un poco más en fregar el suelo.
Con los armarios empotrados ocurre lo mismo. Nadie cuestiona lo antiestéticos que son, en la mayor de los casos. Son prácticos. Sí. ¿Pero no son igual de prácticos los armarios que se pueden cambiar de sitio?. Un armario empotrado condiciona el uso de una habitación. Su no existencia no cuestiona nada. Si necesitamos un armario, lo compramos. Hay armarios bellisimos en las tiendas de mobiliario, pero casi nadie los compra porque todos tienen armarios empotrados en sus casas.