lunes, 16 de agosto de 2010

Barry Lyndon, Stanley Kubrick, 1975



Ya recordé en otra entrada de este blog que dicen que Paul Valéry (1871-1945, http://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Val%C3%A9ry) dijo casi al final de su vida, cuando las cosas se le empezaban a torcer:

- Nunca es tarde para comenzar a tener mala suerte.

Y eso ocurrirá siempre en la vida de todos los que intentan arriesgar. La lista sería interminable.

Me viene a la cabeza esta reflexión a propósito de la revisión que ayer hice del poema visual que rodó Stanley Kubrick en 1975, Barry Lyndon. La película cuenta las peripecias, ascensión y caída de un desaprensivo aventurero irlandés en la sociedad inglesa del siglo XVIII. Magníficamente ambientada, la película consiguió los Oscars a la mejor dirección artística, mejor fotografía, mejor diseño de vestuario y mejor banda sonora.

La película fue rodada completamente en escenarios de época y con total ausencia de luz eléctrica (se utilizaron exclusivamente velas en las escenas nocturnas o de interior). Con la utilización de objetivos de cámara muy luminosos y mediante el tratamiento especial del negativo, esta película presenta una fotografía excepcional que acompaña el tono triste y sombrío de la historia.

El caso es que, más allá de ser o no ser un tipo despreciable, todos los hombres tienen/tenemos lados oscuros que no siempre podemos o queremos dominar. Aceptar que el instinto o las circunstancias condicionan nuestras decisiones implica aprender a vivir y a reaccionar. Por eso no me fio de los que afirman decir que nunca fueron o serán comprados. O son unos mentirosos o son, simplemente, tontos.

Con relación a Barry Lyndon la historia nos dice que murió solo y arruinado, pero la verdad es que empezó su vida con 20 guineas (todo lo que su madre pudo entregarle el día en que tuvo que huir de su casa) y la terminó con una renta anual de 500. No es mucho para quien ambicionó títulos y vivió en la absoluta riqueza, pero como dice el guión del film, la misma personalidad y condiciones que le llevaron al triunfo, fueron consecuencia directa de su desgracia.

En fin, cosas que conviene recordar en los momentos de euforia y, también, en los de desánimo.

Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com/
luiscercos@hotmail.es