El pasado viernes Guardiola -en cierto modo el discípulo- y Bielsa -en cierto modo el maestro- se
saludaron al inicio y al final del último partido de la copa española de fútbol,
decadentemente llamada “copa de Su Majestad el Rey”.
Me llamaron varias
cosas la atención. Una: la desnacionalización de la final española (ausencia del
jefe del Estado, utilización de la versión corta del himno nacional, pitadas durante
el protocolo previo por parte de las 2 aficiones, desbarajuste del realizador
en la retransmisión del suceso). El asunto llamó la atención de la prensa
argentina:
HIMNO. En la
Argentina, la final de la españolísima Copa del Rey se siguió como si fuera un
partido de fútbol local. Después de todo, se enfrentaban el Barcelona de Messi
y el Athletic de Bilbao de Bielsa. Lo curioso fue que en Madrid se vivió como
si fuera un evento extranjero. Los catalanes del Barça y los vascos del
Athletic son las dos comunidades más ajenas al sentir nacional y lo dejaron
claro con una furibunda silbatina durante los 27 segundos en que se escucharon
los acordes del himno español (por cierto sin himno sin letra). La televisión
solo atinó a subir el volumen de la música, en un inútil intento de disimular
el papelón. (Tapa del número especial de Página 12, 25 años, 26 de mayo de
2012).
Resultó curioso el
pre espectáculo sobre todo por confrontación con el sentir nacional que se vivía
el día del partido en Buenos Aires donde todo el mundo recordaba (los canales
públicos de manera casi absoluta) los acontecimientos ocurridos doscientos dos años
atrás en aquella revolución de mayo que supondría el germen de la posterior
nación argentina. La otra auto-reflexión tenía que ver con los caprichosos
juegos del destino pues recién retirado del fútbol como jugador Guardiola marchó
a Argentina para seguir conociendo entrenadores: Ricardo
La Volpe, Marcelo Bielsa y el flaco Menotti, entre
otros.
Posiblemente hoy, el palmarés como director técnico del ya ex entrenador
azulgrana supere al de todos sus maestros (copas del mundo de selecciones
aparte, si es que ese título puede ser apartado, pero todo, seguramente,
llegará). ¿Os imagináis una selección albiceleste entrenada por el catalán? ¿Por
qué no? Al fin y al cabo, no hay nadie que conozca mejor a Messi, jugador
insustituible si la Argentina futbolera de hoy quiere volver a ser campeona. Y
evidentemente Josep Guardiola sabe como hacerlo.
Viendo a Guardiola y a Bielsa recordé que los profesionales
reconocidos en cualquier disciplina humana lo son, entre otras cosas, por haber
aprendido, en la mayoría de los casos, de quienes le precedían. Y no pude
evitar fantasear con la idea de poder desplazarme a Latinoamérica para
entrevistarme también con arquitectos a quienes admiro y con los que me
gustaría citarme, no digo yo que en un restaurante de Belgrano,
pero sí en su estudio de Copacabana (con Oscar Niemeyer,
por supuesto, qué ojalá se recupere pronto de sus problemas de salud, cada vez
más graves y repetitivos); o en las aulas de la Universidad Católica de Chile
donde antes estudió y ahora enseña uno de los jóvenes arquitectos cuya obra más
me interesa, Alejandro Aravena; o en algún lugar de Buenos Aires, con el maestro Clorindo Testa.
Quizá ocurra. Quizá algún día pueda hacerlo.
Por el
momento me conformo con tener un primer encargo, humilde encargo, en Santiago
de Chile, lugar donde por cierto Bielsa entrenó a su combinado nacional. En
línea con eso, en Sudáfrica, allá por junio de 2010, el ejército chileno estaba
metafóricamente representado por 23 voluntariosos muchachos al mando de un
general argentino y bajo la mirada de la ex presidenta del Estado. En otras
circunstancias, ese enunciado habría sido completamente tenebroso, pero en la
Chile democrática de hoy simplemente responde al hecho de que Michelle
Bachelet estuvo compartiendo hotel con la selección de su país, al
mando de los cuales estaba ese loco Bielsa que ha recuperado
el corazón de león de los cachorros de San Mamés, un hombre que dice no ser un
apasionado del fútbol sino simplemente un apasionado y cuya forma de ser y de
dirigir me ha resultado siempre enriquecedora:
“Los entrenadores (sustitúyase por “profesores, directivos, jefes, padres”)
podemos cometer dos pecados: hacer caminar a jugadores (“alumnos, subordinados,
hijos”) que vuelan, o hacer volar a jugadores que caminan. La capacidad de
pensar es la única que no puede perder un entrenador”.
Sensibilizado como estoy con la sensación de fracaso que
deja en la boca la situación económica actual y la larga lista de decisiones
equivocadas que he debido de tomar en los últimos dos años me alivia comprobar
que no todo depende de uno.
Y si no que se lo digan a Fabio Capello (seleccionador
inglés), entrenador acostumbrado a ganar, o a Javier Aguirre (su
homólogo mejicano) a propósito de los dos gravísimos errores arbitrales que sufrieron
las selecciones que dirigían en Sudáfrica 2010 (ambas eliminadas
en el mismo fatídico día).
La verdad, por otra parte, es que con errores arbitrales o sin ellos,
posiblemente, el resultado habría sido el mismo (Inglaterra y México a
casa) pero es más sencillo hacer el viaje parapetados tras una excusa cierta
que no tener excusas para explicar nuestros propios fracasos. Porque la
realidad es que yo soy el director de este estudio de arquitectura y el
responsable del 90% de las decisiones.
Alivia pensar, eso sí, que hasta los más grandes triunfadores son, básicamente,
especialistas en fracasos, pues ese es el verdadero estado natural de las
cosas.
O como dice Marcelo Bielsa, a quien ya hemos citado varias veces en
este día.
- El éxito es la excepción.
Y tiene razón, pues todas las selecciones, menos una, perdieron el Mundial.
Mientras tanto me conformo con recordar, en homenaje al maestro, un comentario
de Oscar Niemayer a propósito de su abuelo, que fue ministro
del tribunal supremo y de quien dice haber heredado la solidaridad:
“Mi abuelo fue un hombre útil y murió pobre. Qué orgullo”
En eso estamos.
Por acá, en algunas televisiones privadas argentinas, sin recordar (o sin saber) que el Athletic de Bilbao hace más de 20 años que no gana un título y el hecho de que su presupuesto es
enormemente menor que el de otros equipos europeos de fútbol, los periodistas
enemigos de Bielsa le atacan injustamente comentando el número de finales perdidas y los pocos títulos del maestro. ¡Como si aquí tuviéramos que hablar exclusivamente de estadísticas y no de motivación, superación o cambios de tendencia!
Porque lo que no se puede negar es la renovada ilusión que el loco ha
inyectado en la ciudad que un día renació por virtud de la obra de otro loco
apasionado y visionario. Nos referimos, por supuesto, a Frank Gehry y el Museo Guggenheim
de Bilbao.
Luis Cercós
Buenos Aires – Madrid – Santiago de Chile