Las grandes revoluciones personales son seguramente fruto de una íntima y previa catarsis. En eso estoy desde hace ya bastantes meses (años quizá). Echo la vista atrás y no me reconozco en muchos de los perfiles que fui o de los disfraces que vestí en el pasado. Poco a poco voy encontrando mi lugar en el mundo (América del Sur, sin duda), mi autentica vocación y, con la ayuda definitiva e insustituible de mi esposa, mi verdadera esencia. Dentro de pocos días cumpliré 47 años acercándome al medio siglo de vida. Siento que afortunadamente he caído (como Pablo de Tarso) del caballo equivocado en el que estaba montado. Un caballo, como el de Troya, falsamente inocente y hermoso.
A principios de año cambié la cabecera de este blog y vuelvo a hacer lo mismo, casi coincidiendo con la satisfacción de haber superado las 200.000 visitas. No es casualidad que lo haga al día siguiente de la octava huelga general de una España imperfecta pero razonablemente democrática.
He tardado mucho tiempo en encontrar mi posición política y lo he hecho por enfrentamiento al avance de un neoliberalismo radical y fundamentalista que ha traído (somos testigos privilegiados y afectados todos) la mayor crisis económica de los últimos 100 años.
Quizá haya muchas maneras de luchar contra lo que está ocurriendo pero yo, desde ya, me afilio a la que más me convence: el humanismo. Y para que quede claro contra quien estoy, los neoliberales, me permito también usar idéntico prefijo: neohumanismo.
A partir de hoy, este será mi decálogo:
Ningún ser humano está por encima de otro.
Nada está por encima del ser humano.
Los hombres y las mujeres son iguales en derechos y obligaciones.
Todos los derechos podrán ser reclamados y alcanzados. Las obligaciones y responsabilidades deben ser asumidas.
Todos los seres humanos deberían tener idénticas oportunidades.
La educación y la sanidad pública debe ser libre, universal y gratuita. La vivienda digna para todos es posible.
La diversidad personal y la diversidad cultural son innegociables. No a la discriminación, ni a la colonización ni a cualquier forma de neoimperialismo.
Los Estados, mientras existan, deben ser laicos. La religión es un asunto exclusivamente privado.
Todos los seres humanos tienen derecho a elegir su identidad sexual.
Luis Cercós (LC-Architects)
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