En cuanto vi el
gimnasio vertical de Caracas (
http://www.gimnasiovertical.com/) del estudio
Urban Think Tank (
http://www.u-tt.com/) me acordé del que
Alejandro de la Sota diseñó para el
colegio Maravillas de Madrid (foto en blanco y negro) porque en cierto modo las intenciones eran idénticas: dar liebre por gato y no al revés.
Ambos gimnasios superan con éxito la dificultad de la parcela y la aparente modestia del programa. En ambos casos, lo que verdaderamente vale es su ausencia de pretensiones, la arquitectura que aparentemente no hay, la no arquitectura como pieza emblemática de la arquitectura.
Urban Think Tank fue fundada en 1993 por el arquitecto venezolano Alfredo Brillembourg, el cual se asoció 5 años después con el norteamericano Hubert Klumpner. Su gimnasio vertical en Caracas, Venezuela es, más allá de una instalación deportiva, un proyecto social de reinserción en Bello Campo, uno de los barrios más conflictivos de aquel país. Y aquí está lo verdaderamente relevante: el poder de la arquitectura para cambiar las cosas.
Construido con sistemas prefabricados sobre un campo de deportes abandonado, el proyecto recuperaba esa dotación ofreciendo a aquella juventud una alternativa a la delincuencia y la ley de la calle. Distribuido en tres plantas, el gimnasio recibe 17.000 usuarios mensuales, reduciendo en un 35% la tasa de criminalidad en un radio de 6 calles alrededor del recinto.
Interesante, ¿verdad?
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