En línea con esta historia podríamos decir que hay dos maneras de hacer arquitectura; la primera, más convencional, consistiría en encerrarse en el estudio a diseñar, competir en un concurso tras otro y esperar a que los clientes vayan descubriendo el talento que suponemos tener; la segunda, que a mí me gusta más, sería inversa: salir a la calle con espíritu crítico, analizar el estado de la cuestión y ofrecer directamente al futuro promotor la solución a su problema. Por eso me ha entusiasmado el planteamiento del estudio noruego Fantastic Norway (http://www.fantasticnorway.no/), fundado en 2003 por Erlend Blakstad Haffner y Hakon Matre Aasarod:
Los remolques rojos de Fantastic Norway son en realidad una prolongación de su taller de arquitectura. En ellos se desplazan, se asientan temporalmente, viven, escuchan y proponen arquitectura.
Eso fue lo que ocurrió, por ejemplo, en Narvik, una ciudad al norte de Noruega. Una vez allí, imitando la costumbre de llamar a la puerta de los nuevos vecinos, abrieron su caravana, invitaron a café y a dulces y escucharon a un grupo de jóvenes que demandaban un polideportivo. El estudio se adhirió a la idea y los arquitectos propusieron a la municipalidad su ubicación en un antiguo polígono industrial donde se iba a construir un nuevo supermercado. La construcción del polideportivo está actualmente en marcha.
“Lo primero que hacemos es localizar la estructura oculta de poder de la ciudad y la invadimos. Nos reunimos con quienes tiene el poder de hacer cosas y les explicamos lo que queremos hacer. Escribimos una columna semanal en el periódico local para hacer que la gente venga hasta nuestro remolque y publicamos un proyecto. La gente viene a vernos con ideas para mejorarlo. Algunos traen sus propios sueños, mientras que otros tratan de convencernos de que nos vayamos. Con todo eso construimos una imagen del lugar y sus secretos”.
Lo dicho: me encanta la idea. Quizá compremos también una caravana. ¿Vendrías a tomar un café con nosotros?
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