lunes, 2 de enero de 2012

BAires: ni ESPECULADORES ni FUNDAMENTALISTAS



Paseo por Buenos Aires y encuentro por las calles muchos edificios vírgenes, entendiendo por tales a todos aquellos que no han sido rehabilitados íntegramente desde los tiempos de su ya lejana construcción. Se excluyen, por supuesto, necesarias y urgentes reparaciones.

Paseando por la ciudad encuentras edificios grandiosos, edificios hermosos, horribles edificios y también espantosos, aunque he de decir que me encanta la amalgama y el eclecticismo de una ciudad que, quizá solo en apariencia, se construyó y creció sin complejos. Y así debería seguir siendo.

He leído en estos días diferentes noticias y comentarios, a favor y en contra, sobre la prohibición para demoler motivada por el recurso de amparo que el pasado 23 de diciembre presentaron las que dicen ser las seis principales ONGs de defensa del patrimonio (por sus nombres algunas de ellas parecen más organizaciones vecinales, que está muy bien, pero no es lo mismo) contra la decisión inicial del gobierno ejecutivo de la ciudad de no renovar la ley de protección del patrimonio construido con anterioridad a 1941. Desconozco exactamente por qué motivo fijar el tope en ese año y no antes o después, pues es evidente que hay maravillas racionalistas de construcción posterior que quedan desprotegidas y, por el contrario, adefesios obligados a pervivir por el mero hecho de ser viejos.

Son estas seis organizaciones no gubernamentales, entiendo que sin ánimo de lucro, las siguientes: Basta de Demoler; Fundación Ciudad; Proteger Barracas; Salvemos Floresta; SOS Caballito y Protocomuna Caballito.

Me he ganado, desde hace ya 20 años, mi vida restaurando y gestionando el patrimonio arquitectónico y a estas alturas de mi supuestamente maduro ejercicio profesional, hace ya varios años que comprendí que la ciudad es un continuo trabajo de generación en generación en que lo importante no es lo viejo sino lo excelente y por eso no veo con simpatía (también desde mi prisma actual de técnico municipal de un pequeño pueblo madrileño) leyes, transitorias o no, que no defienden la verdad sino el fundamentalismo.

Soy un advenedizo y consorte porteño y no estoy en condiciones de profundizar sobre la posible y previsible laguna legal que quizá haya permitido a especuladores sin principios destruir algunas piezas del patrimonio común de la ciudad, pero es evidente que congelar el tejido urbano sin más motivo que su fecha de construcción no parece tener apoyo científico.

Leo en el diario página 12 lo siguiente:

En estos últimos cuatro años, el Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales recibió 5242 pedidos de demolición, liberó 4253 y recomendó a la Legislatura que catalogara apenas 989 edificios. Cada año, el régimen fue renovado sin mayores discusiones, pese a la manifiesta hostilidad de los desarrollistas inmobiliarios y las críticas por la facilidad con que se autorizaban demoliciones de las ONG.

Recién llegado a la ciudad busqué un diario que leer y decidí comprar Página 12. Me gustan sus planteamientos, sus suplementos y sus colaboradores, pero aquí veo (o así lo intuyo) que el periodista firma influido por las ONG citadas, cuya labor es digna de elogio seguramente y sus equipos de profesionales por supuesto solventes, pero yo, desde una posición que pretende ser neutral, basada en mi experiencia europea, deduzco:


No me parecen muchas solicitudes de demolición las citadas 5242 (apenas 1300 al año) sobre un parque total de 140.000 inmuebles anteriores a 1941 (en el entorno del 20% del total de edificios de esta maravillosa ciudad).

Haber denegado la solicitud de demolición a 989 me parece también un porcentaje razonable, cercano también al 20% dado el estado general de los edificios más viejos de la ciudad. Estos expedientes habrían sido “salvados” de la demolición por sus valores arquitectónicos aún siendo previsible el contenido de la documentación de los propietarios (que habrán presentado en la mayoría de los casos, justificantes técnicos de ruina económica). Ojalá el 20% de lo que hoy se construyese tuviese verdadero valor arquitectónico, pues no creo que llegue a más del 5%.

No
creo que haya motivos suficientes para la alarma ni que los técnicos de la ciudad hayan sido negligentes, sino que han atendido, según su leal saber y entender, exclusivamente a motivos objetivamente históricos, arquitectónicos, artísticos o simplemente estilísticos, ajenos a prejuicios previos. En mi opinión, con los datos que tengo, pienso que los miembros del Consejo autorizaron un número razonable de demoliciones en una metrópolis como Buenos Aires.


En fin, a vuela pluma, es esta mi sincera y modesta opinión. O como dicen por acá: ¡tampoco la pavada!

Luis Cercós (LC-Architects)
Buenos Aires – Madrid