viernes, 8 de marzo de 2013

Reintegraciones Cromáticas (II)











Reintegraciones cromáticas. Recuperación de revocos históricos (c. 1880). Centro Histórico de Santiago, Chile. Zona típica "Plaza de Armas". Moguerza Constructora SpA. 

El campo de intervención de la restauración no se limita exclusivamente a la consistencia física de la obra de arte, pues la materia, como vehículo de la imagen se desdobla siempre en estructura (soporte) y aspecto (imagen). 

En efecto, la división entre estructura y aspecto no es siempre clara. Han surgido problemas derivados del error de aceptar indubitativamente que la materia determina el estilo, consecuencia de no diferenciar suficientemente entre aspecto y estructura, entre la materia como vehículo de  la imagen y la imagen misma y así considerar que el aspecto está en función de la estructura. En el vértice opuesto estaría el error de descuidar el papel de la estructura en la imagen o el hecho de limitar la materia a la consistencia física de la propia obra, sin  tener en cuenta los elementos  intermedios  entre  obra  y  espectador  que  también intervienen en la expresión de la imagen (atmósfera, luz, ambiente). 
  
El caso es que una obra de arte no se puede considerar compuesta de partes, ni siquiera aunque físicamente aparentemente esté concebida así (por ejemplo mosaico y teselas), pues  una vez que estas  piezas dejasen de pertenecer a esa determinada concentración artística o a su entorno no tendrían ningún valor, salvo el que pudieran alcanzar en una tienda de materiales reciclados.

En consecuencia, el único procedimiento legítimo para intervenir en el tiempo presente, sería acudir a una “restauración arqueológica”, legítima por ser respetuosa con la obra, aunque no pueda considerarse perfecta porque no reconstruye la unidad potencial del muro original. Pero lo que es evidente es que una restauración así planteada, sería completamente legítima.

Como consecuencia del terremoto de 2010 una gran cantidad del edificio original cayó o fue destruido. En sentido estricto estamos ante una ruina, tanto artística (las partes del edificio destruido) como estética (¿qué hacer con el ambiente general de la fachada?). Entendemos por ruina, aunque pudiera resultar para algunos técnicos quizá exagerado a la vista de los restos, el concepto de una obra de arte que hoy no puede ser devuelta a su unidad potencial sin que dicha obra se convierta en una copia o en una falsificación de sí misma.

Sin embargo esta definición presenta una serie de problemas, puesto que esta “ruina” actual se integra (o debe integrar) en un determinado entorno arquitectónico que la condiciona y que le da una significación distinta. En este caso la ruina ya no es sólo una reliquia y nos surge la cuestión de sí estas nuevas relaciones deben o no prevalecer sobre el respeto al fragmento.

Así, al comprender la  importancia de la ruina para configurar un determinado ambiente, sería incorrecto pensar que podría aumentar el valor del conjunto si se “completase” el revestimiento original del muro, perdiendo hoy su valor como ruina. Esta concepción impediría reconocer en el futuro los restos originales del revoco histórico a quienes supieran reconocer su verdadero valor, que  derivará  precisamente  de  su “mutilación actual” y no de la integridad que haya podido poseer en un principio. Sería, por tanto, un error querer reconstruirlo o completarlo de forma mimética. 

En definitiva, la restauración hoy ha de limitarse a la conservación y puesta en valor de lo estrictamente recibido. Y, finalmente, intentar integrar armónicamente, con técnicas distintas, las lagunas. 

Luis Cercós
Santiago, Chile