El pasado viernes, mientras yo iba en metro a trabajar, leí en mi diario la mala noticia de la muerte de George Moustaki. Una lágrima me delató en el vagón, quizá motivada más por mi propio estado de ánimo que por el fallecimiento del poeta. Nunca le escuché en directo, pero su canción más conocida entre más de las 300 que escribió, Le Meteque, es una de las más hermosas de mi particular fonoteca vital. Una enfermedad respiratoria le impedía cantar. En febrero de este año concedió su última entrevista:
Echo de menos poder cantar en mi baño. Cantar en público, no. Ya le dí vuelta, la vuelta al mundo y de las salas, pequeñas o grandes. Aprendí que lo que se cree haber adquirido no es más que una parte ínfima de lo que falta por descubrir. Ahora quiero escribir y pintar. Dedicar mi tiempo a lo que me gusta, como siempre lo hice.