lunes, 31 de marzo de 2014
Sobre lo nuevo y lo viejo
Autores: O-OFFICE Architects, 2014
Ubicación: Shenzhen, Guangdong, China
Superficie total de la intervención: 2963 m2
Fotografías: Likyfoto
Fuente: Plataforma Arquitectura
jueves, 27 de marzo de 2014
José Mujica, Montevideo, Uruguay, 1935
Este señor es el actual presidente de la República Oriental del Uruguay. Y la foto es reciente (se publicó en el suplemento dominical de El País del pasado domingo). El reportaje es de mi admirado Juan José Millás. Dice el escritor sobre la casa del presidente (y esto es, en mayor o menor medida, un blog de arquitectura):
Se ha dicho de ella que es una casa modesta. Es falso. Es (una casa) pobre.
Pero más allá del valor de la casa, lo importante es que el político está, en esta ocasión, por vocación de servicio. Sin ninguna intención de enriquecimiento.
- Vamos a tomar un trago -concluye Mujica
Y nos vamos a la cocina, donde nos pone un güisqui y Jordi (Jordi Socías, el fotógrafo autor del reportaje) comienza a hacerle fotos, y no parece que estemos con un presidente ni nada parecido y yo me acuerdo de que este hombre dona el 87% de su sueldo a un proyecto de viviendas para pobres y le pregunto si le queda suficiente dinero para vivir y dice que sí, que a su señora, después de aportar al partido, le quedan unos 45.000 pesos, unos dos mil euros.
- ¡Por favor -añade escandalizado-, con mi sueldo me sobra!
Yo creo en este hombre, en este presidente, y en este pequeño país de América del Sur. Y me encantaría tener allí, para mi familia y con mi familia (yo soy uruguayo consorte, "gallego" con suerte), una chacra como la del presidente. A ser posible, al borde del mar (el verdadero lujo, que siempre dice mi esposa).
Increíble, por cierto, la descripción de Millás de este mar uruguayo de color oscuro, tan alejado del lindo y amado Mediterráneo romano en el que tantas veces me bañé:
El mundo, al principio, eran las calles que bajaban hacia ese lugar rarísimo donde se encuentran las aguas del río de la Plata con las del océano Atlántico, dos monstruosidades naturales que copulan sin pausa. A veces, el mar penetra el río y a veces el río se introduce en el mar, depende de los vientos, de las mareas, de las lluvias, de las crecidas, de los efectos del cambio climático. Ese solapamiento afecta a la fauna: peces de mar que se precipitan de súbito en el agua dulce y peces de río que se encuentran de pronto en la dimensión de lo salado.
- ¿Se mueren los peces cuando atraviesan la frontera? - pregunté a un pescador.
- Se retiran a tiempo o se adaptan -dijo.
- ¿Pero se mueren a veces? -insistí por una preocupación propia que acababa de desplazar a los animales.
- Yo creo que se retiran o se adaptan -insistió él.
Fuente: EPS, domingo 23 de marzo de 2014
Luis Cercós
viernes, 21 de marzo de 2014
25Hours Hotel Hafencity, Hamburgo, 2011
25Hours Hotel Hafencity, Hamburgo, Alemania
Autores: Stephen Williams Associates
Constructora: Gross und partner
Superficie: 6600 m2
Realización: año 2011
Red Bull Music Academy 2012
El Terremoto de Tokio -hecho que impidió la celebración en aquella ciudad- obligo a improvisar una nueva sede para la Red Bull Music Academy. Se eligió Madrid. La construcción se proyectó y construyó en solo 60 días. Autores: Langarita & Navarro. Presupuesto: 200 euros por m2.
Espacios Expositivos Contemporáneos
Chang Bene Desing
La marca de tienda deportiva Nike encargó en 2008 el diseño de tres tiendas a Chang Bene Design (Hong Kong, Tokio y Nueva York). En el caso de Hong Kong (ver fotografías) el arquitecto -en colaboración con Nike- eligió la tienda en un barrio emergente (como pudiera ser también la zona típica "Plaza de Armas", Santiago, Chile). Y aprovechó en el interiorismo la potencia escultural de la estructura de hormigón.
Proyecto: Tienda Nike
Autor: Chang Bene Desing
Situación: Causebay Way, Hong Kong, 2008
Fotografías: Chang Bene Desing
jueves, 20 de marzo de 2014
Donna Tartt, Greenwood, Misisipí, 1963
Donna Tartt, magnífica escritora aunque también vendedora de best-sellers, en opinión de la critica "en su caso se borran las distancias que separan la alta de la baja literatura". En realidad la frase es incorrecta. De la misma forma en que una mujer no puede estar "un poquito" embaraza, tampoco podemos hablar -creo yo- de baja, media o alta "literatura". Se hace literatura de la misma forma que se hace arquitectura. O es literatura o no es literatura -sino libros de consumo-. Se hace arquitectura o no se hace arquitectura. Y lo mismo pudiera decirse de cualquier otra disciplina artística, ya sea cinematrografía, o música. Hablemos de pintar, por ejemplo. ¿No se trata acaso de lo mismo? Pintar puede pintar cualquiera. Alcanzar un estilo personal, es patrimonio de muy pocos.
De la misma forma, o de forma muy similar, a lo que en arquitectura denominamos "atmósfera", la autora habla de "estado de ánimo".
Antes de empezar a escribir hay que propiciar un cierto estado de ánimo de carácter muy oscuro. En el caso de mi primera novela, "El secreto", la angustiosa sensación de aislamiento se concreta en un college de Vermont. En "El jilguero", que transcurre en Nueva York, Ámsterdan y Las Vegas, todo empieza cuando las cosas se tuercen en un lugar tan (aparentemente) elegante como Park Avenue.
Hace unos días yo hablé, a propósito de la restauración de una fachada en el centro histórico de Santiago de Chile, de la casualidad, como incorporación a mi técnica de dirección de obra. Donna habla de algo parecido:
En realidad yo no sé que va a pasar cuando escribo. Suelo dejar que el azar decida por mí. En mi opinión, las novelas en las que todo está perfectamente trabado de antemano acaban siendo necesariamente aburridas. Si no hay sorpresas para el escritor, no las puede haber para el lector.
Me vienen a la cabeza palabras del arquitecto Gerardo Ayala, mi querido profesor: "la arquitectura es sorpresa". Caminar por un pasillo o atravesar un umbral. Y de pronto, algo que no habíamos previsto: la sorpresa.
Sorpresa y casualidad. Dos palabras que tengo en mente cuando intento -no siempre se consigue- proyectar.
Arquitectura y construcción. De vuelta la entrevista con Donna Tartt me sorprende. Parece que ambos ejercemos la misma profesión.
Escribir una novela es como construir un edificio. Hay que dar prioridad a la estructura. Empecé como poeta y sé que en un poema se puede ser todo lo inventivo que se quera con el lenguaje, pero si no quieres que se te derrumbe una novela, sobre todo si son tan extensas como las mías, no queda más remedio que ser clásico.
Clásico, por supuesto, en el sentido renovador del término. La modernidad hoy, en muchas ocasiones, supone mirar a los clásicos con respeto, pero sin idolatración. Lo mismo que los monumentos: hay que respetar lo recibido, pero con cierta distancia respecto de la enorme presión que pudiera atenazarnos si únicamente valoramos el nombre del autor -¿quién se atrevería a trabajar sobre la obra de un maestro absoluto?- o el paso de los años -¿cómo intervenir sobre un edificio construido hace -digamos- más de 1000 años?
No puedo evitar aquí citar a Javier Marías (EPS, n° 1955, 16 de marzo de 2014, pág. 86):
Ya saben, una de las definiciones de "clásico" viene a decir que son obra que, cada vez que uno vuelve a ellas, encuentra algo importante que en anteriores ocasiones le pasó inadvertido; o bien obra que, aunque ya las conozcamos, indefectiblemente captan nuestra atención y nos invitan a quedarnos en su compañía: si se trata de música, a escucharla entera por enésima vez; si es un cuadro, a escrutarlo con fascinación. Más mérito tienen, a mi modo de ver, las novelas y las películas, que hasta cierto punto confían en la historia que cuentan para interesar, y si esa historia ya nos las sabemos, por fuerza han perdido uno de sus principales atractivos en una segunda lectura o ne un décima contemplación.
A la opera se viene con el argumento sabido, como dijo un buen amigo mío a propósito de la no necesidad de subtítulos. No importa el libreto, sino la atmósfera. Otra vez lo mismo: "atmósfera". Siempre atmósfera.
Por último, sobre las criticas a un trabajo creativo. Un magnífico consejo de Donna Tartt:
Hace muchos años conocí a Ken Kesey, el autor de "Alguién voló sobre el nido del cuco". Yo estaba empezando y jamás me he olvidado del consejo que me dio entonces: "no lea las críticas". Las favorables no ayudan, y las negativas hacen daño.
Yo, en cualquier caso, no puedo evitar hacerlo. Me gustan las criticas hacia mi trabajo. Siempre me han hecho crecer. Sobre todo, por supuesto, las de aquellos a los que no gustaron mis decisiones.
Luis Cercós
Buenos Aires
miércoles, 19 de marzo de 2014
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