Creo profundamente que la restauración y la gestión del patrimonio son actividades intelectuales. Cada intervención debería ser fruto de un debate y de una reflexión previa, en la que no solo se valoren los aspectos técnicos, sino también los mensajes que queremos transmitir como sociedad. Estas discusiones, aunque complejas, son esenciales para garantizar que el patrimonio y el arte dialoguen de manera crítica con el presente y no se limiten a repetir fórmulas del pasado.
En este debate con mis alumnos, hemos explorado cuestiones como si la nueva Notre Dame, más luminosa e inclusiva, refleja realmente su espíritu medieval, o si responde a un cambio deliberado en los valores que la reinterpretan. También hemos discutido si las fotografías de los Reyes, con sus referencias al pasado y su estética clásica, representan un retrato anacrónico o, quizás, una crítica sutil a una institución que busca redefinirse.
Lo que más me ha enriquecido de estas conversaciones ha sido la diversidad de perspectivas. Desde quienes defienden la reconstrucción de Notre Dame como un acierto político y social, hasta quienes ven en ella una pérdida del "alma oscura" de la catedral medieval. O aquellos que, en el caso de las fotografías de Leibovitz, interpretan en la aparente inestabilidad de la pose del Rey un mensaje implícito sobre la fragilidad de ciertas instituciones.
En lo personal, estas reflexiones me han recordado algo que considero clave: los edificios históricos y las representaciones artísticas, una vez intervenidos o creados, se convierten en documentos culturales que deben ser analizados en su contexto. No son piezas del pasado, sino testimonios que dialogan con el presente y, en muchos casos, con nuestras propias contradicciones como sociedad.
Más allá del resultado de estos debates, lo importante para mí es que las reflexiones no se queden en el aula. Necesitamos espacios donde cuestionemos lo que se da por hecho, donde nos preguntemos no solo qué hacemos con nuestro patrimonio y arte, sino también cómo queremos que estos representen nuestra época para las generaciones futuras.
Luis Cercós, conservador de patrimonios, París, 2024.
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