jueves, 13 de mayo de 2010
Metrópolis, 1927
El 6 de marzo de 1927 Bertrand Russel dictó en Londres una conferencia en la sede de la National Secular Society de enorme repercusión. Un año después, aquella conferencia se transformó en libro convirtiéndose en uno de los ensayos más influyentes del siglo XX.
Ando yo estos días leyendo ese ensayo y su argumentación racionalista me lleva a relacionar su contenido con la silla Barcelona de Mies van der Rohe que pensaba yo que fue diseñada en aquel mismo año. Estaba equivocado, pues en el diseño es dos años más joven: 1929.
Pero en cualquier caso, 1927 fue un año importante para la arquitectura, pues en él se estrenó una película: Metrópolis de enorme influencia en las escuelas: los edificios de la ciudad de superficie son de una estructura majestuosa, mientras que la ciudad de los trabajadores, subterránea, resulta más sencilla, lacónica y sombría. Dice wikipedia que entre estos dos espacios básicos existen lugares con una arquitectura propia y característica. En la ciudad superficial está la catedral, de líneas góticas, y la casa de Rottwang, un edificio antiguo, también de aires medievales, que se asemeja más al taller de un alquimista que al laboratorio de un científico; Fritz Lang y von Harbou acordaron reconducir la idea original de proporcionarle a Rottwang capacidades mágicas. Además en la ciudad de la superficie hay un jardín que simboliza lo idílico de la vida para los directores de la ciudad y un barrio del pecado retratado con arquitecturas orientales, tradicionalmente asociadas a lo exótico, lo sensual y, desde ahí, a lo pecaminoso. En la ciudad subterránea se distingue además una zona de lo clandestino asociada con los espacios cavernosos donde la alegoría de la salvación de los trabajadores se representa mediante la imagen de los cristianos escondidos en las catacumbas durante los tiempos de su persecución.
Y mira por donde que precisamente es aquí donde enlazo con la conferencia de Russell de la que quería hablaros, “Por qué no soy cristiano”:
“Saben, claro está, que antiguamente solía haber tres argumentos intelectuales de la existencia de Dios, que fueron suprimidos por Kant en la Crítica de la razón pura; pero bien había terminado con estos argumentos cuando encontró otro nuevo, un argumento moral, que lo convenció. Era como mucha gente: en materia intelectual era escéptico, pero en materia moral creía implícitamente en las máximas que su madre le había enseñado. Eso ilustra lo que los psicoanalistas tanto acentúan: la fuerza inmensamente mayor que tienen en nosotros las asociaciones primitivas sobre las posteriores.
…
Claro que yo sé que la clase de argumentos intelectuales de que he hablado no son realmente los que mueven a la gente. Lo que realmente hace que la gente crea en Dios no son los argumentos intelectuales. La mayoría de la gente cree en Dios porque le han enseñado a creer desde su infancia, y ésa es la razón principal”.
Por cierto, el 3 de julio de 1927, por primera vez en la historia de América del Sur, las mujeres votaron en un plebiscito en la localidad de Cerro Chato, departamento de Durazno, Uruguay.
Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com/
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