miércoles, 12 de junio de 2013

Carta a mi viejo


Cualquier día, a cualquier hora y en cualquier lugar...
Querido Viejo:

Perdona lo de "viejo" antes que nada
pero es que así te siento más a mi lado.
Como al mejor de todos mi camaradas
te contaré las cosas que me han pasado.

Trataré de explicarte lo que he sentido
en todos estos años que anduve lejos,
las cosas que contigo no he compartido
y que hubiera querido... ¡Querido viejo!

Tú sabes lo que pasa a los veinte años:
te parece que el mundo es una manzana,
cada día festejas el cumpleaños
arrojando tu vida por la ventana.

Yo gastaba los días a mí manera,
sin importarme nada, cómo ni cuándo,
y al igual que se extiende una enredadera,
la soledad de a poco me fue ganando.

Dicen que "Dios aprieta, pero no ahoga",
y un día de repente llegó a mi puerta,
un duende de ojos claros, en buena hora,
cuando estaba mi playa casi desierta.

Ah, si la vieras, Viejo, ¡si tú la vieras!,
como yo la querrías, estoy seguro,
más que amante y esposa es la compañera
que aligera la carga de mis apuros.

Con el alma serena cambian las cosas,
la mente queda libre de condiciones,
se encausan las ideas más ambiciosas
y paso a paso nacen nuevas canciones.

Me las propone el niño que llevo adentro
cada instante que pasa, día tras día,
y a ellas les descargo mis sentimientos,
mi nostalgia, mis ansias, mis rebeldías.

Y estoy contento, Viejo, porque consigo
vivir de lo que amo con toda el alma.
¡Si vieras cuántas noches estás conmigo
cuando escribo una copla de madrugada!

Y bien, aquí la carta ya se termina
pues la noche ha dejado de ser doncella,
la llevará volando una golondrina,
hasta allí, donde vives... con las estrellas...

Alberto Cortez