Durante años hemos visto proyectos monótonos hechos con programas de ordenador. ¿Por qué no volver a usar tinta, acuarelas, carboncillos, lápices de colores o pluma estilográfica? Con el uso alternativo de diferentes herramientas activamos una parte distinta de nuestros cerebros.
Mientras hacemos un dibujo, nos estamos centrando en una idea. Acercarnos a una misma idea por diferentes caminos, nos obliga a replantearla. El dibujo arquitectónico se convierte así en una propuesta ideológica y cada uno de los diferentes rasguños incluye u omite conceptos distintos, a veces divergentes, a veces convergentes.
A veces pequeños descubrimientos nos permiten transformar un plano o un boceto, no sólo en un vehículo para la posterior construcción, sino en una imagen que sumerja al cliente en su proyecto.
Aprendiendo a dibujar, aprendemos a hacer arquitectura, porque a menudo, sólo somos capaces de imaginar lo que somos capaces de dibujar. Dibujando de formas diferentes, imaginamos cosas distintas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario