El conjunto de edificios reinterpreta el modelo tradicional de urbanización: cada vivienda es diferente del resto, cuenta con unos espacios determinados, y una geometría ligeramente distinta según el programa funcional de cada una, pero son similares y reconocibles en su forma, tamaño y en el tratamiento de los huecos de fachada.
Tras el análisis del entorno, se constata que resulta muy agresivo para el uso que se quiere dar al espigón, residencial.
Debido a esto, se ha optado por que el proyecto de viviendas se cierre a la ciudad, pero se abra al horizonte del mar, por poseer una calidad visual mayor, de esta forma una vez dentro de la vivienda, el usuario se olvida del entorno industrial que le rodea, creándose espacios ricos y alegres hacia el interior de la parcela.
Las viviendas son edificios exentos, cada una alberga los usos exclusivos de su colectivo, y busca la máxima independencia con el resto, a la vez que participa en el conjunto general a través de su forma arquitectónica y el resto de características comunes a todas ellas.
Las salas de usos comunes y de convivencia de cada hogar vuelcan al espacio central de dos alturas de las mismas, que funciona como el corazón de las viviendas, el jardín del que disfruta cada edificio y cada usuario, ordenando las viviendas en torno a él.
El objetivo prioritario en el proyecto era la captura del paisaje, a través de panorámicas proyectadas en las grandes aperturas de fachada, facilitadas por las geometrías trapezoidales de los espacios, que funcionan como embudo del entorno, filtrando y captando un único fotograma, único y particular para cada propietario. A su vez las unifamiliares se cierran hacia las zonas comunes del espigón, no nos interesa perder intimidad, por lo que las viviendas están claramente orientadas al mar.
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