
Imaginen ustedes, solía yo decir, que un edificio antiguo es, en cierto modo, como nuestra abuela más querida. Un día, nuestra abuela se rompe, pongamos por caso, una pierna. Y aprovechando el postoperatorio, el médico de nuestra abuela decide comenzar a proponerla operaciones de falso rejuvenecimiento. Digo falso porque la abuela, al fin y al cabo, tiene los años que tiene.
En cierto modo, algo similar ocurre cuando nos encargan la reparación de una cubierta y, aprovechando el andamio, nos ponemos a eliminar pátinas, consolidar sillares e hidrofugar fábricas.
Un día, el médico de nuestra abuela nos llama para decirnos que le ha dado el alta médica y que ya podemos pasar por el hospital para recogerla. Pero cuando llegamos a la recepción, no reconocemos a nuestra abuela porque la mujer que allí nos espera, se parece extraordinariamente a nuestra madre, o lo que es peor, a nuestra hermana.
Y un día, al visitar una de nuestras viejas obras comprobamos que nuestro afán restaurador borró los signos de antigüedad del edificio y entonces comprendemos que “restaurar” es devolver la funcionalidad y no la juventud.
Pues los monumentos, al igual que los abuelos, son, por definición, mucho más viejos que nosotros.
Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com/
luiscercos@hotmail.es
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