miércoles, 20 de noviembre de 2024

Neocolonialismo tecnológico, UNED, Luis Cercos, conservador de patrimonios


Las clases que imparto dentro de la asignatura "Neocolonialismo tecnológico" pueden definirse como un espacio reflexivo y crítico en el que se fomenta la interacción entre tradición e innovación. Desde mi experiencia como conservador de patrimonio, transmito a mis alumnos la importancia de abordar las nuevas tecnologías con una perspectiva ética y cultural, enfatizando que el patrimonio no es solo un objeto de intervención técnica, sino un legado vivo que requiere reflexión profunda y respeto por su contexto histórico.

Mis sesiones destacan por:
Un enfoque humanista: A través de referencias a pensadores como Nuccio Ordine, pongo en valor la importancia de la cultura, la tradición y las "cosas esenciales" frente a una visión puramente utilitaria o comercial de las tecnologías aplicadas al patrimonio.
Un equilibrio entre tecnología y humanidad: Promuevo una visión integradora en la que la tecnología es una herramienta al servicio del patrimonio, que nunca debe sustituir a la capacidad crítica y creativa del ser humano.
Participación activa y colaborativa: Estimulo a los alumnos a trabajar conjuntamente, incluyendo tanto la inteligencia humana como la artificial, fomentando un diálogo entre ambas como una vía para el aprendizaje y la innovación.
Análisis de riesgos y oportunidades: Alerto sobre los peligros del neocolonialismo tecnológico, donde la adopción indiscriminada de tecnologías podría imponer modelos externos y dañar la autenticidad cultural. Al mismo tiempo, presento ejemplos donde la tecnología bien aplicada ha generado beneficios significativos.
Una enseñanza basada en el pensamiento crítico: mis clases no son simplemente un espacio para transmitir conocimientos técnicos, sino un foro donde los estudiantes cuestionan y debaten cómo las tecnologías pueden impactar positiva o negativamente en el patrimonio cultural y en las comunidades que lo gestionan.
En resumen, intento que mis clases sean un modelo de enseñanza interdisciplinaria y crítica que sitúe al alumno como un agente reflexivo y ético en el campo del patrimonio cultural.

Luis CERCOS, 2024

martes, 27 de agosto de 2024

La politique française de qualité architecturale (1970-1990)


 Reprendre les bonnes habitudes après les vacances


Le retour de vacances marque souvent un nouveau départ. L'esprit rafraîchi et les idées claires, c'est le moment idéal pour se replonger dans nos passions professionnelles. À partir d'aujourd'hui, je reprends l'habitude de partager régulièrement sur ma profession et ma spécialité : la conservation de patrimoines et la restauration d'architectures et des monuments.

Lors de ma dernière publication, nous avons exploré la Loi Malraux de 1962. Aujourd'hui, faisons un saut dans le temps pour examiner les évolutions entre 1970 et 1990.

La politique française de qualité architecturale (1970-1990) :

À la fin des années 60, la revue L’Architecture d’Aujourd’hui a incarné la pointe d'une critique novatrice menée par de jeunes architectes français. Cette période a été marquée par l'émergence de plusieurs initiatives législatives, portées par l'administration française :

- La circulaire “Tours et barres”,
- Le Plan de construction de 1971,
- La circulaire Guichard du 21 mars 1973,
- Les textes sur les marchés publics d’ingénierie et d’architecture de 1973,
- La Loi sur l'architecture de 1977,
- La mission interministérielle pour la qualité des constructions publiques de 1977,
- La Loi MOP de 1985, avec ses décrets d’application publiés en 1993.

Ces mesures ont renversé les principes architecturaux qui avaient dominé la reconstruction de la France après la Seconde Guerre mondiale, ouvrant ainsi la voie à une nouvelle ère. Elles ont été déterminantes pour les transformations urbanistiques et architecturales majeures du pays, en particulier dans le centre historique de Paris et sa région métropolitaine.

Je suis ravi de vous retrouver pour cette nouvelle série de publications !

Photographie : AA 189, février 1977.

martes, 6 de agosto de 2024

Rayuela, 1963, Julio Cortázar

 


Rayuela, Julio Cortázar, 1963. Recién la termino. Lo he hecho por disciplina (porque era una novela, antinovela, contranovela, que tenía que leer, porque a mí me gusta leer y porque me considero un poco argentino, también porque es un clásico de la literatura en lengua española). Es un libro genial (a ratos), insoportable (a ratos), mal envejecido (a ratos), que soporta bien el paso del tiempo (a ratos). Más que literatura es una pieza de arte abstracto, en muchas páginas conceptual y en otras figurativamente. Habla de viajar (no porque se desarrolle la trama entre París y Buenos Aires -que también-, sino porque es un libro que busca permanentemente nuevos caminos (con juegos de palabras, con juegos ortográficos, con juegos gramaticales, con diferentes formas de seguir la trama, o de no seguirla). Es un libro prescindible (pues leerlo implica renunciar a la última novela histórica y entretenida, fácil de leer y de olvidar) e imprescindible a la vez (pues sigue siendo un ladrillo rotundo e inexorable, diferente a casi todo lo que se nos ofrece hoy). En cierto modo es como una de esas películas de arte y ensayo que teníamos la obligación de ver en nuestra juventud y que, afortunadamente por ya vistas, no tenemos ya la obligación de volver a ver. Rayuela es a la literatura, como el Centro Pompidou es a la arquitectura. Y como amo a ese edificio, no puedo evitar amar (desde hoy que la he terminado por fin de leer) a esta antinovela, o contranovela, o simplemente novela. Para todos aquellos que vivimos los tiempos de la nouvelle vague es un libro que merece la pena intentar leer y por supuesto también para los que amamos Francia, Argentina (o quizá más bien París y Buenos Aires) y una lengua original que es con la que nos enseñaron a mamar.

Luis Cercos, Grecia, 2023.

Évolution de la Conservation du Patrimoine et de l'Architecture en France (1960-1993)


La Loi Malraux de 1962 a marqué un tournant dans la protection du patrimoine français. Cette loi innovante a créé des secteurs sauvegardés autour des lieux historiques, basés sur la triade d'Aloïs Riegl : (1) Valeur historique ; (2) Valeur de l'ancienneté ; (et 3) Valeur actuelle.


Si les deux premières valeurs étaient déjà reconnues depuis 1913, la valeur actuelle a ouvert un débat crucial sur la protection des monuments et de leur environnement : "Faut-il considérer ceux-ci comme intangibles –tout ou partie? Dans le cas contraire, peuvent-ils fournir le support d’une nouvelle vie? Et si oui, comment?".


En parallèle, de la fin des années 60 aux années 90, la revue "L'Architecture d'Aujourd'hui" a initié une critique qui a mené à plusieurs initiatives législatives :


La circulaire "Tours et barres" ;

Le Plan de construction de 1971 ;

La circulaire Guichard de 1973 ;

Les textes sur les marchés publics d'ingénierie et d'architecture de 1973 ;

La Loi sur l'architecture de 1977 ;

La mission interministérielle pour la qualité des constructions publiques de 1977

La Loi de maîtrise d’ouvrage de 1985 (Loi MOP) et ses décrets de 1993.


Ces politiques ont redéfini les valeurs architecturales post-Seconde Guerre mondiale, ouvrant la voie à des changements profonds dans le paysage urbain, notamment à Paris et sa région métropolitaine.


Image: La loi du 4 août 1962 dit "Loi Malraux" est conservée aux Archives Nationales de France.


Luis Cercos, conservateur de patrimoines et restaurateur d'architectures, Paris, 2024.

El Amortal


El amortal (un relato breve de Luis Cercós; Mylopotamos, Tesalia, 2023).

La nomortalidad la sientes de la misma manera en que un día tus ojos dejan ya de enfocar bien las manecillas de tu reloj de pulsera; o de bolsillo, si eres tan viejo y decadente como yo. Sí, nací hace ya mucho tiempo, unas décadas antes de que el mundo cambiara de dirección y afortunadamente para siempre, aunque en algunos lugares todavía no hayan llegado noticias de aquello. Apenas me acuerdo del momento en que bebí, probablemente por error, del líquido que cambió mi percepción del tiempo y, en consecuencia, también del espacio. Desde hace mucho que simplemente dejo transcurrir los días entre lecturas que conservo y escrituras que sistemáticamente destruyo, en los sótanos profundísimos de un célebre edificio que por aquel entonces no estaba ni siquiera imaginado. Allí me protegí cuando murió el último de los míos. Me trajo aquí otro de mis desafortunados compañeros de amortalidad, en el momento justo en que debemos apartarnos de la vida activa para no jugar con ventajas; pero sobre todo cuando nos llega el momento crucial en el que comprendemos que nunca más volveremos a ser felices. También para que no se sepa de nosotros y se nos torture inútilmente, como sistemáticamente pasó con otros de nuestra extraña especie. Salgo pocas veces de allí, casi siempre de noche, y cuando lo hago siento el peso del tiempo en mis rodillas, sobre todo en la izquierda, que ya no me sostiene bien. Esta ciudad, la última en la que verdaderamente viví y en la que hoy simplemente sobrevivo, apenas la reconozco, pues mi vista es mala y ya no soy capaz de ubicar sus íconos, algunos de los cuales ya ni siquiera están. Es cierto que a veces añoro el sol, pero tampoco recuerdo bien si aquellas últimas casas junto a las que me bañé, en el sol y con el sol, estaban en esta o en la otra orilla del Atlántico. Y más aún, soy incapaz de recordar si era océano o si era mar, si esas casas estaban lejos de aquí o no. Supongo que sí, supongo que estaban muy lejos de aquí. Pero en realidad no importa. El tiempo borra los detalles y ya solo se recuerdan sensaciones: el dolor de la piel quemada, gajes de aquellos veranos de la infancia; el sabor del aceite de oliva y del ajo; los higos, las uvas y los primeros vinos; el color rojo de las sandías; el olor del romero y de la albahaca. Recuerdo muchas veces la mirada de mi esposa y la sonrisa de mis hijos. Por todo ello es extremadamente triste la vida de los nomortales, cuando llega el día en que se empiezan a difuminar los exactos rostros de los que fueron los tuyos. Por supuesto, ya no me acuerdo del lugar exacto en el que estaba mi Ítaca, pero sé que no fue una sino varias, lugares donde fuimos lo que en esos momentos queríamos ser. Eso sí lo recuerdo.

 

lunes, 5 de agosto de 2024

La Renaissance de la France: De la Reconstruction à la Nouvelle France

À la fin de la Seconde Guerre mondiale, la France se retrouvait avec environ un septième de son patrimoine immobilier détruit. Plus de 2 000 000 bâtiments furent endommagés, y compris des édifices historiques de grande valeur. Face à cette situation, le gouvernement provisoire du général Charles De Gaulle créa en novembre 1944 le Ministère de la Reconstruction et de l’Urbanisme, dirigé par Raoul Dautry.


Une des interventions les plus emblématiques fut la reconstruction de la ville de Le Havre, sous la houlette de l’architecte Auguste Perret. Utilisant le béton armé, Perret transforma Le Havre, dont le centre historique fut inscrit sur la Liste du patrimoine mondial de l’UNESCO en juillet 2005. Cette inclusion souligne une belle ironie : le béton armé, aujourd’hui controversé dans les interventions patrimoniales, est ici au cœur de la reconnaissance mondiale.

D’autres villes, telles que Brest, Caen, Maubeuge, Rouen et Royan, furent également marquées par des efforts de reconstruction significatifs. Royan, par exemple, fut presque entièrement détruite par les bombardements alliés de 1945, et les travaux de reconstruction débutèrent en 1947.

L’Unité d'Habitation de Le Corbusier à Marseille, construite entre 1945 et 1952, représente une autre réalisation marquante. Ce projet d’architecture moderne influença la construction de logements dans plusieurs autres villes, y compris Berlin, et Le Corbusier fut décoré de la Légion d'honneur lors de l’inauguration de ce bâtiment.

En 1958, un tournant majeur survint lorsque le général De Gaulle invita Pierre Sudreau à rejoindre son gouvernement en tant que ministre de la Construction. Monsieur Sudreau, visionnaire, proposa de passer de la simple reconstruction à la construction d’une "Nouvelle France". Ce changement de perspective marqua la fin des programmes de reconstruction d’après-guerre et l’avènement d’une ère de planification urbaine novatrice.

Ce nouvel élan fut couronné par la Loi Malraux de 1962, sous la présidence de Georges Pompidou. Cette loi visait à protéger le patrimoine historique tout en favorisant le développement urbain moderne. Ainsi, la France entama une nouvelle phase de son histoire, combinant respect du passé et vision pour l’avenir.

Cette période de transformation illustre la capacité de la France à se relever des ruines et à bâtir une nation tournée vers le futur, redéfinissant ainsi son identité architecturale et urbaine.

Photographie : Le Havre, vers 1950, Bibliothèque municipale du Havre.

Luis CERCOS, conservateur des patrimoines et restaurateur d'architectures, Paris, 2024.