jueves, 28 de febrero de 2013

Sin plata y sin chica


Su situación económica no es buena, de nada vale engañarse. Todo el mundo encuentra excusas para no pagarle y él repite esas mismas excusas mientras aumentan sus deudas, pero ése no es, y él lo sabe, el motivo de sus desvelos. No puede querer más porque aún está enamorado, y se detiene delante de cada puerta abierta sujetando una Biblia que no está dispuesto a vender. No es que no haya perfectas candidatas para su amor, es que su amor ya está entregado, y a pesar de sus esfuerzos, y a pesar de que es un consumado liante, le fallan las fuerzas cada vez que intenta amar a quien en realidad no ama. Tampoco le hace gracia estar arruinado, qué duda cabe, aunque no está de mas repetir que ésa no es una desgracia que le abrume, sino una angustia puntual como la que le producen las enfermedades no terminales, las nevadas y otros cataclismos pasajeros. Bien es cierto, y sería injusto no mencionarlo, que no tiene alma de moroso, y que de tanto andar de puntillas por delante de la puerta de su casera ha crecido un palmo en altura y ha encogido dos en dignidad. Todos los lunes se pone al teléfono para dar cuenta de su insolvencia, pues no quiere ser uno de esos cobardes que presumen de sus deudas como si fueran regalos. Lleva las cuentas al día, por más que las cuentas le coman. 

Ray Lóriga, Ya sólo habla de amor, 2009