viernes, 27 de enero de 2012
cartas de un emigrante: desde Buenos Aires
Querido y viejo amigo mío:
Sí, hablé en alguna ocasión del Nuevo Mundo frente a la Vieja Europa, porque siempre entendí que el debe y el haber de la artificial e impostada Unión Europa eran la misma cosa: en el primer caso su experiencia y sus tradiciones, en el segundo su vejez y, claro, también y de nuevo sus tradiciones. :-)
Acá estoy, empezando de nuevo, volviendo a nacer. Con muchos quilombos, conjungando de forma diferente el imperativo y hablando de vos, aprendiendo a hablar el español rioplatense, pero sin renunciar del todo a esta tonada gallega que me acompañará, para bien o para mal, por el resto de mi vida. :-) Qué le voy a hacer.
Un día, en mi casa, releyendo contigo mis cuentos (a ti no te voy a llamar de vos, a estas alturas), me dijiste que echabas de menos (extrañabas, dicen por aquí) una visión más internacional del mundo. Bueno, en eso estamos. Me dejó pensando tu opinión porque siempre quise ser embajador, diplomático, viajero, caminante, juglar, titiritero, navegante, curioso, pastor trashumante, polizón, cronista, andarín, cazador de perfumes, descubridor de mercados, arañador de texturas, cantautor, visitador, ... No lo he conseguido hasta ahora, arruinado como estoy, viviendo en un apartamento temporal con poca luz y, sin embargo, esperanzado ante la nueva oportunidad que el mundo y la vida siempre nos ofrecen cuando estamos dispuestos a escucharlos.
¡Qué te voy a contar a ti!, hablando como hablas lenguas imposibles, lejos de tu querido sol canario, inmerso como estás, casi permanentemente, en el frío y la noche semiperpetuos de los países del Norte.
Yo, con mucha más suerte, me he venido al Sur. Qué como dijo el poeta, también existe, gracias a dios, dicho sea entre agnósticos, metafórica y retóricamente.
Con afecto.
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