domingo, 24 de febrero de 2013
Lola Herrera, actriz (Valladolid, España, 1935)
He hecho el camino de la vida y el oficio en el pelotón del centro, y estoy cómoda. El camino se hace al andar, y el mío ha sido largo; si algo me avala, es mi trabajo.
En mi carrera no hay estrategia, yo he hecho todo lo que ha caído en mis manos, y muchas cosas que no me gustaban, porque había que comer, y cuando te dedicas a una profesión lo importante es estar. Todo lo que haces no puede ser maravilloso, pero de lo que no lo es también aprendes (quizá más que de los aciertos). Lo que sí he tenido es una intuición increíble cuando ha pasado algo por mi lado, porque yo no he ido a buscar nada. Había una primera línea que no podía hacerlo todo, y lo que desechaban nos caía a las del pelotón.
Yo he vivido siempre en la cuerda floja, y me gusta. Las seguridades me molestan. Por una parte las añoro, es duro vivir en la inseguridad, pero aprendí desde pequeña.
Ser la imitación de algo es como no ser nada: un híbrido extraño entre tú, lo que quieres ser, y lo que no eres. Un lío muy grande.
Sabes lo que no quieres, pero lo que quieres es muy difícil saberlo. Tenía el horizonte a un palmo de mis ojos, y no podía. ... No he tenido una etapa más feliz que esa búsqueda de algo que no sabía adónde me llevaba.
Para dedicarse a esto hace falta ser esponja y empaparse y alimentarse de todo lo que a lo mejor pasa desapercibido a los demás, también de la experiencia. Acumulas y haces un baúl que es tu base de datos, el almacén del que tiras.
Mi carrera está llena de altibajos. Para la creatividad también hay momentos fértiles y secos. Cuanto más he pasado y más dificultades he tenido, lo he hecho mejor. Por eso no me asusta la dificultad; los inconvenientes ayudan a no instalarse, a buscártelas.
Poder hacer todos los días lo que a uno le gusta, pero no necesariamente con una repercusión de primera línea. Que cada uno vaya al ritmo que quiera, y al que quiera batallar por ser el primero, dejarle el paso libre.
Pienso que hay que poner el alma en las cosas. La cabeza está para pensar, sopesar, decidir, pero si las cosas no tienen alma ...
He sabido cumplir años y perder todas esas cosas que se pierden por el camino y que no son tan importantes.
He hecho lo que he podido en cada momento, he pensado en los demás. He sido responsable con lo que me correspondía, y con lo que no. He jugado las cartas que tenía. He vivido.
Fuente: El País Semanal, nº 1900, 24 de febrero de 2013, págs. 22 a 27.
En mi carrera no hay estrategia, yo he hecho todo lo que ha caído en mis manos, y muchas cosas que no me gustaban, porque había que comer, y cuando te dedicas a una profesión lo importante es estar. Todo lo que haces no puede ser maravilloso, pero de lo que no lo es también aprendes (quizá más que de los aciertos). Lo que sí he tenido es una intuición increíble cuando ha pasado algo por mi lado, porque yo no he ido a buscar nada. Había una primera línea que no podía hacerlo todo, y lo que desechaban nos caía a las del pelotón.
Yo he vivido siempre en la cuerda floja, y me gusta. Las seguridades me molestan. Por una parte las añoro, es duro vivir en la inseguridad, pero aprendí desde pequeña.
Ser la imitación de algo es como no ser nada: un híbrido extraño entre tú, lo que quieres ser, y lo que no eres. Un lío muy grande.
Sabes lo que no quieres, pero lo que quieres es muy difícil saberlo. Tenía el horizonte a un palmo de mis ojos, y no podía. ... No he tenido una etapa más feliz que esa búsqueda de algo que no sabía adónde me llevaba.
Para dedicarse a esto hace falta ser esponja y empaparse y alimentarse de todo lo que a lo mejor pasa desapercibido a los demás, también de la experiencia. Acumulas y haces un baúl que es tu base de datos, el almacén del que tiras.
Mi carrera está llena de altibajos. Para la creatividad también hay momentos fértiles y secos. Cuanto más he pasado y más dificultades he tenido, lo he hecho mejor. Por eso no me asusta la dificultad; los inconvenientes ayudan a no instalarse, a buscártelas.
Poder hacer todos los días lo que a uno le gusta, pero no necesariamente con una repercusión de primera línea. Que cada uno vaya al ritmo que quiera, y al que quiera batallar por ser el primero, dejarle el paso libre.
Pienso que hay que poner el alma en las cosas. La cabeza está para pensar, sopesar, decidir, pero si las cosas no tienen alma ...
He sabido cumplir años y perder todas esas cosas que se pierden por el camino y que no son tan importantes.
He hecho lo que he podido en cada momento, he pensado en los demás. He sido responsable con lo que me correspondía, y con lo que no. He jugado las cartas que tenía. He vivido.
Fuente: El País Semanal, nº 1900, 24 de febrero de 2013, págs. 22 a 27.