Carlo SCARPA
Se cumplen estos días veinte años justos (segunda semana de noviembre de 1989, según manuscrito recién consultado en mi cuaderno de taller), del día en el que tropecé con una monografía sobre Carlo Scarpa en la biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de Madrid. Durante el curso previo, mi primero allá, yo ya había resuelto que si realmente quería aprovechar algo en aquel anacrónico antro, debía plantearme escapar de las horas lectivas canónicas y gozar de un autoelegido encierro en el insultantemente nimio (pero suculento) fondo de aquella biblioteca, sólo interfiriendo tal estrategia con esporádicas escapadas a la cafetería del mismo centro, en la que por aquel entonces se concitaban en tertulias bizantinas sólo los alumnos talentosos, quizá con la implícita e impronunciada concepción de que escapar de aletargados profesores mediocres y resentidos es manera tan loable como cualquier otra de adquirir criterio plástico.
Las primeras razones de mi simpatía biorrítmica por su obra quizá tengan que ver con que a sus veinte años de edad ya hubiera obtenido su licenciatura de Arquitectura con mérito de profesor en dibujo arquitectónico por la Real Academia de Bellas Artes de Venecia, mostrando con semejante celeridad académica un precoz talento hacia lo irrelevante, más tarde aderezado con su negativa a ejercer la arquitectura hasta cumplir los 41; en los 14 precedentes prefirió aceptar el cargo de director artístico de la firma Venini, por entonces la más reputada en el campo del cristal veneciano. De esta etapa nacen, sin duda, sus ya legendarias preferencias hacia el trabajo de los artesanos -en este caso a los de Murano, pero no sólo- antes que al de los técnicos proyectistas, con la irrebatible premisa de que primero-se-conocen-los-materiales-y-luego-se-aplican, en clara contradicción con la mayoría de arquitectos e ingenieros coetáneos, que seguían la senda antónima, dejándose llevar por modismos esteticistas o torpezas experimentadoras. De ahí que muchas obras de su admirado Lloyd Wright, verbigracia, se estén cayendo a trozos desde hace años, extremo nada alarmante si no fuera porque lo primero que ha de pedírsele a un edificio es que contradiga las leyes de Newton o, al menos, se mantenga honrosamente en pie. Esto, obviamente, no quiere decir que la obra de Wright desmerezca admiraciones, todo lo contrario; es sólo que los promotores suelen encajar mal la inyección de capital rehabilitador en obras apenas construidas lustros antes, amén de que, por supuesto, Lloyd Wright sería el mejor arquitecto del siglo XX si un sesenta por ciento de sus obras hubieran esperado veinte años a ser construidas, previo estudio pormenorizado de tensiones y momentos del material y otras rutinarias comprobaciones tecnológicas de becario de laboratorio.
El trabajo de Scarpa en ciertos museos (al que él se refería con el peligroso sustantivo de decorazioni) fue un prodigio dialéctico entre continente y contenido, pues no sólo dignificó esta disciplina sino que le consiguió bruñir una nueva dimensión más allá de la arquitectura de interiores, locución eufemística utilizada casi siempre cuando queremos dar categoría a un cierto tipo de vacua y manierista ornamentación de ambientes; algo así como una actividad menor a la que se dedicaban, y se siguen dedicando, ciertos arquitectos que no dan el salto a planificar obra propia. Esta ineptitud de algunos posibilita la memez intelectual de otros, por lo común ciertos arquitectos de renombre que sostienen que rehabilitar o compartimentar lo ya construido es descender un peldaño en el escalafón.
Ningún camino corto lleva lejos, reza el proverbio zen. Parece inazaroso que Carlo Scarpa eligiera Japón para morir.
PROYECTOS de Carlo Scarpa
1928 Decoración interior de Vetrai Muranesi Cappellin & Co., Florencia, Italia.
1953-1960 Reforma del Museo Correr, Venecia, Italia.
1954-1956 Reforma de Ca' Foscari, Venecia, Italia.
1954-1956 Decoración de las salas de los Uffici, Florencia, Italia.
1955-1957 Ampliación del Museo Canova, Possagno, Italia.
1955-1961 Casa Veritti, Udine, Italia.
1956-1964 Museo Castelvecchio, Verona, Italia.
1957-1958 Decoración sala de exposición y ventas de Olivetti, Venecia, Italia.
1969-1978 Panteón de la familia Brion, San Vito d'Altivole, Italia.
1970-1983 Fundación Masieri, Venecia, Italia.
1973-1981 Banca Popolare, Verona, Italia.
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